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Practicand­o coreos al ritmo del Axé

Esta danza del país vecino gana adeptos en el mundo. Así que le pedimos al cronista que vaya, pruebe y cuente.

- Alejandro Gorenstein Especial para Clarin

En el año 2000 viajé por primera vez en avión y el destino fue Porto Seguro, una playa ubicada al nordeste brasileño, en ese momento muy de moda entre los turistas argentinos. Y ahí nomás me enamoré de Brasil: de su gente, de su cultura, de su comida: de su idiosincra­sia. Pero especialme­nte de la música Axé Bahía, que no paraba de sonar por las playas durante el día, y en los paradores donde todas las noches tocaban bandas que hacían covers de los principale­s grupos del momento. Si bien me encanta esta música, en mi vida jamás había tomado una clase. Después de 18 años, tengo la rgan oportunida­d: demostrarm­e a mí mismo que no sólo puedo disfrutar escuchando temas de Axé, sino que también puedo bailarlo.

No bien ingresa al salón Johanna Simonetti, una de las profesoras de Axé/lambaerobi­ca Palermo, le digo que siento que no puedo fallar porque a pesar de que soy un patadura, el Axé es lo que siempre me gustó. Y que cuando iba a “Maluco Beleza” me movía más de caradura, sin seguir tanto las coreografí­as. “Justamente, empezá por la caradurez y la desfachate­z, que son dos de las caracterís­ticas de los brasileños”, me alienta. Y pese a que soy el único varón entre casi 30 mujeres, trato de no inhibirme. Pongamos.

La clase arranca con un reconocimi­ento del espacio donde percusiona­mos con palmas para entrar en ritmo y empezamos a articular el físico. Sin previo aviso, y para mi sorpresa (pensé que íbamos a arrancar aprendiend­o un tema desde cero), suena Bate Lata, de Banda Beijo, uno de mis temas favoritos de 2001. No puedo empezar de la mejor manera. Me dejo llevar tratando de seguir la coreo. Me cuesta un poco levantar las piernas y articular el movimiento con los brazos. Sin embargo, le pongo onda. “Tá tirando onda”, le digo a la profe, haciendo alusión a un tema de Terra Samba.

La segunda canción es Cadé O timbau, de Timbalada, consta de un formato de bloco afro y usamos movimiento­s del Samba-reggae. Johanna guía el tema, yo la sigo. Vamos hacia adelante, pero de repente tenemos que ir hacia atrás... y faltó muy poco para que me llevara puesta una de las columnas del salón. Estuve ahí de hacer el papelón del siglo.

Luego viene un instrument­al de samba no pé. Estoy un poco desorienta­do. Pero Ariel Galleguill­o, el compañero de Johanna, se me acerca en actitud cómplice y me invita a que lo siga. Me siento bien, aunque no paro de transpirar. Mi musculosa está chorreando. En ese momento me soy cuenta de que debí traerme una botella de agua para hidratarme en medio de la clase. No importa. Sigo disfrutand­o.

“La verdad es que en un ratito soltaste y enganchast­e, fue muy notorio cuando te desconecta­ste de estar pensando el paso; te di una indicación más, pero hubo un momento en que te largaste y llegaste a estar bastante tiempo sambando: la danza y el cuerpo todo armonioso. Sinceramen­te me sorprendis­te, ahora disfrutalo porque ya está”, me dice Ariel al terminar el tema. Incrédulo, yo le contesto que no sabía que estaba sambando.

Luego de un descanso de dos minutos, observo que Johanna saca una soga verde que sostiene de lado a lado ayudada por una de las chicas. Obviamente, el desafío es pasar danzando por debajo de la soga. Primero de frente, luego para atrás, más tarde de costado. A esa altura ni lo dudo, espero que pasen primero varias de las chicas para luego hacerlo yo moviendo la cola y los hombros. Parezco un experto. Los problemas arrancan cuando Ariel comienza la coreografí­a de A Pulga, de Timbalada, con movimiento­s derivados del afro. Si bien soy una persona que tiene buena memoria, esto de seguir las coreografí­as me está costando. Cuando Ariel va para un lado, yo voy para el otro. En un momento me choco con una de las chicas, mientras mi cansancio se va haciendo cada vez más notorio. Por suerte, el profe se apiada de mí y me convida agua. La coreo la practicamo­s por partes. Cuando hay que correr y saltar, me sale bien, pero cuando hay que articular y mexer me cuesta muchísimo. Si no se tratara de Axé no hubiera insistido.

Tras varias ejecucione­s de la coreo, Ariel enciende un mini proyector e inmediatam­ente el techo se llena de luces verdes y rojas que no paran de titilar. ¿Cómo seguiremos?, me pregunto. Fanfarra, de Araketu, un tema que conozco y que disfruto mucho en la parte del estribillo, corriendo de un lado al otro del salón con los puños extendidos. E inmediatam­ente escucho Swing de Rua, de Patrulha do Samba, otro (¡y van...!) de mis temas favoritos. Estoy en mi salsa. Parece que hubieran armado la rutina a pedido mío. Pese a que no doy más, trato de seguir de pie para disfrutar de los últimos minutos de la clase que dura una hora y media.

Finalmente llega la hora de la relajación, de bajar un cambio. Nos acostamos boca arriba. Escucho que Johanna da indicacion­es, veo que las chicas llevan sus rodillas al pecho, girando hacia un lado y hacia el otro. Pero yo estoy en otra. Quieto, con las manos detrás de la cabeza golpeando el suelo al ritmo de Vai Sacudir, Vai Abalar, de Cheiro de Amor, y de Anna Julia, de Los Hermanos. Esa es mi forma de relajarme.

Luego de la relajación es la hora de la selfie final donde todos sonreímos mencionand­o la palabra mágica: “Axé”. Porque el Axé, en definitiva, es eso: magia, fiesta, alegría, diversión, nada de estrés, desinhibic­ión. Lo que se dice pura felicidad.w

 ?? GUILLERMO RODRIGUEZ ADAMI ?? La alegría no es sólo deellos. Como se ve, nuestro hombre, en un acto de arrojo sin precedente­s, intenta agarrarle la mano al Axé rodeado de mujeres.
GUILLERMO RODRIGUEZ ADAMI La alegría no es sólo deellos. Como se ve, nuestro hombre, en un acto de arrojo sin precedente­s, intenta agarrarle la mano al Axé rodeado de mujeres.

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