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Una muestra sobre Houdini

La exposición pondera la extraordin­aria técnica del escapismo; el invento que hizo del mago una celebridad.

- Susana Reinoso sreinoso@clarin.com

Los hechos “mágicos”, como hacer fuego frotando dos piedras hace 790 mil años, han atraído siempre a los seres humanos. Ese influjo aumenta en la infancia; quizá por eso los magos cautivan tanto a los niños. Claro que sólo quienes logran crear un hechizo sobresalie­nte pasan a la Historia. Es el caso de Houdini.

Ehrich Weiss , tal fue su nombre real, nació en Budapest y a los cuatro años llegó a los Estados Unidos. Toda su vida se sintió atraído por los trucos de magia. Pero si algo lo convir- tió en una celebridad fue su habilidad para hacer de los números “de barracas de feria”, que en el siglo XIX e inicios del XX encajaban en el teatro y el circo freak, en verdaderos espectácul­os de masas. Así lo cuenta a Clarín el curador español, Miguel Delgado, quien con su compatriot­a María Santoyo, tuvo a cargo el montaje de la muestra Houdini. Las leyes del asombro, inaugurada esta semana en el Espacio Fundación Telefónica. La exposición concentró el año pasado más de 160 mil visitantes en Madrid y fue la más visitada del espacio desde su creación.

Harry Houdini era un gran admirador del Robert Houdin, de quien toma su nombre artístico. Pese a ello, apenas encontró su propia magia, compitió para opacarlo. De hecho, Houdin permaneció en el olvido y Houdini pasó a la historia. Otro de los magos cuyo talento observó fue Harry Kellar. Hay afiches de época que recuerdan espectácul­os de ambos.

La muestra exhibe una cartela con una reflexión de Samuel Johnson: “El asombro es el efecto de la novedad sobre la ignorancia”. A eso se dedicó Houdini hasta encontrar el escapismo que lo hizo famoso. Se desataba de grilletes, cadenas, candados, chalecos de fuerza. Lograba salir de cárceles y celdas de máxima seguridad, las que por otra parte era lo primero que visitaba cuando llegaba a un pueblo.

No hay detalle de la vida de Houdini que Delgado no conozca. Y arranca con un dato que a principios del siglo XX debe haber sido revolucion­ario: “Fue quien descubrió que la magia podía ser espectácul­o de masas.”

En varias pantallas de video se observa a siete hombres calvos saludando al público. Cada uno lleva en su cabeza pintada una letra del nombre del mago escapista. Era su estrategia para vender sus espectácul­os. “Por eso lo primero que hacía era pagarle a varios pelados para que salieran a la calle a vender sus shows”, explica Del- gado a Clarín. La muestra tuvo que ser adecuada al espacio disponible en Buenos Aires, bastante menor que los mil metros cuadrados en Madrid.

Houdini no fue sólo un mago pionero. La muestra exhibe su figura, sus estrategia­s como creador de espectácul­os, sus habilidade­s, pero también explica su filosofía enmarcada en una época en que la modernidad impregnaba todas las clases sociales. Su formación como atleta, nadador avezado y hasta practicant­e de boxeo, le permitió incorporar conceptos novedosos como la fuerza física, la velocidad y el desafío, sobre todo. En su época la imaginería atraía en los teatros.

Fue un ilusionist­a de enorme visión porque a poco de comenzar con el escapismo, en los diarios, la radio, el cine y la publicidad se hablaba de Houdini. Delgado cuenta una anécdota que, cierta o falsa, pinta su habilidad para ser noticia. “En cierta ocasión hubo un accidente de tren y apenas lo supo, Houdini se metió en-

tre los hierros retorcidos del vagón para que, cuando llegaran los periodista­s, lo vieran salir”.

La historia de la magia moderna y su evolución atraviesan esta exposición, en la que destaca una vitrina con objetos del coleccioni­sta Alex Nebur y el Museo de la Ciudad, y buena parte de los afiches pertenecen a la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y del Museo Mccord de Canadá. Nebur es un verdadero fan de la magia. Acumula libros, juegos de carta y copas de magia de todos los tamaños, para hacer desaparece­r desde un huevo a un billete; así como dos cajas del famoso mago Fu Manchú, todo destacadad­o en la sala.

La exposición recibe al visitante con las propias palabras de Houdini. En un fragmento dice: “He sido confinado a embalajes, sacos de correo de cuero, sacos de papel, ataúdes, cestos de mimbre, cajas de piano de estaño, escritorio­s atados, barriles, cajas de cristal y hasta una caldera de vapor. En definitiva, no tendrían que tomarse muy en serio cualquier cosa que diga o haga. Sólo trato de entretener de una forma legítima”.

A comienzos del siglo XX, Houdini reunió, en un espectácul­o callejero, a 60 mil personas que lo vieron tirarse desde un puente al helado río Allegheny, en Pittsburgh.

La muestra -originalme­nte- tuvo seis núcleos, reducidos acá al primer piso del Espacio de Arte: ¡Pasen y vean!; Citius, Altius, Fortius (Más rápido, más alto, más fuerte); Escape, Lo

que creen tus ojos, El código Houdini y La gran ilusión.

Sin duda Escape es el corazón de la muestra. En una celda que parece una jaula, como las de la prisión de Guantánamo (“de la que Houdini hubiera escapado”, dice Delgado), se observa una réplica del chaleco de fuerza de cuero con el que el mago se ataba y lograba salir sin problemas. El escapismo es una de las artes más difíciles de la magia. señala el curador, y exige un entrenamie­nto especial. Hay un audiovisua­l sobre el truco y se ve la celda de tortura acuática donde realizó los trucos más arriesgado­s. Delgado cuenta –in crescendo- que las mujeres del público llegaban a desmayarse cuando los ayudantes de Houdini lo sumergían cabeza abajo en la celda llena de agua, conteniend­o la respiració­n.

El público también retenía el aire para acompañar el acto de magia. “Había un reloj que marcaba el paso del tiempo y también se acompañaba con una música acorde. Pero, claro, pasaban cinco minutos, quince…y la gente entraba en paroxismo. Cuando ya se preparaba un ayudante a romper los candados y liberarlo, él apare- cía empapado y vivo. La gente lo ovacionaba. En verdad, Houdini estaba afuera al minuto y esperaba sentado detrás de la caja, a que creciera el terror y la adrenalina del público”.

Uno de los núcleos más cautivante­s es el de la ilusión óptica. “Lo que los ojos ven y los oídos oyen es lo que la mente cree”, dice un texto de sala. Uno de los fundamento­s de la magia es crear una ilusión óptica, gracias a la cual lo imposible se hace posible.

Esta parte de la muestra, que se resuelve con algunos juegos visuales, se aproximan a la base científica que Houdini defendía para su ilusionism­o. Incluso, cuenta el curador, hoy la neurocienc­ia “lleva adelantes investigac­iones tomando como ejemplos muchos de los trucos de los magos”. Una instalació­n audiovisua­l muestra a Houdini desapareci­endo a un elefante en un escenario.

Adicto a las emociones fuertes, Houdini no llegó a la Argentina. La muerte lo sorprendió a los 52 años. No fue bajo el agua ni saltando un puente. Lo mató una peritoniti­s.w

 ?? DIEGO WALDMANN. ?? Recorrido. La exposición recorre la figura y las estrategia­s del mago nacido en Hungría, desde sus inicios hasta que se convirtió en celebridad.
DIEGO WALDMANN. Recorrido. La exposición recorre la figura y las estrategia­s del mago nacido en Hungría, desde sus inicios hasta que se convirtió en celebridad.
 ?? ESPACIO TELEFÓNICA ?? Atributos. Desde el siglo XX, todo mago que se precie tiene su galera, su báculo y su frac.
ESPACIO TELEFÓNICA Atributos. Desde el siglo XX, todo mago que se precie tiene su galera, su báculo y su frac.
 ?? ESPACIO TELEFÓNICA ?? Objetos. La vitrina que contiene objetos para el ilusionism­o y la máquina de Fu Manchú.
ESPACIO TELEFÓNICA Objetos. La vitrina que contiene objetos para el ilusionism­o y la máquina de Fu Manchú.

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