Darín & Morán Ante el nido vacío
Están rodando “El amor menos pensado” como una pareja que despide en Ezeiza a su hijo. Intimidades de la filmación de esta comedia romántica.
Esta mañana -es lunes post Oscar-, la terminal (en desuso) de ómnibus Dellepaine, pegada a Soldati, parece Ezeiza. Hay carteles y monitores que indican salidas y llegadas de los vuelos, hay un negocio tipo freeshop, pero sobre todo hay viajeros, turistas que van y vienen, personal de seguun y de limpieza: lo típico en un hall de aeropuerto, bah. Además, vemos a más de un asistente dándole instrucciones a esa marea humana: “¿Vos ya pasaste para allá? Entonces quedate acá, a ver si apareces dos veces..”, le ordena amablemente una chica a un seguridad. Y unos metros más allá, se exalta con un turista: “¡No, no, vos te cruzás recién después de la señal, eh!”
Todo mentira. O, mejor dicho, puro cine. De ahí tantas luces, los paneles de telgopor, una cámara montada sobre un carrito, cables que serpentean y órdenes en voz alta: “¡Silencio que filmamos!” “Todos a sus lugares, por favor!” Clarín espía el rodaje de El amor menos pensado, opera prima de Juan Vera (ver recuadro).
Y entre tanto despliegue de técnicos, asistentes y extras (80 en esta jornada), de pronto aparecen los protagonistas: Mercedes Morán (Ana en la ficción) y Ricardo Darín (Marcos). Tras unos últimos ajustes de iluminación, está todo listo para el “¡Acción!” Pero no, el encuadre no conforma al director y hay que volver a esperar. Enseguida alguien acerca dos sillas de lona y un ventilador para hacerle más placentera la espera a los dos protagonistas.
rato después, a la hora de la comida (el catering incluye pollo y variedad de ensaladas, con una visible predilección hacia la de papa y huevo), Mercedes Morán cuenta de qué va la historia: “Ana y Marcos ya pasaron los 20 años de matrimonio. Y cuando su hijo parte al extranjero a estudiar -la fase nido vacío-, eso destapa una crisis... De pareja y existencial, te diría. Sin peleas, todo muy armóridad
Es una comedia sobre las relaciones, pero con un enfoque que se aparta de los tópicos habituales...”
Mercedes Morán
No creo en lo de ‘Darín vende tickets’. Más que en un actor, creo en las combinaciones químicas.”
Ricardo Darín
nico, pero sienten que tienen que seguir su camino... Viven nuevas historias, relaciones que...”, dice Mercedes y se para, consciente del peligro de spoiler.
En otro break, y postergando un ardiente campeonato de truco, Darín redondea la idea en su confortable hogar rodante -un micro con mini living y un salvador aire acondicionado-: “En cine es difícil hablar de cosas
distintas, pero acá lo que me gusta es cómo se abordan las relaciones: desde un enfoque que no cae en lugares comunes en cuanto a peleas y pase de facturas”. Además, valdrá la pena profundizar con él sobre qué hace un productor en una película. Porque esta vez, además de actuar, Darín produce.
“Sí, es mi primera vez, aunque yo, cada vez que me dejaron, obvio, siempre fui de interesarme por los múltiples detalles que hacen a una película. Junto a mi hijo, el Chino, y dos amigos -Federico Pasternak y Matías Ariganelloarmamos una productora. Y por suerte, la gente de Patagonik, que es la productora principal del proyecto, nos convocó”.
Un axioma/broma habitual entre los actores con muchos rodajes en el lomo dice “Nos pagan para esperar”. Ahora sí, la luz es la que esperaba Vera, que transmite una paz poco habitual para un rodaje. En cambio, es muy fácil diferenciar al equipo técnico de los extras: es una cuestión de ritmo. Los asistentes siempre están apurados, siempre le están diciendo algo a un walkie talkie (“¿me copiás?”) y (casi) siempre portan un rollo de esa cinta adhesiva gris con las que parecierason capaces de arreglar el mundo. Los demás -exceptuando cronista y fotógrafo de este diario-, son extras. De no estar haciendo como
que..., suelen intercambiarse información respecto a futuros rodajes, lo más cerca posible de la mesa bien regada de café, gaseosas y sandwiches de miga.
Suena el “¡Acción!” de rigor y Darín y Morán dejan de hablar de cosas personales para meterse en su personaje. Tienen que saludar a su hijo con esa mezcla de felicidad y tristeza que ponemos cuando el nene, ya mayor, viaja solo. Levantan la mano, dicen chau, cuidate; ella, incluso, se seca un par de lágrimas con un Kleenex. Otra mentira, por supuesto: en realidad
saludan a nadie; el hijo (Andrés Gil) no está, para el plano que están filmando no es necesario.
Esta será la segunda vez que Darín y Morán trabajen juntos. La primera, fue en Luna de Avellaneda, de Juan José Campanella. “¡Imaginate, síííí, tenía muchas ganas de volver a trabajar con Ricardo!”, dice Morán sin dudar. Y enseguida, con naturalidad, surge el tema Oscar. Aclara que no vio mucho, “porque hoy me pasaban a buscar a las seis y media”, y se alegra especialmente por el Oscar a Frances Mcdorman. “Además de ser una actriz tremenda, fue muy generosa conmigo cuando la conocí en San Sebastián, en 2011. Yo estaba por hacer Buena gente, una obra que ella había hecho, y me tiró muy buena onda”, recuerda.
Otro axioma, pero éste fuera de broma, es el que sostiene que “Darín corta tickets”. Bueno, Darín no coincide. “Y creeme que no es falsa modestia -aclara-. Sencillamente porque es imposible saber las razones por las que alguien se ducha, se viste, va al cine y decide ver tal o cual película. El éxito o no depende de múltiples factores. Además -se ha dicho, pero es cierto-, ninguna otra actividad artística se hace tanto en equipo como el cine. Más que en un actor, yo creo en las combinaciones químicas”.
Por cierto, de ese trabajo en equipo hoy vimos apenas una mínima parte. Una película empieza siendo una idea, luego un guión, que se corporizará uniendo planos y secuencias que forman escenas, y escenas que componen la historia. De ese rompecabezas, en esta jornada de más de 10 horas -arrancaron 7.30- vimos apenas una pieza: ocho planos que, montaje mediante, serán apenas un minuto y medio en pantalla.w