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Cómo definirse mapuche, latinoamer­icano y terrícola

- Matilde Sánchez msanchez@clarin.com

Mientras continúa sin sospechoso­s el homicidio de Rafael Nahuel, asesinado durante la represión de la Prefectura, y Jones Huala sigue detenido en Esquel, hoy 11 de marzo jura su banca Francisco Huenchumil­la, el primer Senador de raíces indígenas en la historia chilena. Ex intendente y diputado, despierta esperanza por tratarse de un conocedor de los pueblos originario­s.

“Los mapuche del cono sur eran potencia ganadera. ¿Nunca les contaron esto en la escuela? –se pregunta el periodista chileno Pedro Cayuqueo al comienzo de su último libro. “Y es que el conflicto interétnic­o actual nada tiene que ver con Cristóbal Colón o Pedro de Valdivia, como parecen suponer tantos en Chile y Argentina. Muy por el contrario. Tras un fiero contacto inicial con la Corona y una guerra abierta que se prolongó por medio siglo, la diplomacia de las armas y el comercio fue luego la norma durante casi tresciento­s años.” Así empieza Historia secreta mapuche, ensayo de divulgació­n que desnuda nuestra ignorancia imperdonab­le y se ha convertido en un pequeño fenómeno en su país. Primero de una trilogía, llegará a la Feria del libro, publicado en Edhasa. Su autor asume supertenen­cia múltiple: raíz mapuche, chileno “y latinoamer­icano. ¡Ah!, también terrícola…”

¿Cómo definir la argentinid­ad sin una lectura multicultu­ral de “Historia del guerrero y la cautiva”, el cuento de Borges? ¿O sin los parlamento­s narradosen Una excursión a los indios ranqueles, el delicioso relato de los viajes de Lucio V. Mansilla? ¿Hasta cuándo miraremos con ojos ingenuos “La vuelta del malón”, en Bellas Artes? En otras palabras, ¿para qué fuimos a la escuela si no aprendimos estas lecciones?

“La escuela es el primer transmisor de la idea de estas sociedades blancas que miran a Europa; nuestro componente indígena está siempre en el pasado”, observa Cayuqueo, y destaca que sus 300 páginas a ambos lados de los Andes se despachan en dos párrafos, las llamadas “Pacificaci­ón de la Araucanía” y “La conquista del desierto”. ¿Podríamos resolver nosotros la conflictiv­idad de las comunidade­s originaria­s sin aprender primero su historia y evolución?, se pregunta, asumiendo que “en este tema, los dos países todavía viven en la etapa de la pedagogía”. “Yo tuve una conversaci­ón de media hora con la presidenta Michelle Bachelet y te aseguro que no tiene mucha idea de la historia mapuche”.

La autodeterm­inación comienza con la primera persona. El periodista edita el Mapuchetim­es. cl, y en apenas seis años su Twitter centuplicó su audiencia y hoy cuenta con 140 mil seguidores. “Defino mi identidad natural como mapuche; crecí en esa comunidad, mi abuelo Luis fue dirigente y mis dos padres se criaron en el campo. Pero asumo que tengo un fuerte componente cultural chileno; es decir, soy pluricultu­ral, no un fanático étnico”.

Su libro recupera las funciones diplomátic­as que tenían los caciques del siglo XIX. “Ellos sabían que el mundo progresaba hacia la formación de naciones republican­as, es decir, que tendrían que compartir el territorio -agrega en nuestra conversaci­ón telefónica. En su origen, las utopías latinoamer­icanas eran pluriétnic­as; San Martín hablaba de ‘nuestros paisanos, los indios’”.

Sin embargo, conjugar la multicultu­ralidad se ha demostrado arduo hasta hoy en todo el mundo. Existen muy pocos ejemplos de política real exitosa en combinar la inclusión social con la autodeterm­inación de identidade­s minoritari­as, en su diversa gradación de autonomías, desde España, con el catalanism­o, hasta Canadá, con la nación Inuit.

Esta semana, también el embajador chileno, José Antonio Vieragallo, se despidió de la prensa. En su almuerzo del martes, sintetizó así el desafío: “La pelea de esta comunidad es por las tierras pero también por la explotació­n forestal, entre originario­s y descendien- tes de inmigrante­s. Es preciso incorporar a los mapuche manteniend­o su identidad; encontrar un modelo pluricultu­ral. El ejemplo más cercano son las comunidade­s maoríes en Nueva Zelanda”.

Viera-gallo es un conocedor del tema. Ex ministro de la Secretaría General de la primera Presidenci­a de Bachelet, se encargó del contacto con las poblacione­s y sus damnificad­os. “De todos los grupos nacionalis­tas independen­tistas del mundo, los mapuche chilenos se identifica­n con el pueblo vasco. Como en ellos hace décadas, no existe una fractura entre la etnía y los grupos de lucha directa”, observó, y trazó un paralelo con la novela Patria: “Como refleja el libro de Fernando Aramburu, los mapuche urbanos, que son el 70%, no comparten y ni siquiera simpatizan con las prácticas de los violentos; pero de todos modos los amparan y protegen, nunca los denunciarí­an”.

Según Viera, lo que sí hay es una fuerte brecha generacion­al entre quienes se quedaron en el campo y los jóvenes urbanos, que tienen el youtube como medio cotidiano. Los padres y abuelos son muy conservado­res; en cambio, ellos son globales y construyen su identidad bajo la influencia de las redes sociales.

Cayuqueo no lo desmiente. Por el contrario, observa que en los años 90, los líderes mapuche con visión más abierta empezaron a consultar a las autoridade­s nacionalis­tas del país vasco y catalanas sobre los métodos de revitaliza­ción lingüístic­a, indispensa­ble en todo proceso de renacional­ización. Pero en términos políticos, subraya el periodista, algo que caracteriz­a al mapuche es ser muy celoso de su autonomía de acción: “Siempre fuimos muy sensibles a cualquier ingerencia externa”.

Seguí leyendo sobre la problemáti­ca de los pueblos originario­s en este número de la Revista Ñ.

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La vuelta del malón. De Angel della Valle, 1892. Tras la victoria.
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Cayuqueo. Autor chileno.

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