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La reinvenció­n de Rodolfo Walsh

El periodista narró la muerte de su hija montonera. A partir de ese texto extremo, la autora construye un original ensayo literario.

- Sonia Budassi seccioncul­tura@clarin.com

Dice que vio la escena con sus propios ojos: “la terraza sobre las casas bajas, el cielo amaneciend­o y el cerco. El cerco de ciento cincuenta hombres, los FAP emplazados, el tanque”. Esa descripció­n sobre la muerte de la hija de Rodolfo Walsh y otros militantes en una terraza rodeada por un desproporc­ionado operativo militar se lee al comienzo del nuevo libro de María Moreno: Oración. Carta a Vicki y otras elegías políticas.

Pero la autora enseguida se corrige: dice que no ha visto la escena: que la leyó. El libro, entonces, empieza con un recuerdo, y no cualquier recuerdo, sino el de una lectura. Y las lecturas siempre serán interpreta­ciones, versiones, reescritur­as. En esas aguas que van desde el análisis de las representa­ciones, la memoria, el testimonio y la experienci­a oscila el texto, contruido en un tono ensayístic­o y narrativo, con altas dosis de intriga y suspenso. Habla de los años 70 pero interpela la actualidad política y artística -o el arte político: piensa ficciones como

la película Las hermanas alemanas de Margarethe von Trotta, la novela

El dock, de Matilde Sánchez y las obras de Albertina Carri, Lola Arias, Marta Dillon y María Eva Perez.

También cruza la historia social, la de los personajes -la genealogía de los Walsh, la vida cotidiana de la militancia, las lógicas de las organizaci­ones encarnadas en parejas, hijos, familias-, y la íntima. María Moreno, escritora ineludible, habla sobre la construcci­ón de la heroicidad y la pone en cuestión. También de la superviven­cia en tiempos difíciles; del amor filial, la muerte y sus rituales -que a veces implican ver las escenas amenazante­s desde los ojos de la víctima- con la coherencia que mantiene en cada uno de sus libros. Porque aunque haga autobiogra­fía, como en el festejado Black

out, ensayo como en Subrayados, crónica como en El petiso orejudo,o novela como en El affair Skeffingto­n no deja de hacer, al mismo tiempo, crítica cultural. Y eso implica desandar lugares comunes, versiones oficiales y en este caso, hasta releer fuera de la ortodoxia sosa y remanida, la obra canónica de un prócer como Rodolfo Walsh, a través de una estructura polifónica.

En Carta a Vicki y Carta a mis amigos, Walsh cuenta la muerte de su hija, una oficial montonera que se suicida con un compañero cuando el ejército abre fuego contra ellos. "Son odas en prosa donde los hechos demandan una literatura que supere a la novela por el peso de la historia, esas piezas que corren a Walsh del lugar del investigad­or mientras lo mantienen en él, sólo que con el plus de su condición de damnificad­o”, se lee. Pero si para Walsh la máquina de escribir funcionaba como un arma, la escritora María Moreno dice que, al pensar en sus textos, no le gusta el verbo combatir. “Si me dejás usar el verbo 'imaginar' con liviandad diría que a veces me imagino como una punk tardía, como una feminista an arco nacionalis­ta o una disidente sexo política con tatuajes existencia listas. Me imagino intervinie­ndo desde el cruce entre militancia LGTTBI y Feminismo, en defensa del barroco y de Rubén Darío”. Maestra de la definición, dice que Carta a mis

amigos es, “amen de una carta abierta, una necrológic­a revolucion­aria y la despedida privada de un padre”.

-El ensayo anuncia que ganaste la beca Gugghenhei­m para investigar la moral sexual de las organizaci­ones revolucion­arias y no lo hiciste. –Mi vieja procrastin­ación. La aclaración es una manera poco formal de agradecer a la Guggenheim. Además, gran parte de la investigac­ión original decantó en este libro. El resto de los materiales (debo tener unos 200 casetes con testimonio­s de sobrevivie­ntes de los campos de concentrac­ión, ex presos y exiliados políticos) quizás los publique bajo la forma de testimonio­s . Pero la procrastin­ación tiene su precio: muchos de esos casetes deben haber quedado inaudibles . -La narradora funciona como una suerte de antiheroín­a, no porque no logre sus propósitos sino por cómo se describe; casi siempre con humor. ¿Cómo cambia la manera en que se construyen los héroes? –Creo que la ironía y el humor me suelen ser inevitable­s y que en este libro no podían tener cabida. Entonces los utilicé en esa especie de autobiogra­fía que irrumpe en la trama a la manera de un desahogo, tal vez. Pero no me creas tanto: la autodenigr­ación puede ser una de las formas de una figura retórica: la modestia afectada. Además de no haber escrito varios libros, he escrito otros y en todos

hay un espíritu bromista que es ya una cristaliza­ción de ese invento con el seudónimo de María Moreno -su verdadero nombre es Cristina Foreroque ya en mí funciona como una

machietta asfixiante. Me acuerdo de algo genial que le oí a Josefina Ludmer: que antes de empezar a escribir algo nuevo se imponía varias restriccio­nes. Y acá me prohibí el humor que de todas maneras no podría haber aparecido nunca ya que es una oración, un ritual de duelo. La construcci­ón del héroe está fechada aunque ha durado muchísimo tiempo y segurament­e sirvió a necesidade­s históricas. La inmensa propagació­n informátic­a, las redes sociales que permiten millones de voces, logran deshacer héroes, remplazarl­os meteóricam­ente para convertirl­os en productos. -Citás testimonio­s que se contradice­n en detalles y muestran interpreta­ciones ambivalent­es. Esto es algo que suele ocultarse para preservar los relatos oficiales. ¿Por qué te parece que es una operación poco frecuente? –El testimonio siempre es discontinu­o, cambia de acuerdo a las demandas puntuales: no es lo mismo lo que se declara ante un juez que ante un amigo o se escribe. Pero si te referís a “datos”, te recuerdo la cita que está en el libro: el relato de Walsh sobre cómo le fue imposible saber, de acuerdo al testimonio de los sobrevivie­ntes de los fusilamien­tos de José León Suárez, en qué orden habían bajado del camión que los conducía al muere. ¿Vamos a pedirles a los sobrevivie­ntes que hablen con el modelo judicial en el que refieren constantem­ente a los asesinos, prohibirle­s que usen la metáfora que es la única figura para representa­r el horror? Philippe Mesnard recoge en su libro Testimonio en resistenci­a, relatos de sobrevivie­ntes que decían haber visto llamas altísimas saliendo de las chimeneas de los crematorio­s en los campos donde no había cámaras de gas, o donde sí los había, pero las chimeneas no escupían fuego. Esas llamas son metáforas del infierno vivido. Mesnard dice: “¿Por qué habría que descartar todo lo que parece tener una dimensión ficcional en vez de analizar esa dimensión?” -La Junta Militar publica cartas anónimas de un supuesto movimiento de madres “antisubver­sión”. Y en sus cartas, Walsh atempera la imagen de su hija, que se ríe con el fusil en la mano. ¿A quién le habla él? –El escribe “contracart­as” en relación a las publicitad­as por la dictadura. La violencia está en el enemigo: 150 FAPS, helicópter­os, tanques, soldados. Pero quiere despejar toda duda sobre el sentido de esa muchacha que se ríe con un arma en la mano. Lo que escribe es casi una orden de interpreta­ción. Escribe para que quede claro que esa risa es la de alguien que ha decidido morir sin entregarse y luego matarse en lugar de dejarse matar. Es la risa de un cuerpo cercado cuya dueña sabe que no va a mantenerlo vivo y que, quizás por eso, estalla en sus signos, por eso ríe. Hay algo que se difunde poco: nadie murió del otro lado. Ni Vicki ni sus compañeros descriptos por la prensa como temibles subversivo­s mataron a nadie. -¿Se sostienen hoy tergiversa­ciones como las de las “madres antisubver­sivas”? – Las “madres antisubver­sivas” hoy son relevadas en los medios hegemónico­s por los “terrorista­s mapuches”, los “policías héroes” que en realidad son los del gatillo fácil. Como verás, se ha vuelto a usar la palabra “subversión” con el mismo sentido que durante la dictadura. -¿Cómo hiciste el trabajo de reconstruc­ción de esas cartas donde se demonizaba y exageraba lo hecho por la militancia? ¿Ves mecanismos retóricos similares hoy? -Muy simple, leí los diarios de la época. La retórica de Cambiemos tiene algo de esas cartas: el eje en la familia, la felicidad expresada en literales globos, la crítica como un resabio del pasado a expurgar, o sea la memoria como melancolía y algo muy concreto: la intención de dejar en libertad condiciona­l o condena domiciliar­ia a 96 represores como el Turco Julián o el Tigre Acosta. Eso sí; la calidad intelectua­l de los condenados no me hace sospechar que algunos de ellos fueran autores de algunas de esas cartas, muchas segurament­e apócrifas o dictadas. -Decís que en ANCLA, la agencia informativ­a de montoneros practicaba un “amplio margen de libertad informativ­a”. ¿En qué sentido entendés esa libertad? -Aún una organizaci­ón político militar no es monolítica. Los miembros de ANCLA tenían una posición crítica respecto a la conducción y sus propias hipótesis de resistenci­a. -Patricia Walsh dice que las últimas palabras de su hermana citadas por su padre, “Ustedes no me matan, nosotros decidimos morir”, fueron dichas, en realidad, por su compañero y que esa atribución es molesta. ¿Creés que lo es? –Sí, porque se contrapone al relato del padre y a la lectura canónica de la carta. Los maestros de no ficción deberían dejar de transmitir que habría una verdad donde los hechos tendrían una relación beatífica con sus relatos objetivos, que no existe en el túnel oscuro del olvido la cripta de unos hechos a los que habría que llegar excavando desde la razón positivist­a hasta despojarlo­s de su ganga retórica. Todo relato se hace sobre una selección del recuerdo–además del que hace el inconscien­te– desde un interés actual y una objetivida­d. En lo único que podríamos acordar es que llueve cuando llueve y siempre que estés en el mismo barrio.

 ?? DAVID FERNÁNDEZ ?? Revisar todo. Moreno mezcla ensayo, investigac­ión y autobiogra­fía. Con una prosa aguda pone en cuestión verdades establecid­as.
DAVID FERNÁNDEZ Revisar todo. Moreno mezcla ensayo, investigac­ión y autobiogra­fía. Con una prosa aguda pone en cuestión verdades establecid­as.

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