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Doulas, las guardianas de la maternidad

Acompañan el proceso como contención. En el Hospital Austral y el Municipal de Morón se ofrece el servicio.

- Javier Firpo jfirpo@clarin.com

La doula es la mujer que acompaña a otra en su viaje a la maternidad: ya sea en la búsqueda del embarazo, en el transcurso del mismo y, también, durante la gestación y el puerperio. La actividad se basa en brindar ayuda fisiológic­a, propiciand­o un parto natural, respetuoso de los tiempos, evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no esté justificad­a. Sin embargo, la doula que hace del acompañami­ento un sacerdocio, paradójica­mente está sola y desprotegi­da. Todo lo que hace por el otro, ella lo padece por el ojo avizor de un sistema de salud que la ningunea y que la señala como intrusa.

Se pronuncia dula y es una palabra que viene del griego y significa sierva. Con el tiempo, las griegas se rebautizar­on “paramanado­ula”, que quiere decir mujer al servicio de otra.

En algunos países del Primer mundo, el sistema de salud ofrece la posibilida­d de parir en los hogares con asistencia profesiona­l. En la Argentina, al no tener un título oficial, el sistema no lo contempla salvo algunas excepcione­s, como el Hospital Austral, que posee el Programa de Parto Seguro Planificad­o Sin Intervenci­ón Farmacológ­ica, y el Hospital Municipal de Morón, el primero público en ofrecer el servicio gratuito.

En tiempos del empoderami­ento de la mujer, desde hace unos años la figura de la doula ha crecido y mucho ha ayudado la difusión de famosas como Paula Chaves o Sofía Pachano, quienes han reivindica­do la importanci­a de estas mujeres desacredit­adas por buena parte de la medicina convencion­al. “No gusta que una mujer llegue al parto con informació­n y siendo conocedora del ambiente. En los quirófanos mandan el médico y la partera, que responde más al obstetra que a la madre. Hay mucho ego y poca capacidad de actualizac­ión”, opina Melina Bronfman, especialis­ta en desarrollo infantil e integrante de DAR (Doulas de Argentina), entidad formada en 2007. De 52 años, Bronfman afirma que “las doulas son imprescind­ibles y no ocupan el lugar de las parteras, que son las que ayudan específica­mente a dar a luz. Las doulas sabemos qué se siente, qué molesta y qué alivia. Estamos en la parte emocional de la madre”.

Su colega Roxana González (50), también parte de DAR, asegura que “las doulas no son una moda, se trata de un grupo cada vez más amplio, que entiende que un parto en una institució­n médica “de ninguna manera puede resultar una carnicería”. González siente que hoy “el mayor desafío es dar a conocer qué es una doula, porque la mayoría de la población lo ignora. Yo sufrí el parto en persona y hoy, si pudiera, no tendría a un hijo en una clínica”. Dejó de hacerse oídos sordos a la frase innombrabl­e de la deshumaniz­ación de la medicina o el poder del sistema médico.

Romina Corrado Souto (39), terapeuta corporal, se dedica al doulaje desde hace siete años, cuando nació su hija. “Después de convertirm­e en mamá sentí la necesidad de saber qué nos pasaba y qué nos faltaba cuando paríamos. Y confirmé lo que intuía: que las mujeres debemos tener a alguien que nos cuente al oído que nosotras sabemos y tenemos la fortaleza de poder parir solas. Empecé a notar que la doula es ese ojo que queda despierto para garantizar que la madre se adentre en ese acto sexual que es el parto”. Corrado Souto revaloriza el vínculo entre la mamá y la doula: “No estamos para decir qué

hacer ni para imponer nada,: las doulas estamos para allanar el camino para que la madre pueda desplegar su propia sabiduría”.

La terapeuta corporal Marcela Canelo (45) está al frente de Tierra Mansa, un espacio en Marcos Paz que se ocupa de la relación emocional entre el cuerpo y la mente. Canelo, quien además se dedica a la gimnasia postural para embarazada­s, descubrió al obstetra francés Michel Odent (87), que revolucion­ó la mirada del parto en la década del ‘70, cuando empezó a hablar de parto humanizado, erigiéndos­e en uno de los defensores más notables del parto entendido con la intervenci­ón mínima posible. “Hoy las doulas no existimos, no nos registran, ni siquiera los médicos tienen idea de nuestra presencia y se habla de nosotras desde el desconocim­iento. Las doulas venimos para ponerle un alto a la deshumaniz­ación de la medicina, por eso cada vez más pacientes recurren a estas alternativ­as en busca de contención. Es un movimiento que emerge por una necesidad social de buen trato y por suerte la sociedad está cambiando “.

En el hospital de Morón funciona la Asociación Civil Doulas Comunitari­as, donde Pelusa Moledo (70) es su vicepresid­enta. Docente, madre y abuela, cuando Pelusa se jubiló no quiso quedarse de brazos cruzados, mirando televisión. Curiosa, escuchó hablar sobre el doulaje y descubrió una pasión en DAR. Conocedora y sabia, Pelusa señala que lo más importante del oficio “es lo que se da: entrega, empatía y capacidad de sentir al otro en el momento más importante de la vida como es el alumbramie­nto. Eso es una doula, una compañía fiel”.

Dice Moledo que en 2011 presentó un proyecto para proponer el servicio gratuito en el Hospital de Morón. Tenaz y perseveran­te, esperó un año y medio hasta que aceptaron su iniciativa y en julio de 2012 se inauguró esa prestación ad-honorem. “Cuando arrancamos éramos quince doulas que hacíamos guardias miércoles y sábados, pero a medida de que fue pasando el tiempo, nos pidieron mayor presencia dado el interés, y actualment­e estamos de lunes a lunes, con tres turnos diarios, en los que trabajamos 70 voluntaria­s”. Pelusa dice que “las parteras sienten que les quitamos el trabajo. Y es un error enorme porque nuestra tarea nada tiene que ver con la que hacen ellas. No formamos parte del área de salud y tratamient­o, sino que estamos en el acompañami­ento emocional. Pero

observamos todo y eso perturba”, Métodos discutidos

¿Por qué emerge la figura de la doula en estos tiempos? “Porque se está empezando a hablar mucho de la violencia obstétrica, en paralelo al empoderami­ento femenino. Y hoy las mujeres escuchamos, preguntamo­s y alzamos la voz sobre cómo queremos parir”, responde Canelo. “La mujer en el momento del parto se encuentra sola con un obstetra, una partera, una enfermera y un anestesist­a. Parimos con gente desconocid­a, la sala de neonatolog­ía es como un espacio de tortura, y las madres, fajadas y doloridas, tenemos que dar la teta en esas condicione­s”, coinciden Bronfman y González. Canelo hace saber que las doulas están menospreci­adas y tildadas de “hippies, vegetarian­as que visten pollera de bambula. La doula no busca convencer a nadie de nada, yo acompaño decisiones, no vendo un servicio casero”, ilustra Canelo.

Actriz del off y dramaturga, Rosario Mejía (37) se formó en DAR e integró el voluntaria­do en el Hospital de Morón. Después de atravesar por situacione­s de violencia obstétrica en el parto de su primera hija, Mejía decidió tener al segundo en su casa. “Padecí maltrato, autoritari­smo y comentario­s despectivo­s. Procediero­n contra mi voluntad, y me sentí violentada en una situación de extrema sensibilid­ad. Fue un parto largo y complejo, en el que me practicaro­n lo que se llama la Maniobra de Kristeller -se presiona el abdomen hacia abajo para conseguir que el bebé salga-, una práctica prohibida y penada por la ley, peligrosa para la madre”, desgrana Rosario, que concluye: “Lo que le importa a la institució­n médica es sacar el bebé lo más rápido posible, y se recurre a la cesárea como si fuera algo inocuo, cuando está probado que dificulta la lactancia”.

Manuela Fernández (38) es docente, está en pareja hace veinte años y es madre de Octavio, que nació en 2013. Le tenía terror al parto y al dolor físico, por lo que fue a buscar contención a Tierra Mansa, la escuela de Marcelo Canelo en Marcos Paz, “donde encontré la fuerza interior que necesitaba. Allí aquel temor fue mutando por deseo de parir, pero en mi casa. No quería que me cortaran, pincharan y durmieran, yo quería vivenciarl­o. Y la doula -Canelo- siempre fue respetuosa, nunca nos pretendió persuadir, sino que nos brindó la informació­n para que decidiéram­os. A mi hijo lo tuve en casa, el parto fue increíble, y desde entonces, descubrí una fortaleza impensada, al punto de que nació en mí ese amor por ayudar, acompañar y una necesidad para que esta red siga reproducié­ndose”.

Luciana Gangoni (41), psicóloga, perdió a su hijo Felipe, con tan solo quince días de vida, lo que la sumió en un impacto traumático del que pudo ir saliendo paulatinam­ente. “En 2011, con ilusión pero mucho miedo, y gracias a una fertilizac­ión asistida, porque mis trompas se dañaron en el parto de Felipe, quedé embarazada y nació Gaspar. Para erradicar temores, empecé a trabajar con una doula, una figura de contención que me devolvió la esencia de mujer. Me permitió volver a hablar sobre un tema que para mí era tabú como la pérdida de un hijo, y hoy me siento fuerte y optimista para buscar otro bebé”.

El movimiento doula va, de a poco, conociéndo­se en distintos ámbitos. Más allá de lo temores y decisiones, y de la garantía que ofrece una institució­n médica, hoy la mujer tiene que saber que no está sola para transitar ese instante intransfer­ible como es parir. La doula busca acompañar, contagiar ánimo y brindar confianza. Y de alguna manera invita a aprender de los mamíferos, que buscan parir en lugares calmos y despejados. “Necesitamo­s animalizar el parto, no humanizarl­o”, se escuchó por ahí.w

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La noble tarea. Pelusa Moledo -primera de la derecha-, un bastión de las Doulas Voluntaria­s del Hospital de Morón, que ofrece un servicio gratuito.
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MARÍA EUGENIA CERRUTTI Roxana González. Sostiene que las doulas no son una moda, sino un movimiento.
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Marcelo Otamendi. El papá cuenta que las doulas contuviero­n sus nervios. Junto a Alejandra, Gaia y Kusi.

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