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“Me encanta acompañar al maestro que está en llamas”

Con un libro que ofrece estrategia­s para docentes y padres, recupera el valor del juego en la educación.

- Paula Conde pconde@clarin.com

Sin perder la seriedad, Luis Pescetti es capaz de sentarse en una sillita de madera diminuta y para chicos para hablar de libros, juegos, música y lectura. Será entonces por esa naturalida­d que con los años, estudio, esfuerzo, imaginació­n y muchos acordes de guitarra logró crear un vínculo dinámico con los niños: cuando él les habla, cuando él les canta, cuando él les cuenta una historia, únicamente ese momento –y nada más- existe entre ellos. Pura complicida­d. Mientras trabaja en su próximo disco y con más de treinta libros publicados –para grandes y chicos- ahora vuelve con Una que sepamos todos, un texto destinado a docentes y padres que busquen recursos para divertirse con los chiquitine­s: desde juegos con palmas, canciones (incluye pentagrama­s) hasta anécdotas y un repaso por sus ideas sobre la niñez, el juego y la música. Es que si hay algo que quiere dejar en claro este hombre de espíritu lúdico y mirada cristalina es que los chicos son “detectores de entusiasmo”.

- La mayoría de tu producción está destinada a los chicos, ¿por qué este libro para padres y docentes?

- Me encanta acompañar al maestro que está en llamas y que mañana tiene que dar una clase. Estuve muchos años en ese lugar y sé que hay mucho material teórico que después el maestro en el aula no puede traducir. Quería acompañar la práctica con experienci­a y reflexión.

- ¿Cuál es la importanci­a del juego?

- El valor del juego es la vitalidad, el entusiasmo y la alegría de vida. Los chicos son detectores de entusiasmo. El juego es ese momento que no se ciñe únicamente a lo eficaz, mínimo y necesario para cumplir un objetivo. Es cuando lo floreás. Estás preparando una torta y cantás y bailás, eso es juego. ¿Tenías que hacer eso estrictame­nte? No, pero enriqueció el momento.

- Mencionás que el juego es percibido como una pérdida de tiempo.

- Pensá cuántas veces y durante cuánto tiempo a un chico se le dice que se quede quieto o sentado o atendiendo algo y con lapsos de tiempo regulado. Es enorme.

- ¿Y eso no es “la educación”?

- Pero es lo contrario a lo que necesita la dinámica del chico. Lo ideal es más parecido a la escuela de campo que a la de ciudad. Con más espacio, más potrero. El juego está ligado a la semilla de la creativida­d.

- También le das importanci­a a la música, ¿cómo fomentar su gusto?

- Con diversidad. Siempre parece que hay que fomentar la lectura, pero la música también. Hay muchos tipos de música, la que te gusta, la que no conocés, la que te parece terrible. Hay que darse un tiempo.

- ¿Pensás que se dan esos tiempos?

- Creo que sí. Muchos de los papás con los que hablo tienen su momento de lectura por la noche con el hijo y es su descanso. Igual, los chicos se quejan de que a los papás les cuesta largar el celular en la casa.

- ¿Cómo influye la tecnología?

- Hay más competenci­a para la lectura: de entretenim­iento muy fuerte, que demanda poco esfuerzo, que es atractivo y genera adrenalina inmediata. Y la lectura tiene una emoción más suave de aparecer.

- También decís que los padres no deben inhibirse si desafinan al cantar, porque el chico sólo quiere escuchar la voz del padre o la madre.

- Sí, porque el chico presta atención a “mi mamá estaba cantando” no a que sea María Callas. El área de la música más que ninguna se convirtió en una híper especializ­ación, cuando en realidad en la cocina sigue ganando la comida de la abuela a la del restorán caro. En la música no pasa. Tenés que compartir con tus hijos tus gustos, tu legado, y por otra parte, no correrte del lugar de saber y decir “no sé cantar”. Le va a dar fuerza al chico para conocer el mundo si en la casa están amorosamen­te orgullosos de lo que tienen.

- Con tantos viajes y visitas a escuelas, ¿qué pasa cuando faltan recursos materiales?

- Hablo de dos pobrezas. Está la pobreza de recursos materiales, cuando en la escuela faltan cosas y tenés que enriquecer­la de estímulos. Pero un maestro con entusiasmo en una escuela sin recursos es más fácil que un maestro sin entusiasmo en una escuela con muchos recursos. La cultura es que tu mundo aloje el mundo del otro, que no sea un extraño. Cuando una escuela tiene esa otra pobreza, que puede ser de mentalidad, también es una pobreza.

- ¿Qué significa “pensar a los chicos como marcianos” o a “los adultos como inmigrante­s”?

- En general, la idea que hay de los chicos es bastante estereotip­ada. Un chico no es la vida que empieza, es la totalidad de su vida para él en ese momento. No hay que hacer una aproximaci­ón del estilo “los chicos son caprichoso­s”, “son una página en blanco”. Lo del inmigrante es una metáfora. Si vos te imaginás como inmigrante, te va a resultar más fácil entender lo que siente un chico en un momento: qué te gustaría, qué te daría alivio, qué te daría miedo, qué necesitás. Eso mismo les pasa a los chicos y esas emociones son las que hacen empatía.

- Decís: “No hago humor sobre niños, sino sobre convivenci­a en familia”.

- El niño no es una abstracció­n para hacer “humor infantil”. El chico siempre está conviviend­o en situacione­s grupales, en la escuela o en familia. Y la convivenci­a en familia es muy graciosa. Di este ejemplo muchas veces: estoy en un semáforo y pasa una mamá con dos nenes, uno mayor y otro menor, y el menor se retrasa y la mamá lo tironea. Y el mayor sonríe feliz, como diciendo “al fin lo está retando al otro”. Es una situación bien de familia sobre la que hago humor.

- ¿Los chicos son distintos según el lugar donde crecen?

- La gran diferencia está entre chicos de zonas rurales y los de zonas urbanas, por la cantidad de estímulos y porque los chicos de zonas rurales tienen más autonomía. Un chico de ciudad no va solo ni al almacén de la esquina. Es cierto que la ciudad tiene mucha oferta, pero también tiene menos autonomía.

- ¿Te escriben los chicos?

- Un montón. Al blog o al Facebook: “Dice mi mamá que soy como Natacha”, “dice mi mamá que cómo hiciste para saber lo que pasa en casa”, “tenés que hacer una canción sobre mi hermanito porque no lo soporto”. Son cosas muy tiernas, de una comunicaci­ón uno a uno, como si yo estuviera componiend­o sólo para él y él sólo hablándome a mí.

 ?? JUAN MANUEL FOGLIA ?? En busca de la creativida­d. Para este hombre de espíritu lúdico, los chicos son “detectores de entusiasmo”.
JUAN MANUEL FOGLIA En busca de la creativida­d. Para este hombre de espíritu lúdico, los chicos son “detectores de entusiasmo”.

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