Qiu, la Juana de Arco china
Entre las mujeres olvidadas por la Historia, está ella, Qiu Jin, la “Juana de Arco china”. Poeta, revolucionaria, y pionera del feminismo en ese país se las arregló para convertirse en referente ineludible de sus congéneres a pesar de lo corta que fue su vida: murió decapitada a los 31 años. Esas pocas décadas, sin embargo, estuvieron teñidas de una intensidad inimaginable para una joven de su tiempo. Nacida Qiu Guijin en 1875 en Xiamen, ciudad portuaria del sur, su familia pertenecía a la aristocracia local, con su padre funcionario del gobierno y su madre, miembro de una familia de profesionales. La infancia de Qiu y sus hermanos fue la de los jóvenes de su clase. Claro que, siendo mujer, lo de ella fue mucho más complicado: además de aprender a bordar debió vendarse los pies para evitar que éstos crecieran, práctica que se aplicaba a las nenas en la clase alta y la burguesía. Su espíritu rebelde empezó a germinar por esos días, junto con su amor por las letras. Sus poemas solían estar dedicados a las heroínas chinas y guerreras, a quienes soñaba con emular. La necrológica que le dedicó hace poco The New York Times, parte de los obituarios sobre aquellas mujeres que, mereciéndolo, nunca habían recibido el suyo, señala que Mulan (la misma de la película de Disney) era una de las figuras que Qiu estudió. Otro condicionamiento la sublevó: el casamiento que sus padres arreglaron para ella, en contra de sus deseos, a los 19 años, con el hijo de un rico comerciante, con quien fue extremadamente infeliz. Llegó a escribir que el comportamiento de este hombre era “peor que el de un animal...me trata como si yo fuera nada”, y renegaba del nulo interés de él por todo aquello que a ella la apasionaba.
La mudanza que emprendió años más tarde con su marido y sus dos hijos a Pekín, abrió otra perspectiva en su vida: entró en contacto con mujeres que compartían sus ideas libertarias, se acercó a la política y rompió con unas cuantas tradiciones: quitó el vendaje de sus pies, empezó a beber vino en cantidad, a vestirse con ropa de hombres y a entrenarse en el manejo de espadas. A los nueve años de casada abandonó a su familia y se fue a Japón con el dinero que obtuvo de la venta de sus joyas; esta salida del hogar le valdría ser considerada la “Nora” de China, en alusión al personaje de Ibsen en
Casa de muñecas. Allí ingresó a la Escuela Práctica para Mujeres de Shimoda Utako, y pasó a llamarse Qiu Jin, como se la conocería de ahí en más. La experiencia japonesa duró un par de años, en los que se relacionó con revolucionarios chinos, opositores al régimen manchú imperante en China. De regreso en su país, Qiu fundó Mujeres de
China, uno de los primeros periódicos dirigidos a ese público, y se convirtió en muy eficaz portavoz de la liberación femenina, la igualdad de género, de educación y de rechazo a tradiciones que implicaban sojuzgamiento. También se comprometió de manera directa en la política china. En 1907 se convirtió en directora de la escuela Datong en Shaoxing para la formación de revolucionarios en abierta oposición a la reinante dinastía Qing, en el poder durante más de dos siglos, a la que responsabilizaban, entre otras cosas, por el sojuzgamiento a que eran sometidas las mujeres. Fue al frente de esa escuela cuando Qiu se enteró de la ejecución de Xu Xilin, su amigo y fundador de Datong, por haber asesinado a su superior manchú. A pesar de las recomendaciones, no huyó: se la consideraba cómplice de Xu. Finalmente detenida, fue torturada y decapitada. Según algunos otros historiadores, Qiu en persona organizó una sublevación, circunstancia en la cual habría sido arrestada. Sea como fuere, su figura fue reivindicada, años después, como una de las más fervientes precursoras del feminismo y de la lucha por la igualdad de mujeres y hombres en su país,y su batallar, en condiciones tan desiguales, le valió el apodo con el que pasó a la historia: la Juana de Arco china.
Ya en Pekín, se quitó el vendaje de los pies, empezó a beber vino en cantidad y a manejar espadas.