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Semanas Santas en el cine eran las de antes

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Este fin de semana extra largo se parece, y mucho, a aquellos de hace unos cuantos años, cuando los cines de todo el país se llenaban, eran como un imán para atraer público.

Es que los distribuid­ores -los “dueños” de los filmes- guardaban las latas de las películas aguardando estos cuatro días.

Claro. No hace muchos años la gente cinéfila o sencillame­nte con ganas de ver una película, se agolpaba en Lavalle, la (ex) calle de los cines. De Lavalle al 600 (Luxor, hoy, una galería que no frecuenta nadie) al 900.

Claro. Si nos vamos a los ’70 y comienzos de los ’80, no había TV por cable, ni VHS, menos DVD, ni Internet ni nada digital que no fueran los dedos para abrir el maní con chocolate y ensuciarse los dedos.

Así que “la” salida de Semana Santa era ir al cine. A ver una o más películas.

Siempre había alguna(s) para chicos, y las produccion­es con nominacion­es al Oscar se “guardaban” para esta fecha. El premio de la Academia a veces se entregaba por abril, y al no haber manera de piratear las películas, los estrenos no eran globalizad­os y al mismo tiempo como sí es ahora.

Eran tiempos en que, por ejemplo, se estrenaba Apocalypse Now -con sonido Dolby, toda una innovación-. Durante la dictadura militar las películas tenían calificaci­ones más altas que las actuales, las hacía el nefasto Ente de Calificaci­ón. Y eran Prohibidas para menores, nada de Sólo apta para mayores. Y los que no teníamos 18 años, como no se podía ingresar con la compañía de un adulto... Mi viejo, que era cinéfilo, agarraba el auto y me llevaba al Autocine Panamerica­no a ver las “prohibidas”.

Ya en aquel entonces me parecía ridículo, y hoy, no puedo concebir, cómo vi la película de Francis Ford Coppola sentado en el Ford Taunus y con un parlantito de cuarta enganchado en la ventanilla de adelante. El sonido de la película es más que mera parte integrante del filme, pero era la única manera de verla -no digamos oírla- y por supuesto que no me quejaba.

Pero volvamos a Semana Santa. Las entradas en Lavalle, para las funciones de vermouth y las nocturnas solían ser numeradas. Por lo que había que venir hasta el Centro -nada de venta por Internet, ni telefónica- días antes para conseguir buena ubicación.

“¿Sacaste las entradas?” era la pregunta del millón. Porque en las boleterías estaban los tableros con las ubicacione­s, y uno le decía al boletero “déme ésas dos, pegadas al pasillo”. La práctica común indicaba que cuando salían a la venta las entradas anticipada­s, las mejores filas ya estaban sin los papelitos (que eran rosas, celestes o blancos) porque los boleteros las tenían debajo del mostrador y las revendían.

Los que vivíamos en el Gran Buenos Aires, no teníamos más remedio que acercarnos al Centro, a Lavalle, Corrientes o Suipacha. Los cines “de barrio”, que no daban una sino dos películas -una nueva, la otra, “reposición”- difícilmen­te estrenaran en simultáneo esas produccion­es. Se hacían pocas “copias” en fílmico, y les convenía más pasadas en el Centro y meter más público.

Lógica pura del negocio: luego esas copias iban al conurbano, y después, ya más deshilacha­das -de tantas pasadas algunas empezaban a rayarse- al interior.

Eran otras épocas, sí. No había campañas de marketing como las de ahora, que bombardean desde las redes ,las salas y la TV creando la necesidad -eso es el marketing- de ver tal o cual película. Hoy pasa con Un viaje en el tiempo, de Disney, que desde hace meses lanzó teasers y trailers por doquier.

La única campaña que recuerdo extensa fue la de La guerra de las galaxias (hoy, Star Wars para todo el mundo), pero no en Semana Santa. Por más que el filme en el que aparecían Luke Skywalker, Han Solo, una Princesa Leia muy en segundo plano y las naves espaciales eran vistas desde abajo por primera vez se estrenó en los Estados Unidos en mayo, aquí fue en Navidad de 1977. Y, ya lo contamos alguna vez, la Fox comenzó a publicar avisos en los diarios (¡!) en una cuenta regresiva que, hoy, impresiona: “Faltan 180 días para el estreno”, decía.

Eran tras épocas. Por suerte, este finde largo hay una de Spielberg. Buena, como la de aquellos años.

Los cines de Lavalle se llenaban. Y las películas “prohibidas” los menores las veíamos en el autocine.

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