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Esto no es un sandwich: es un trabajo en equipo

¿Cocinar para mejorar las relaciones en el trabajo? Periodista­s de Clarín lo probaron y una cuenta cómo les fue.

- Adriana Santagati asantagati@clarin.com

¿Cuánto conocés a tu compañero de escritorio? Lo ves todos los días, tomás mate, pero, ¿sabés de esos pequeños detalles que lo definen? Ni hablar del que está en otro sector, al que te cruzás en la fotocopiad­ora, con el que coincidís en la máquina de café... Y menos si tu compañero de trabajo está en otro edificio, en otra ciudad, en otro país.

Las empresas hace tiempo que descubrier­on que una buena manera de hacer funcionar a los equipos es sacándolos del ámbito cotidiano para que sus integrante­s se conozcan fuera de él. Ver las cosas desde otro ángulo te suma una perspectiv­a nueva que es esperable que luego puedas sumar a lo qué hacés día a día. Porque los equipos, está claro, se construyen.

De eso se trata el team building. De construir equipos. Lo hacen con actividade­s deportivas, jornadas de spa, family days. Hoy lo vamos a hacer con las manos en la masa.

Martes al mediodía. Somos seis integrante­s de la redacción de Clarín

que esperamos a la puerta del estudio de cocina de Diego Gaona, chef y periodista también él, propietari­o de una empresa de catering y cocinero en programas de TN y El Trece entre otros. Durante cuatro horas, vamos a tomar una clase participat­iva de cocina para preparar nuestro propio almuerzo. Y lo vamos a tener que preparar entre todos.

Nos ponemos los delantales rojos y Diego nos cuenta que sus encuentros de team building surgieron a pedido de una importante empresa de retail, en la que empleados argentinos y chilenos debían trabajar, codo a codo, de uno y otro lado de la cordillera. Pero se mataban: se escondían informació­n, no se contestaba­n los mails. En la cocina fue igual: lo que se escondían eran los utensilios. La clase terminó con un sermón del gerente general que les hizo ver todo lo que hacían mal. Se cocina como se vive, podríamos decir parafrasea­ndo al Flaco Menotti.

Nosotros no tenemos ningún conflicto que resolver pero, por las dudas, Diego nos dice que en todas estas clases los aprendices no manejamos cuchillos. Por las dudas.

Después de las presentaci­ones de rigor, empezamos a preparar una picada. Diego trae paltas para hacer un guacamole, a su manera: nos sugiere poner queso crema para suavizar la textura, tomate, cebolla morada y un toque particular, con naranja. Somos periodista­s y lo bombardeam­os a preguntas: que por qué naranja y no limón, que por qué el queso crema, que qué cuchillos hay que usar. El chef nos da consejos. Por ejemplo, qué hay que invertir en ollas de aluminio con teflón y en cuchillos.

Gabriel “El Polaco” Silveira, periodista de Autos, pisa sin prisa pero sin pausa las paltas y Gastón “El Pampa” Leturia, editor de Policiales, toma la tarea clave del guacamole: determinar cuánto picante ponerle. Mientras, Tea Alberti, editora de la Mesa Visual, graba videos y toma fotos para las Stories que acompañará­n a esta nota en Instagram. De a poco, alrededor de la mesa/mesada, se van definiendo los roles en este equipo: yo hice el scouting.

Mientras degustamos el guacamole y una picada que también armamos entre todos (elijan dos tipos de queso, dos fiambres, cherries y frutos secos, recomienda Gaona) nos ponemos a amasar. Vamos a preparar hamburgues­as caseras con un pan ídem. “El fin de semana las van a querer hacer en casa para la familia o los amigos”, nos vaticina el chef.

En un enorme fuentón de plástico, Diego pone la harina, los huevos (“se rompen de a uno en un plato”), la leche, el azúcar rubio, la levadura y, el hit, las semillas. Con Gimena Pepe Arias, periodista gastronómi­ca, forman la masa (no podemos competirle a la dupla experta) y ahora a nosotros nos toca la parte divertida: amasar. Hernán Mármol, redactor de tecnología, le pone empeño y Gaona le corrige la técnica. Después me toca a mí, que ya advertí que no me gusta trabajar con levadura. “¿Vos batís con máquina?”, me chicanea El Pampa, por la escasa intensidad de mis movimiento­s. Me enojo y Gimena acota: “Vamos a ser los únicos que llegamos unidos y salimos peleados”.

El pan es el gran desafío, donde se ve realmente la importanci­a del trabajo en equipo. Tenemos que hacer los bollitos. Pero unos los hacen grandes, otros chiquitos. “Tienen que ser del mismo tamaño para que se horneen parejo”, nos reta el profesor. ¿Quién cede? “Es como si unos hacemos una nota larga, otros cortas, todas distintas, no va”, compara Gastón. Y Tea, diseñadora gráfica, trae una de las discusione­s eternas de toda redacción: “Y después vengo yo y les digo que no hay espacio”.

El pan se va a levar y nosotros, a preparar las hamburgues­as. Gaona le da el crédito de la receta a Donato de Santis: dos kilos de picada especial, uno de bondiola, el toque mágico de un par de morcillas picadas, más huevos, pan rallado, cebolla y chimichurr­i. Todos amasamos, pero acá el que muestra destreza es el Polaco. El Pampa le elogia las dotes en la parrilla, hablan de asados, bromeamos con que el próximo tiene que ser un chivito, que tiene uno en el freezer de Santa Rosa, que el Polaco pone el auto y nos vamos todos para allá.

Para ponerle picante al asunto, Diego nos plantea una competenci­a: premio para la hamburgues­a más instagrame­able. Nuestro fotógrafo Diego Díaz registrará la competició­n y yo lo apuro al Pampa, que se anotó primero, porque se me enfría la hamburgues­a. Cumplida la parte del reality, nos sentamos a degustar nuestra obra. Mientras, Diego se va encargando de la mise en place del postre, unos rogelitos mínimos de masa de empanadas criollas. De nuevo, a sumar manos: algunos los arman con el dulce, otros preparan el glacé, otros los bañamos. Diego nos hace ver que eso, a mayor escala, es lo que hace un equipo en el servicio de un catering. Cuando están listos, foto de rigor cada uno con su postre y a saborearlo mientras el jurado Gaona-díaz elige la hamburgues­a premiada, y vivamos a los ganadores Silveira y Pepe Arias.

La clase terminó y, como nos había anticipado Gaona, se cumplió el objetivo de que fuera una actividad lúdica e integrador­a. Nos divertimos, nos conocimos más, descubrimo­s habilidade­s del vecino que me ceba mate todos los días a la mañana. “Pero para construir equipo en serio nos tenemos que volver a juntar”, tira Tea. Ya está puesto en negro sobre blanco: la próxima será cuando el Pampa ase el chivito.

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/ DIEGO DIAZ Todos juntos. El equipo de Clarín, con el chef Diego Gaona. Prepararon el almuerzo que después comieron: picada, hamburgues­a y rogel.

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