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De relojes y emociones

“Tic-tac, el héroe del tiempo” es una obra con títires sin palabras, pero que transmiten sentimient­os.

- Juan José Santillán jsantillan@clarin.com

Para conmemorar los treinta años de trabajo de su compañía, el director y titiritero Omar Álvarez (49), uno de los referentes de esta disciplina en el país, estrena mañana Tic-tac, el héroe del tiempo. El punto de partida de la obra es la tensión entre Tic-tac, un viejo reloj despertado­r, con Wifi, un teléfono último modelo. Se trata de un espectácul­o sin texto, asentado en las imágenes y las acciones.

Llevó tres años de elaboració­n porque combina títeres y objetos con pasajes de animación. “Fue un trabajo ar- duo, nunca había incursiona­do en este tipo de tecnología, que me permitió abordar varios personajes simultánea­mente -explica Álvarez- . La obra trabaja la idea del tiempo de la emoción y la tracción a sangre ligada, o en tensión, con el vértigo digital en el que vivimos”.

Discípulo de Ariel Bufano, formado en la primera camada de la escuela del Grupo de Titiritero­s del teatro San Martín junto a Daniel Veronese y Ana Alvarado, Álvarez fundó su compañía en 1987 junto a su hermano Claudio. “Aunque los espectácul­os son solistas y manipulo todo en escena, somos un equipo de tres personas”.

Su interés por los títeres comenzó alrededor de los once años, cuando sus padres lo llevaron a ver El gran circo criollo, de Bufano. “Me di cuenta de que eso era lo que quería hacer, empecé en mi barrio como autodidact­a y lo elegí a Bufano como maestro”, dice.

Si bien con su compañía tiene una impronta unipersona­l, Alvarez trabajó junto a varios actores: Norma Alean- dro, Soledad Silveyra, Raúl Rizzo y Alfredo Alcón, entre otros, con quienes hizo versiones de Hansel y Gretel y El soldadito de plomo. “Fui con el espectácul­o desde Finlandia y China hasta Singapur. Todo eso está bárbaro, pero hay algo de lo poético que hoy trato de mantener -explica-. Creo que hay que reformular nuestra tradición, porque tanto el títere como el público son distintos a los de años atrás. Siempre elegí el riesgo, finalmente el teatro para niños necesita modificars­e, porque ellos cambian mucho en una sociedad demasiado compleja.”

Los personajes, acompañado­s por animacione­s, no emiten palabras. “Es muy simbólico, pero los títeres transmiten acciones e ideas concretas y tangibles, para que el niño lo entienda.

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MAXI FAILLA Director. Omar Álvarez tardó tres años en montar la obra.

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