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El desafío de poder estar a la circunstan­cia de la altura

El cronista afrontó los tres niveles del parque de Benavídez: tirolesas, aprender a pisar sin suelo y poleas traidoras.

- Pablo Raimondi praimondi@clarin.com Producción: Daniela Gutiérrez

Vértigo. No es el clásico de Alfred Hitchcock, de 1958, sino lo que siento al borde de las alturas. Estremeced­or.

Esa sensación de “caída” y mareo, era algo que no experiment­aba desde hace varios años atrás, cuando me lancé en parapente desde el cerro Piltriquit­rón (El Bolsón, 1.200 metros de altura), pasé por distintas montañas rusas o me tiré cinco veces del Leap of Faith, un vertiginos­o tobogán de agua ubicado en Bahamas. Hasta intenté hacer bungee jumping -en un parque en Mar del Plata-, pero estaba clausurada la grúa plataforma.

A casi dos décadas de todas esas “locuras”, hoy, con un mínimo movimiento de un avión, transpiro como testigo falso. Y ni hablar de asomarme a cualquier balcón o trampolín.

Para combatir este trastorno de equilibrio decidí cortar por lo sano: ir a un parque de juegos en altura. Porque para (intentar) superar los miedos, primero hay que atravesarl­os. No hay grises, a ponerle el pecho.

Estoy en el Parque Aéreo Euca, un complejo con unos 110 juegos en altura. La charla previa busca tranquiliz­arte y quitarle susto al asunto. Pero ver un cartel, en la entrada, que prohibe subirte a algún juego si tenés algun eventual problema cardíaco, dan para pensar los siguientes pasos.

Durante unas dos horas me voy a tener que llevar bien con una doble polea que se engancha a un cable de acero que, a su vez, está sujeto a un arnés que me calzo entre las dos piernas. Si el vértigo o el (des)equilibrio me falla, quedaré sujeto a eso.

En el parque hay tres niveles de juegos: fácil (nivel 1, 2 y 3), intermedio (4, 5 y 6) y difícil (7, 8 y 9). Dentro de cada categoría, a mayor número, más es la complicaci­ón y la altura. Me recomienda­n comenzar por el nivel 4.

Antes de arrancar, la consigna es clara: “Una persona por juego (y hasta tres por plataforma), nadie puede estar en la misma soga que vos”. Al asomarme por primera vez desdesde la plataforma y ver las movedizas tablas y troncos de madera -para pisarsurge pregunta inevitable “¿qué hago acá?”, un clásico de esta sección.

Un pie, el otro y el “piso” se mueve. Desde abajo, no parece que es tan alto, y eso que no estoy a más de cuatro metros de altura. Me agarro fuerte de los cables que están más altos. Hay que rebuscárse­las para atravesar el juego y llegar al siguiente.

“No me dejaré vencer por el temor”, me digo. Otro juego -que incluye aros de metal- los paso fácil y trato de no mirar hacia el suelo. Es díficil. Al igual que pasar la doble polea al siguiente cable guía. Hago contorsion­es, junto al poste base, para poder mover el dispositiv­o. Costó pero lo logré.

Llegó la hora de cruzar la tirolesa (pasé dos): dejarse llevar haciendo fuerza con los brazos y levantando las piernas. Pero me quedo a medio recorrido y, desde abajo, me gritan que me roté y se desenganch­ó una polea. ¡Por suerte tenía otra! En fin.

Paso al nivel 6 y ahí las cosas se complican, sobre todo cuando tengo que pisar unas tablas cerca de unos pinos y también hacer equilibrio sobre un cable. De milagro no me quedé colgado del arnés. Aún recuerdo la fuerza que hice con los brazos. Duele.

El nivel 7 es lo más arriesgado en mi travesía por las alturas: pisar tiras de madera suspendida­s de dos cables. Solo me queda pisar en los ángulos y hacer presión con mis zapatillas para tener una base firme. Para ayudarme, agarro los cables de arriba (crucial si los hay) y así zafo del escollo.

Luego de una hora y media el cansancio me vence y pido que me bajen con un sistema de poleas. Me voy contento por no haberme “caído” nunca y quedar colgado del arnés.

¿El resultado? Diez juegos del Nivel 4, siete del Nivel 6 y cuatro del nivel 7. “Nada mal, y eso que tenés vértigo”, me da ánimo uno de los profesores luego de que abandono la tarima.

Una vez que termina la experienci­a charlo con Erica, una de las empleadas del complejo que, ante mi pregunta, me brinda un dato revelador. “De cada 10 personas que se suben a los juegos, la mitad baja en medio del circuito”. ¿Los motivos? “Desde vértigo, mareos, llanto, les baja la presión hasta ataques de pánico, esquizofre­nia e... infartos”, dice esta profe de educación física y paramédica.

Me deja tranquilo saber eso después de la hora y media de haber hecho equilibrio en lo alto. Con dolor en brazos y hombros, muy tensionado, siento que le gané una batalla al vértigo. ¿La guerra? Lo sabré en el siguiente desafío ante las alturas.

 ?? MARTIN BONETTO ?? El señor de los cielos. El periodista intenta hacer una cura de vértigo... en las alturas. No hay red, pero en el arnés hay que confiar sí o sí.
MARTIN BONETTO El señor de los cielos. El periodista intenta hacer una cura de vértigo... en las alturas. No hay red, pero en el arnés hay que confiar sí o sí.

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