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“Soy una lectora voraz”

Su filme, que ganó el Goya, trata sobre una mujer que se empecina en abrir una librería en un pueblito inglés.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Mujeres dueñas de sus vidas, que pueden o no mostrarse vulnerable­s. Esos son los personajes que a Isabel Coixet (catalana, mañana cumple 58 años) le gusta crear. La directora de La vida secreta de las pa- labras estrena el jueves La librería, sobre una mujer (Emily Mortimer) que se empeña en abrir una en un pueblito de Inglaterra, en los ‘50.

-¿En qué se parece la protagonis­ta de “La librería” a vos?

-Hasta ahora nunca había hecho una película que fuera autobiográ­fica. No he tenido una librería, ha sido mi sueño, y sí que muchas veces he hecho cosas que han tenido relación paralela, un “no lo hagas”, que no me miraran con simpatía ni con agrado y se dedican a fastidiart­e la vida. Cuando leí el libro sentí una conexión inmediata. Soy una lectora voraz, no leo con el ánimo de adaptar, leo porque me gusta. Y me enamoré, por eso luché muchísimo por llevarla al cine.

-¿Por qué tanto?

-Si quieres hacer una de superhéroe­s es mucho más fácil. O una comedia, con triángulos amorosos. Esta es una película en la que no hay elementos aparenteme­nte comerciale­s, una protagonis­ta de mediana edad en un pequeño pueblo inglés con una historia de amor casi subterráne­a y donde la intriga es qué va a pasar cuando alguien abra una librería. Asusta a los productore­s. Pero merece ser compartida. Y te lleva muchos años.

-En estos diez años, ¿reescribis­te mucho? ¿O sos de la que encuentra una versión y se apega a ella?

-Una reescritur­a normal, 3 veces, no creo que escribir 17 veces sirva para hacerlo mejor, ni tener en cuenta las opciones de gente que no estuvo en el comienzo, no veo que vaya a mejorar la película.

-Antes que preguntart­e por qué sos cineasta, me gustaría preguntart­e por qué sos una lectora voraz.

-Porque la leyenda de mi familia, que seguro no es verdad, dice que aprendí a leer sola. Nunca he vivido sin libros, he tirado muy pocos en mi vida.

-Debés tener una biblioteca asombrosa y enorme…

-Como yo soñaba, desde el suelo hasta el techo tapizada de libros.

-¿Allí, en tu casa en Barcelona?

-En dos sitios, en Brooklyn y aquí en Barcelona. Los libros cuestan baratos.

-¿Creés en el poder del libro, de modificar una vida, o una sociedad?

-Hombre, creo que está claro que en un momento la gente de mi generación concebíamo­s la naturaleza humana a través de los libros y las películas, eran nuestros apoyos y puntos de conformar la versión del mundo. Cuando estaba en la universida­d no existía Google y me pasaba semanas en las biblioteca­s. Ese proceso que, bueno, no era fácil, te llevaba a pensar más, ahora todo viene tan mascado…

-¿Qué estás leyendo?

-Un libro de Rachel Carson, Silent Spring. Me parece un personaje alucinante. Ha sido bióloga marina en los ’50 y publicó ensayos sobre el mar, y todavía siguen siendo los mejores. Ella fue la primera en advertir los peligros de la contaminac­ión. Escribe sobre el mar y del asombro como herramient­a de conocimien­to.

-¿Y pensaste en adaptarla?

-Fue muy controvert­ida, vivió una vida solitaria. Denunció al congreso de su país a las empresas que utilizaban DDT y sufrió un acoso. El mundo está lleno de historias.

-Le cambiaste el final a la novela “La librería”. ¿Por qué?

-Con permiso de los herederos de Penelope Fitzgerald y creo que hice el final que como espectador­a quería ver. Era una novela tan sin esperanza, y cuando escribía el desenlace me decía “hace falta algo que me haga pensar que todo este esfuerzo haya merecido la pena”.

-¿Seguís viajando en subte como fuente de inspiració­n?

-Lo del subte me sigue sucediendo. Uno tiene que estar abierto a ir al metro, al super y a bares. Una palabra que escuchas en la calle, de repente con otros temas inconexos se activan en la cabeza.

-En tus filmes escribís el guión, dirigís, buscás las locaciones, hacés cámara. ¿No podés o no querés delegar?

-Me divierto más. No soy un control freak, es más divertido y uno no pierde tanta energía explicando las cosas.

-Al hacer cámara, ¿no perdés algo en el contacto con el actor para marcar en escena?

-Siempre hablo del tema con Steven Soderbergh, que también hace cámara en sus películas, y es más fácil a los actores verlos a través de la cámara. Cuando se mueven sé cómo los voy a seguir, una manera instintiva, sabes cómo sienten, les acompañas más y ves mejor lo que hacen y lo que no tienen que hacer.

-¿Mantenés relación con tus intérprete­s, luego del rodaje y los estrenos? ¿Te has hecho amiga de Sarah Polley, de Patricia Clarkson?

-Sí, hay actores con los que conectas, y con Patricia en particular, le ofrecí este papel, me gusta mucho este papel de mala. Nunca había hecho de mala mala. A Emily Morter no la conocía, y compartimo­s muchas cosas de sensibilid­ad, de manera de ver el mundo. Es que al final te vas juntando una familia. Como con Tim Robbins, con quien estuve hace poco en Los Angeles, le animo a que dirija, y lleva años con un proyecto sobre la vida de Jesús que le está costando.

-¿Qué opinás de los movimiento­s contra el acoso sexual en Hollywood? ¿Pasa algo similar en España?

-¿Sabes qué pasa? El acoso ha existido siempre, y en el cine parece que es más vistoso que en otros ámbitos laborales, y en España, pues, seguro. Pero, vamos, lo intuyo que ha existido, pero en todas las cinematogr­afías, en los supermerca­dos, hoteles, bancos.

-Estás abiertamen­te en contra de la independen­cia de Cataluña. ¿Te trajo inconvenie­ntes?

-Cuando estás en contra de algo que se promueve desde el poder... Yo voy a seguir diciendo lo que pienso. No me parece una buena idea, ni que pueda traer algo bueno a la vida de los ciudadanos. Tenemos que unirnos, y cuantas más barreras y fronteras quitemos, mejor. Te insultan y te llaman de todo. No tengo Twitter, ni Facebook. Esas redes son un pozo del odio demencial y absurdo.

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En su hogar en Barcelona. Está contra la independen­cia de Cataluña.

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