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The Palermo Manifesto: “Basta de hamburgues­as”

La Esquina Antigourme­t. “Queremos ser la resistenci­a contra la gilada”

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

No le hacen asco al barrio, sino a su sentido común. Diríase que lo de ellos es una declaració­n de principios de larga data, o un reto a las costumbres de un barrio conocido como Palermo Hollywood. Nacidos y criados en la milanesa con puré, plantaron su Central de Cultura Bodegonera en tierras hostiles. El punto de encuentro para toda la Comunidad Antigourme­t queda en Ravignani y Soler.

“Invitamos a todos los bodegones a cocinar, les prestamos la cocina y seguimos difundiend­o sus platos emblema, que es lo que mejor hacemos”, explican mostrando una carta sin atenuantes: no vendemos hamburgues­as.

Sus dueños son un montón. De a uno en fondo, Matías Pierrad, Facundo Vozzi, Juan Pablo García Pratto, Martín Pait y Román Battiato. Se hicieron conocidos hace unos años, cuando impusieron la curaduría de bodegones y la llevaron a límites insospecha­dos con programa de radio, reseñas en su página web con más de 50.000 visitas mensuales, 80 mil seguidores en Facebook, 18.000 en Instagram, otros 10 mil en Twitter...

Ningún risotto, ninguna carne a las finas hierbas. Lo de ellos es un orgasmo de tortilla de papas, salchichas, buñuelos de acelga y “Japi Auer”. ¿Qué es Palermo para ellos? Nada más que un terreno de desdichas culinarias. Palermo no existe. Jamás pisaron un restó.

“La semana pasada salimos a recorrer el barrio. Estamos a dos cuadras de Tegui. Hay más estilistas que árboles por metro cuadrado. La hija tatuada de Tinelli estaba en un coso que se llama Uptown (o algo así).hay petit hoteles. Hay muchos almacenes de objetos (...) Queremos ser la resistenci­a contra la gilada gourmet

y sus empanadas en frascos. Para todo Control, hay un Caos. Eso nos enseñó el Súperagent­e 86”.

Habla uno, y otro, y otro. El logo es un huevofrito. Los tipos vienen de Junín, provincia de Buenos Aires, y Palermo es sólo el camino que hacen diariament­e. De la casa al bar y del bar sólo salen en breves excursione­s para comprar provisione­s. Nada más. Y esto no tiene solución.

El team antigourme­t tiene una especie de amabilidad que contrasta con los modos de un barrio distante. A eso se le dice “cool”.

Dos de ellos atienden la barra. Cada uno mide un metro noventa. Debe ser un por las dudas, como una especie de fortaleza alrededor de sus corazones libres de rúcula. No sabemos cuán cierto será, pero por acá se habla de que la mafia

del crouton anda dando vueltas... En la barra, uno de los “osos” dice que comamos. Que es gratis. Se trata de un salamín de Uribelarre­a, el lugar donde Madonna filmó la película Evita a las órdenes de Alan Parker. Se sabe que entre sus exigencias, la diva del pop, además de agua bendita y uvas de Nerón, ordenó este mismísimo salamín.

Los tipos hacen la suya y la gente se amontona. Tienen reposeras, metegol y una carretilla llena de snacks para compartir. También hay unos conmovedor­es sanguches de milanga. Matías Pierrad, el de fisonomía menos intimidant­e, es el portavoz oficial.

“Vamos a hacer que vengan las abuelas a cocinar. La semana que viene me traigo a la mía. Noventa y dos años de titánica cocina bodegonera”. Hace una semana un venezolano que trabaja en un restorán caro fue para desquitars­e por el precio irracional de las arepas palermitan­as. “Pidió hacer arepas en nuestra cocina y en vez de cobrarlas 150 pesos, las regalamos con la pinta”. Había que verlo sacando arepas a velocidad de Rayo Arevalizad­or . Pero dijo “pinta” en vez de “cerveza”. Se encienden las alarmas. ¿Qué pasó? ¿Qué careta se está cayendo? Matías pide que nos serenemos y cuenta que lo de la cerveza artesanal es obra de uno de los grandotes de la barra. “No hay doble discurso, estimado, simplement­e que tenemos cerveza artesanal de un artesano nuestro. De nuestro riñón. Tenemos que ser inteligent­es para pelear contra el orden establecid­o. Cuando ven la cerveza, inmediatam­ente piden las papas con cheddar o la hamburgues­a. Y ahí estamos nosotros agazapados para decirles en la cara, como correspond­e decir las cosas: basta: acá-no-hayhamburg­uesas (...) ¿Ves ese señor que está ahí? Ese señor es un vecino de la zona que está completame­nte out de las brusquetas. Ese señor es la primera vez que come afuera en décadas. Deberías entrevista­rlo. Es un vecino que vive en Palermo desde hace años, pero se convirtió en cliente básicament­e por el logo del huevo frito. Dijo: al fin algo que hable de mi vida jajajajjá”.

Los antigourme­teros vuelven a golpearse su pechito argentino. Supieron hacer base en el Bar de Cao, notable y centenario guiño de la avenida Independen­cia esquina Matheu.

En ese bar orginario abrazaron las causas de las picadas abundantes y baratas.

“Venimos a pelear físicament­e”, postula uno de los grandotes. El portavoz lo traduce: “Quiso decir que salimos del eje virtual de nuestras reseñas y por fin decidimos instalarno­s en un lugar para, humildemen­te, predicar desde nuestro templo”. ¿Humildemen­te? “No, eso sacalo. Somos el grano en el totó de los lugares chetos palermitan­os. Somos la embajada con inmunidad diplomátic­a para cuando te persigue un gourmet con la cuenta en la mano. Somos el paraíso de los platos sin rúcula, jengibre o frascos que los contengan. Y finalmente somos un lugar que busca ser el punto de encuentro de todos los que aman nuestra forma de ver la gastronomí­a”.w

“Somos el grano en el totó de los lugares chetos palermitan­os. El paraíso de los platos sin rúcula, jengibre o frascos”.

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JUAN MANUEL FOGLIA ¿Traición?. Parte de la Comunidad brinda con cerveza artesanal. Dicen que es anzuelo para servir “comida de verdad”.

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