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Una película de catorce horas

Desde hoy, se exhibe en tres partes. La protagoniz­an las actrices del grupo Piel de lava.

- Nazareno Brega Especial para Clarín

“Desde Historias extraordin­arias

siento que, en términos profesiona­les, no puedo pedir más nada. Pero estoy muy contento de haber terminado esta película”, cuenta Mariano Llinás sobre La flor, que hoy presenta en el Bafici diez años después de haber pasado por el festival con su película anterior. El rodaje de La flor,

según recuerda su director, “comenzó el 5 de septiembre de 2009 en San Juan” y, si bien la primera parte de las tres que este año compiten en el Bafici ya se proyectó en Mar del Plata, Llinás reconoce que “hace tres semanas volvimos a filmar en una estación de servicio que queda a 500 km de acá. La segunda parte, con el episodio más largo, fue lo que más me costó filmar. Viajamos a muchos lugares, Siberia fue el más lejano”.

La flor se divide en seis episodios, todos ellos están protagoniz­ados por Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Laura Paredes y Valeria Correa, que interpreta­n papeles distintos en cada uno. Llinás cuenta que “la película nació al ir con Agustín Mendilahar­zu a ver la obra Neblina. Enseguida quisimos filmar con las cuatro actrices del grupo Piel de Lava y primero pensamos en adaptar esa obra, pero después dijimos que preferíamo­s hacer todas las películas que fueran posibles. Todos los episodios de La flor somos como él y yo filmando. Había una especie de voluntad atlética de salir al campo a filmar todo. Yo venía de hacer His- torias extraordin­arias, un objeto que parecía haber agotado todas las posibilida­des narrativas, y de repente me encuentro este grupo de teatro que las renueva. La sensación era haber descubiert­o América y que de repente apareciera otro continente nuevo”.

El director admite que “había una idea de jugar con un género en cada historia, pero también van rotando dentro de cada episodio. Por ejemplo hay un musical, pero por un lado tiene la ideología de un western y además estaba obsesionad­o con filmar planos que se parecieran a Hitchcock, con juegos icónicos y de colores”. Las partes de La flor son tres, se pasan cada una un día distinto y la película dura en total catorce horas, pero Mariano vive ese hecho con naturalida­d: “Una película que dura tres días debería ser algo festivo. Uno va a compartir una aventura. Tiene que ver más con un recital de rock donde hay una simbiosis entre músicos y público. La flor genera esa sensación. Cuando veo una película de Ford, no me interesa tanto qué pasa como saber que esos tipos estuvieron ahí a caballo con uno del otro lado de la cámara”.

Llinás se despide hablando de su futuro como cineasta y avista en el horizonte “una fuga hacia el siglo XIX en la provincia de Buenos Aires, algo gauchesco, con caballos, que en el cine ya no hay tantos. Me gustaría hacer películas más cortas, más chicas y con menos carga, para poder hacer más. Quiero filmar libros como Paulino Lucero de Hilario Ascasubi, El ombú de Guillermo Enrique Hudson o Una excursión a los indios ranquel de Lucio Mansilla. Uno busca maneras de filmar siempre lo mismo, a los actores que les tiene cariño. En el libro sobre Ford, Bogdanovic­h habla con alguien sobre si Ford está por dejar de hacer westerns por el cansancio, y le contestan ‘no creo, quiere mucho a sus vaqueros’. Y a mí me pasa lo mismo. Esa es la justificac­ión del cine”.

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MARIO QUINTEROS Frente al cine. La película de Llinás está dividida, además, en seis historias.

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