El amor como especulación
Tras pasar por diversos países, esta obra de dos únicos actores habla de una pareja que va de la juventud a la vejez.
Pulmones De: Duncan Macmillan. Dirección: Jennifer Aguirre. Con: Vito Vaudagna y Lionel Arostegui. Sala: Noavestruz, Humboldt 1857. Domingo, 18.30.
El británico Duncan Macmillan escribió Pulmones en 2013. Es un texto para dos actores que pide una puesta en escena espartana, sostenida en la actuación y el ritmo de los diálogos. “Esta obra está escrita para ser representada en un escenario vacío -indica el autor en la primera página. No hay escenografía, mobiliario, utilería o mímica. No hay cambios de vestuario. La iluminación y el sonido no deben ser utilizados para indicar un cambio de lugar o tiempo.”
Pulmones, por lo tanto, es una obra exigente, costumbrista, que requiere una presencia constante, sin fisuras, de los intérpretes. En caso contrario, se convierte en un ejercicio de teatro sobre diferentes situaciones a partir del vínculo de una pareja.
La versión local es dirigida por Jennifer Aguirre, tiene las actuaciones de Vito Vaudagna (Ella) y Lionel Arostegui (El), y fue producida por Ian Guinzburg (hijo de Jorge). La elección del material responde, quizás, al rodaje y lo probado de esta obra que, luego de estrenarse en Londres, pasó por varios países antes de llegar Buenos Aires. Por otro lado, se apuesta a la identificación inmediata de un espectador, esencialmente, joven.
El espectáculo plantea la relación de una pareja en un tiempo largo, prácticamente toda su vida. Un recorrido amplio que va desde la juventud a la vejez. Él intenta ser músico profesional y ella prepara su doctorado. Están teñidos de cierto progresismo: son ecologistas, reciclan basura, etc. Todo marcha más o menos a la velocidad habitual, hasta que él propone tener un hijo. Desde ese momento, se resquebraja todo lo cotidiano y comienza un juego que alterna presiones, discusiones de todo tipo; y una visión del amor especulativo y desesperado. Sobre todo porque se plantea una visión angustiante sobre la vida en el futuro. Ella saca cálculos y dice que traer un bebé a un mundo
superpoblado dejaría una huella atroz de carbono en la atmósfera. Un bebé tendría el equivalente de “diez mil toneladas de CO2. Este es el peso de la Torre Eiffel. Sería como dar a luz a la Torre Eiffel”, señala la futura madre, nerviosa. En esa discusión entre el nacimiento de un niño y sus consecuencias ecológicas, ronda gran parte del texto. La vieja tensión entre el deseo y lo racional.
El espectáculo por momentos es redundante y las situaciones que pueden ser atractivas inicialmente se van deshilachando en el desarrollo de las escenas. La versión local, como todas las demás que circulan en otros países, propone una puesta en escena despojada, sin artificios, que, en este caso, le solicita mucho a los actores porteños. Quizá lo más cuestionable del material es el lugar en que ubica el autor a la mujer frente a la maternidad. Es un momento con una profundidad muy particular, que aquí circula solamente en los lugares comunes: la inestabilidad de la embarazada, que según Macmillan, iría sólo de la histeria al pánico calculador.