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¿Qué ves? ¿Qué ves cuándo me ves?

Basada en un caso real, Graciela Dufau interpreta a una mujer ciega que puede recuperar la vista.

- Sandra Commisso scommisso@clarin.com

¿Quién puede decir qué es lo mejor para otro? Aún en el sagrado concepto del “por tu bien”, ¿hasta dónde actuamos realmente por nuestro propio deseo o para cumplir con las expectativ­as ajenas?

Ver y no ver plantea el dilema de una mujer, ciega de nacimiento, ante la posibilida­d de recuperar la vista gracias a una cirugía. La historia está basada en un caso real y convertida en obra teatral por el dramaturgo irlandés Brian Friel.

En la puesta local, dirigida por Hugo Urquijo, en La Comedia, Graciela Dufau es Any, la mujer que espera un milagro para su vida. Ella tiene una vida apacible, trabaja como masajista, pasea en bicicleta, disfruta de nadar en el mar, comparte tiempo con sus amigos y tiene un marido, Martín, que la quiere.

La posibilida­d de salir de las penumbras la moviliza, la estremece, la asusta. Su marido, un hombre seducido por cualquier tipo de causa que parezca perdida, es el más entusiasma­do. Y el doctor Wasserman, el mé- dico dispuesto a obrar el milagro, replantea su vida a partir del caso. Arturo Bonín y Nelson Rueda componen a estos dos hombres que, en nombre del bienestar de Any, se embarcan en una epopeya humanitari­a.

El caso real fue descubiert­o por el famoso neurólogo Oliver Sacks y sucedió en 1991. Fue el paciente de estas caracterís­ticas número 21 en mil años de historia de la humanidad. Si existe la posibilida­d de que un ciego vuelva a ver, ¿cómo no aprovechar­la?

La lógica parece contundent­e. Pero hilando más fino, no existiría tal obviedad. ¿Acaso ver es sinónimo de comprender?

Alguien en esta situación requiere de un aprendizaj­e profundo para distinguir una mano de una mesa, por ejemplo. Es como un niño que tiene

que aprender el mundo de nuevo. Nada menos.

Más allá de la impactante anécdota que da pie al texto, la obra surge como metáfora de cumplir con los deseos ajenos más que con los propios y las consecuenc­ias inevitable­s.

La escenograf­ía de Eugenio Zanetti crea un mundo de ensoñación de una enorme belleza. Luces y sombras, siluetas y figuras reales y oníricas conforman el mundo de Any y ofrecen al espectador un atisbo del imaginario de la protagonis­ta.

Estructura­da en pequeños monólogos fragmentad­os, los actores van exponiendo sus deseos y miedos en un interesant­e contrapunt­o tan bien construido que incluso llega a percibirse como diálogo en el que ni siquiera falta el humor. Urquijo, quien además es psiquiatra (en este caso su otra profesión segurament­e ha sobrevolad­o más a los personajes), logra que los matices de cada criatura sean de una enorme amplitud.

Ver y no ver es una obra poética y moderna a la vez. Y sobre todo, profundame­nte conmovedor­a.

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Puntos de vista. La paciente y su marido: conflictos cruzados.

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