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“La mujer necesita el doble de clases que el varón para manejar”

Una mujer allanando el camino en un terreno siempre fértil para la misoginia. Eso es “Santa Vilma de Núñez”.

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Dama empoderada si las hay, Vilma Azcurra no sólo sabe manejar, sino que puso una academia para enseñar a conducir. La tiene hace 30 años y como no podía ser de otra manera, le dio clases a parte de la familia de #Ni una menos. Vilma reconoce que entre su público diverso también hay integrante­s de la comunidad LGTB y, muy suelta de cuerpo, nos da a entender que por sus manos pasaron alrededor de cinco mil automovili­stas. Y algo más: de ese total, el 80 % son mujeres. La segmentaci­ón del mercado es la clave del éxito. Ya lo dijo Napoleón, divide y reinarás.

Mujeres que se animaron más porque del otro lado estaba Vilma, una psicóloga suelta en la jungla de asfalto que enseña a moverse en el vasto territorio machista.

Vilma conducción, porque se enfrentó a la misoginia de los ’80. Imaginen: su academia empezó a funcionar cuando Gerardo Sofovich estaba en su esplendor.

“Al principio venían a verme de otras academias y como eran todos tipos, decían que venían a darme una mano. En realidad estaban de levante. Debían imaginar que yo era una demente o tal vez tenían fantasías tuercas conmigo, ajajajajá…. “, dice tirando una carcajada diabólica.“

Arranca tarde con los autos. En la historia que cuenta asoma un trauma: “Mi padre me quiso enseñar, pero nunca me tuvo paciencia”.

Hizo un curso en el ACA y allí obtuvo la licencia que le serviría para conducir mucho más que un auto particular. De golpe, casi sin darnos cuenta, el feminismo tiene en ella a un personaje más cercano que Fridha Kahlo y su desobedien­cia civil con la depilación. “¡Nahh, un ambiente que ni te cuento!” Describe los comienzos de su actividad. “Empecé enseñándol­e a una amiga y me di cuenta de que tenía un... no sé... una especie de...” ¿De don? “Llamémosle don, si, jajajja -es tan agradable Vilma-. Ella, mi amiga aprendía y se reía. ¡Increíble! Yo no había vivido una situación ni parecida. Yo tomaba clases estando nerviosa, tensa…”

-¿Sentías que estabas metiéndote en un vestuario de hombres?

-Sentía que estaba metiéndome en el el vestuario de los All Blacks, ajjajaja... Conocí mujeres que no querían saber nada con manejar para no pasar por un mal momento. Hay muy buenos docentes, pero desde hace algunos años yo prefiero tener un equipo de mujeres para contrapone­r la energía cargada de testostero­na tan propia de la calle...

-¿Estamos hablando de hormonas?

-Absolutame­nte. En mi equipo docente sólo existe un eximio varón domado. ... Una mujer allanando el camino en un terreno siempre fértil para la misoginia. Eso es Santa Vilma de Nuñez, futura Virgen de la licencia

para conducir.

“Yo tenía muchos amigos de la facultad de Letras y me movía en cierto ambiente bohemio. Así fueron apareciend­o clientes como la mujer del escritor Rodrigo Fresán y el dramaturgo Luis Agustoni. Formé parte de una cofradía de intelectua­les que no sabían manejar. Ellos tomaban clases conmigo”.

El “don” se parece al secreto de la fórmula dela Coca Cola y ella lo cuenta de modo que no se entienda bien. Debe hacerlo a propósito. Cuanto más insistimos, peor: Vilma suena a claves para lograr el éxito y ser feliz

“Yo fomento la lentitud”. “No aceleres si no vas a saber cómo frenar”. “Los pelos al viento lo dejamos para las películas”.

-¿La mujer tarda más o más o menos aprender a manejar?

-La mujer toma el doble de clases que el hombre, pero lleva adelante un manejo más responsabl­e que el varón. Estoy generaliza­ndo por mi experienci­a, sin embargo la mujer no suele protagoniz­ar accidentes fatales. En mi escuela yo pregono la lentitud, a pesar de que la mujer reciba bocinazos. Los bocinazos son una opinión que se tiene de nosotras. Debe estar estudiado: los bocinazos son, en su mayoría, para las mujeres (...) En la calle está el taxita y el colectiver­o. No son gente sencilla. El taxista es más ladino. No soporta que una vaya más despacio que él.

Y Vilma repite una frase que se escucha en sus clases. “En este rubro, la postergaci­ón y el sometimien­to siguen estando muy arraigados”.

-¿Quién maneja mejor? ¿La mujer o el hombre?

-La marcha atrás es un tema. La mujer cree que padece problemas de psicomotri­cidad. Es un cambio de marcha que empieza generando frustració­n, y nosotras nos frustramos más rápido que el hombre... Pero yo te decía que la mujer toma el doble de clases para querer estar segura a la hora de ser evaluada. Necesita sentirse confiada para tramitar el registro. El hombre puede pagar por seis clases y mandarse a dar el examen habiendo venido sólo tres veces. Las mujeres quieren aprender, porque saben que la historia las mira. Mientras el varón anda esperando cumplir los 17 años para que su “hombría” se defina con el registro, nosotras buscamos ser más rigurosas con las normas.

-¿Un ejemplo?

--No acostumbra­mos hacer zig-zag. Cambiar de carril a cada rato es un comportami­ento fálico, muy propio del hombre.

En la sociedad donde el machismo deja fluir sus sentimient­os más cretinos hacia las mujeres al volante, Vilma fue la primera en abrir una academia y ponerle su nombre y apellido en letras de marquesina. Puerto Madero debería dedicarle una calle. ¿Otra iniciativa lúcida? Hacer

pins con su rostro de perfil, o calcomanía­s que digan Ya lavé los platos.

La protagonis­ta está del otro lado del mostrador con cara de felicidad. Feliz porque siente que al final la verdad siempre sale a la luz.

-¿Y si sos un nuevo referente de género?

-Ahora estoy cayendo. No fui consciente de mi audacia. Al principio, cuando por teléfono decía que las clases corrían por mi cuenta, me decían no, gracias”.

 ??  ?? Cultos aprendices. Vilma cuenta que se movía en cierto ambiente bohemio, por eso llegaron a su academia dramaturgo­s como Agustoni.
Cultos aprendices. Vilma cuenta que se movía en cierto ambiente bohemio, por eso llegaron a su academia dramaturgo­s como Agustoni.

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