Los Auténticos Decadentes Carnaval toda la vida
Con 32 años de carrera, y siendo la banda de sonido de cualquier fiesta animada, los Deca harán un “unplugged” para MTV. Clarín compartió un ensayo y lo cuenta.
Podría definirse así: fiesta, fiesta y más fiesta. O el carnaval carioca más grande del mundo. Los Auténticos Decadentes son, de alguna manera, como un grupo de amigos del colegio secundario que viven en una especie de viaje de egresados permanente, eterno, sin final. Un contingente de cincuentones con hormonas todavía galopantes. Una cofradía de adultos con espíritu adolescente.
Por estos días, a 32 años de su debut sobre los escenarios, los Deca se preparan intensamente con un objetivo premium: tocar en el unplugged de MTV, algo que no ocurría con una banda argentina desde 1998, cuando los Ratones Paranoicos armaron un show de estas características, que es lo mismo que decir “acústico”, “íntimo”, “con más veladores que panta- led”, e incluyeron como invitados a Pappo y Charly García.
Ahora es lunes. Son las cinco de la tarde. Estamos en Samsung Studio, en San Telmo. Sin perder en ningún momento la camaradería, el grupo lleva tres horas de ensayo. De ladrillos a la vista y alfombra mullida, es una sala grande, muy bien acondicionada. En total son 12 músicos y varios asistentes. Hay guitarras, guitarritas, guitarrones, ukeleles, un laúd… Y cables, muchos cables. Más que una sala de ensayos parece un local de instrumentos de la calle Talcahuano.
“No estoy bien de la garganta”, avisa Cucho, de anteojos de sol y chomba negra Fred Perry. Y se suena la nariz con una servilleta Carilina. “Pero igual le voy a poner garra”, agrega Parisi, que por tamaño y temperamento podría jugar de primer marcador central en la selección de Italia.
Cucho, el líder de esta banda que descree de las jerarquías y prefiere funcionar como una cooperativa, va y viene. Se sirve un vaso de Pepsi de una botella de dos litros, come miel, come jengibre. Y escucha con atención cómo suena el tema que está cantando Jorge Serrano, Como la abeja y la flor.
La canción se interrumpe. Diego Demarco, uno de los guitarristas, que está sentado sobre una banqueta, le pide al sonidista: “Por favor, subime el volumen del cajón”. Diego se refiere al cajón peruano que en este momento ejecuta el Francés Bernardou, otro de los fundadores del grupo que se formó en el Nacional Número 10 José de San Martín de Almagro.
Sigue la música. Nito Montecchia, el otro guitarrista, toca el toc-toc, esas dos maderitas cilíndricas tan expandidas en los jardines de infantes. En el centro, Eduardo Trípodi lleva el ritmo con un bombo decorado con el escudo de Boca y la cara de Juan Román Riquelme.
De frente a la banda, como si fuera un director de orquesta, el productor Gustavo Borner ordena los movimientos. “Vamos con Loco”, pide, vestido con equipo de gimnasia, como si acabara de terminar una sesión de footing.
Y Serrano arranca solo con la guitarra: “Te vi llegar…”.
El clima de fogón aumenta. Es una que sabemos todos, y que la sabemos muchísimo, tanto o más que el Himno o la Marcha de San Lorenzo. Si no la bailamos en un casamiento, la bailamos en una fiesta de 15... Los coros se encienden: “Me tiraste el pingüillas
no, me tiraste el sifón, estallaron los vidrios de mi corazón”.
Queda a la vista: a los Decadentes les sobra experiencia, oficio. No por nada son el grupo preferido de las hinchadas, que han sabido versionar hits como Vení Raquel, Cómo me voy a
olvidar o El Tutá Tutá. Afianzados, con diez discos grabados en estudio y dos en vivo, y con más de un millón de álbumes vendidos, los Auténticos pasan sin fisuras del ska al reggae, y del reggae al bolero, y del bolero a la cumbia… “Somos un grupo de anarquía tropical”, lo define Cucho, siempre ingenioso.
Se hace otra pausa. Algunos fuman un Marlboro. Pablo Armesto, que para esta sesión ha cambiado el bajo por un contrabajo, aprovecha para sentarse.
Cucho prueba su voz. “Hola, hola, yeah, The Ritual banana…”, se divierte frente al micrófono. Y sigue: “Hace tres noches que me quedo en casa… Mañana voy a estar mejor”.
Pese a sus lamentos, Cucho canta sin dobleces, con entusiasmo, como si fuera alguien que recién empieza, como si estuviera practicando para presentarse, más que en el Unplugged de MTV, en el Yo sé de Feliz Domingo. “No quiero trabajar, no quiero ir a estudiar, no me quiero casar…”, entona el frontman, y agita los brazos mientras se deja llevar por otra de las piezas emblemáticas de la banda: La guitarra.
Las trompetas suenan nítidas, hermosas.
Se acerca el final. “Vamos que ya terminamos”, arenga Borner. Una asistente le ofrece un mate a Jorge. “Está medio lavadito”, lo alerta. “No importa, lo tomo igual”. A su lado, Capanga Eijo, con un corte de pelo a lo Mario Baracus, se alimenta con una banana.
Llega el momento en que Cucho y Serrano cantan juntos, como si fueran los Pimpinela pero sin reproches, al contrario. Le ponen la voz a Y la
banda sigue. “Salieron a ganar en cualquier escenario, en un bar mitzvah y en el Luna Park, todos se divertían, pedían una más”, arremeten, y de alguna manera dejan al desnudo cuál ha sido desde siempre el eslogan de esta banda.