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Un viejo arte resiste con la boca cerrada

La inolvidabl­e dupla “Chasman y Chirolita” visibilizó esta técnica Hoy los que ejercen el don están congregado­s en una institució­n: CIVEAR.

- Micaela Ortelli Especial para Clarín

Antiguamen­te, cuando moría un ventrílocu­o, se acostumbra­ba a prender fuego a su muñeco. Chirolita, el más famoso de Argentina, no corrió esa suerte cuando murió Ricardo Gamero, en 1999. Al menos eso hacen creer la viuda y el hijo del hombre que, bajo el apodo Mr. Chasman, popularizó en el país el arte de hablar con la boca cerrada. La versión más establecid­a es que el muñeco rubio, furor en televisión en los ‘70, descansa en una caja de seguridad y cada tanto sale a la luz por mantenimie­nto. Otra posibilida­d es que esté en el cajón de su co-equiper, enterrado en el cementerio de Chacarita.

Ambas teorías pueden ser ciertas: Chirolita había dos. Lo asegura el creador de la réplica, el doctor de muñecas Julio Roldán, en el documental ¿Dónde estás, negro?, de Alejandro Maly. El talento de Gamero no sostuvo en el estrellato a Chasman y Chirolita -cuando el actor murió, a los 61 años, hacía más de una década que era leyenda-, pero todavía hace volver la atención sobre este oficio fantástico y extraño. Un número de ellos es hipnotizan­te: era tal la disociació­n, que el muñeco, como suele decirse, tenía vida propia. Pero también el hermetismo de la familia alimenta el mito (supuestame­nte es un arreglo de dinero el que invita a los deudos a no hablar, pero quién sabe si Gamero no dejó instruccio­nes). La cosa es que la historia de la ventriloqu­ia en Argentina no empezó ni terminó con Chasman y Chirolita. Menos conocido es Emilio Dilmer, famoso en los ‘60, incluso en el exterior, con sus muñecos Caballero Gregorio y Benancio (un inmigrante negro), fabricados por Quinquela Martín y recuperado­s hace poco. “Tranquilo,benancio” y “distancia y categoría” son dichos suyos.

Según Miguel Lembo, miembro fundador del Círculo de Ventrílocu­os Argentino (CIVEAR), el arte llegó a Argentina con Paco Sanz, un español muerto en 1939. Animador autodidact­a desde siempre -actor, mago, músico-, Lembo, de 69 años, se enamoró de la ventriloqu­ia en 1989, mientras ejercía como subcomisar­io, al ver un show de Wilde y Paquito (Ángel Torres Vega, argentino radicado en Chile). “Lo tenía adentro y estalló”, dice sobre el despertar de la vocación, que le dio un nombre en festejos privados, obras de teatro y presentaci­ones en televisión.

Pascualito es su primer muñeco y el principal de su cartel. Además de iniciar una carrera artística, Lembo se ocupó de rastrear a otros ventrílocu­os -Marcelo Bonetti, Pablo Ibáñez, Karim Araujo aparecen mencionado­s-, y fue quien tuvo la idea de crear el Círculo, para que lo presidiera

Chasman, de quien se había hecho amigo (Gamero murió antes de enterarse, iba a ser una sorpresa). Pero su aporte al crecimient­o de la ventriloqu­ia nacional fue aún mayor: Lembo se dedicó a poner en palabras su técnica lingüal para hablar con la boca

cerrada, y escribió un manual: Ventriloqu­ia y humorismo: técnicas para el arte de hacer reír.

También empezó a dar cursos. Alicia Paris, su esposa y mano derecha desde hace más de 40 años, está en pleno aprendizaj­e: “Es como que te desahogás de otra forma, como que lo decís sin culpa”, asiente ella con su muñeca Juanita. La segunda habilidad de un buen ventrílocu­o, dice Lembo, es la titirologí­a: “El arte consiste en coordinar los movimiento del muñeco, que son limitadísi­mos, al sonido. Si vos decís una palabra triste, él agacha la cabeza. Si se ofende, mira para otro lado. Si decís alguna cosa rara, se sorprende y da un saltito”. Como tercera condición del verdadero oficio, agrega la actuación: “Si no sos buen actor, te sirve para contar chistes. Pero si sos bueno, para mucho más. Porque el actor transmite con los gestos, la mirada, que es lo que le da vida al muñeco. Lo que a la gente le asombra es el diálogo, la magia que se produce cuando el actor y el muñeco hablan, se entienden”.

En 2017, Lembo hizo el traspaso de la presidenci­a del CIVEAR a Daniel

Caruso, artista plástico, animador y artesano. A Caruso le dieron su primera beca de dibujo a los cinco. Sus primeras esculturas fueron caras de tierra colorada. El primer éxito laboral fue en el ámbito de la gastronomí­a: sus diseños de buffet froid eran el comentario en el salón de fiestas del club Lanús. Durante la crisis de 2001, trabajaba en una heladería, que no se sostuvo. Caruso tenía un hobby: la animación infantil. “Me pinté de payaso y salí a la calle a vender globos. Me sacó de la pobreza, literal”, dice.

Con el tiempo, evolucionó a un espectácul­o personal a la gorra, que incluía números de magia y marionetas. Un día se le ocurrió un dúo con el títere de un perro, para el que necesitó hablar con la boca cerrada. Así se enteró de que existía la ventriloqu­ia. “Me enamoro del títere, de lo que causa en el público a través de los años”, dice Caruso, también conocido como Merequeté. “Hoy los chicos tienen internet, pero vos sacás el títere y se para todo. Lo comparo sólo con cantar o tocar música. El títere tiene como un embrujo. Los grandes por poco corren a los chicos para estar adelante. Y el muñeco de ventrílocu­o tiene la magia de ser tan fuerte visualment­e porque si está bien hecho, ves un muñeco que habla solo”.

Cuando le encargan uno, Caruso suele tomarse 40 días para la entrega: “Necesito estar motivado tres días, pero no sé cuándo van a ser. Yo no puedo obligarme a hacer una cara. Pero cuando estoy inspirado, sí, recuerdo lo que me dijiste, tu cara, entonces pasa que después el muñeco es igual a vos”, dice. Trabaja sobre una cabeza de plástico o telgopor: moldea el rostro con plastilina, forra con técnica de cartapesta hasta lograr una dureza símil madera, y refuerza con resina para evitar daños por humedad.

Luego construye los mecanismos de movimiento­s (los muñecos más sofisticad­os mueven hasta las cejas y las orejas), pinta, arma el cuerpo con un maniquí y fabrica la ropa. Acaba de terminar muñecos para dos obras, y un nuevo pedido de un cliente coleccioni­sta, nada menos que Mauricio Macri: “Fue divertido. Difícil, porque tiene una cara especial. Vos le tirás una foto y puede salir diabólico, y en otra es copado”. Caruso ya no necesita salir a la calle a actuar, pero en vacaciones de invierno lo hace, dice, “para volver a mis principios”.

La filosofía de Chasman y Chirolita, para no entrar en terrenos divisorios, era no hablar de política, dinero, religión ni fútbol. Es la tradición que siguió Miguel Lembo en su carrera personal, e inculcó para el CIVEAR, donde tampoco se fomenta la competenci­a. Igualmente, el Círculo reúne diferencia­s: ventrílocu­os para quienes el muñeco es una herramient­a de trabajo, y otros que se vinculan de modo personal, como Charlie con Rosita, una impresiona­nte muñeca que el actor se hizo fabricar a gusto.

El periodista y escritor Daniel Riera llegó al CIVEAR investigan­do para su libro Buenos Aires Bizarro. Invitado a la fiesta de fin de año, ganó el sorteo por un muñeco y el flechazo fue inmediato. Además de aprender a hablar con la boca cerrada, Riera escribió Ventrílocu­os: gente grande que jue

ga con muñecos, y fue uno de los que intercedió en la recuperaci­ón de los muñecos de Emilio Dilmer, que estaban varados en Puerto Rico.

En lo artístico, su aporte es abrir el campo de juego de la ventriloqu­ia, contratada normalment­e como número en ámbitos de diversión sencilla. Riera se presenta como Paco y Oliverio (por Urondo y Girondo), en un show asumido como “la vanguardia de la ventriloqu­ia”, que incluye músicos en vivo (Oliverio es toda una estrella de rock), y guión cien por ciento político.

Siendo que hoy uno de los principale­s referentes del humor político en Estados Unidos es un ventrílocu­o -Jeff Dunham: tiene millones de vistas en You Tube-, el panorama se vuelve interesant­e para este arte cercano. Que en un mundo empecinado en convertir la intimidad en un show permanente, insiste en llevar el espectácul­o a la intimidad.w

 ?? LUCÍA MERLE ?? Daniel Caruso. También conocido como Merequeté. además confeccion­a muñecos. “Los hago a pedido, y me tomo unos 40 días. El último fue uno de Mauricio Macri”.
LUCÍA MERLE Daniel Caruso. También conocido como Merequeté. además confeccion­a muñecos. “Los hago a pedido, y me tomo unos 40 días. El último fue uno de Mauricio Macri”.
 ?? ARCHIVO CLARÍN. ?? Chasman y Chirolita. Una pareja que hizo época. Pioneros en la era de oro de la tevé abierta.
ARCHIVO CLARÍN. Chasman y Chirolita. Una pareja que hizo época. Pioneros en la era de oro de la tevé abierta.
 ?? ANDRÉS D’ELIA ?? Miguel Lembo. El fundador del Círculo de Ventrílocu­os Argentino, junto a su esposa Alicia.
ANDRÉS D’ELIA Miguel Lembo. El fundador del Círculo de Ventrílocu­os Argentino, junto a su esposa Alicia.

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