FINALISTA DEL PULITZER
Vive en Nueva York y fue reconocido por su primera novela. Dice que el género elogia lo peor de Estados Unidos.
Hernán Díaz (44) con “In the Distance”, fue el primer argentino finalista del premio en la categoría ficción.
La respuesta fue casi inmediata. Apenas iniciado el primer contacto, bastaron 10 minutos para recibir el e-mail. “Sí, me encantaría charlar. Gracias por escribir y por haber pensado en mí”, devuelve el mensaje Hernán Díaz desde Nueva York, donde vive desde hace unos 20 años.
Sin dudas, su vida comenzará a tomar un giro inesperado: Hernán Díaz es el primer escritor argentino en ser finalista de un Premio Pulitzer. Este año, su ópera prima In the Distance (que podría traducirse "A lo lejos") fue aclamada por la crítica y por los lectores estadounidenses al punto que en abril fue distinguida para competir en la categoría “Ficción” por el prestigioso galardón. El pre- mio se lo quedó la novela Less (Menos) de Andrew Sean Greer, pero mientras tanto Díaz también fue finalista del premio PEN / Faulkner a la mejor obra estadounidense en el mismo género.
In the Distance es un western no convencional en el que Håkan Söderström, un inmigrante sueco, atraviesa los Estados Unidos en 1850 en busca de su hermano que está perdido en Nueva York. Ambos se extraviaron en el puerto de Portsmouth, en el Reino Unido. El propio Díaz (44) creció en Suecia, como hijo de exiliados políticos y, aunque volvió luego al país, terminó de estudiar en Londres y en Nueva York. Hoy es director adjunto del Instituto Hispánico en la Universidad de Columbia, donde edita la Revista Hispánica Moderna, -¿Cómo es su novela?
-Es la historia de un joven sueco que emigra a los Estados Unidos en 1850 . Junto con su hermano, se embarca rumbo a Nueva York. Jamás han estado en una ciudad (viven en una granja remota); no saben leer ni escribir; no hablan inglés. En un puerto en Inglaterra, se pierden en la multitud. Håkan, el más joven, se sube al barco equivocado y termina en San Francisco. Sin tener idea de la extensión o la naturaleza del continente, decide cruzarlo a pie para ir en busca de Linus, su hermano mayor, que llegó a Nueva York. La travesía de Håkan va a contrapelo de la historia, ya que la novela transcurre durante el período denominado el “destino manifiesto” de los Estados Unidos: la gran migración hacia el oeste de pioneros y buscadores de oro, entre otros. El héroe va hacia el este, contra esta gran ola. -¿Cómo surgió la idea es escribir In the Distance y por qué?
-Fue casualidad: leí varios libros que transcurren en desiertos escritos por autores de diferentes tradiciones. Me pregunté si habría algo específico en cada uno de estos desiertos. Si solemos definir el desierto como una gran nada, ¿puede haber “nadas” diferentes? Y si no hay ninguna marca contextual, ¿se puede ser extranjero en un desierto? Estas preguntas llevaron a las cuestiones fundamentales de la novela: la soledad, la sensación de claustrofobia en medio de una extensión ilimitada, la desorientación total en el espacio (el personaje principal no sabe ni que la tierra es redonda) y en el tiempo: Håkan tampoco sabe su edad, en qué año vive ni cuánto pasa en cada lugar. -¿Qué diferencias hay entre In The Distance y un western tradicional? -La más obvia es que el personaje va hacia el este y no hacia el oeste. Pero es solo la más superficial de las transgresiones. Dadas las implicaciones ideológicas del western, tuve que moverme con mucho cuidado. Debería haber sido el género fundacional de los Estados Unidos. Ofrece una visión romántica y glamorosa de las cualidades más cuestionables de la historia norteamericana: la explotación insaciable de la naturaleza, el racismo, el fetiche de las armas, la frivolización de la violencia, el machismo, el genocidio, la avidez expansionista, la obsesión con la propiedad privada, el individualismo a ultranza, la desconfianza respecto del Estado. Estos defectos aparecen
como virtudes en el western. Y sin embargo este género nunca parece haber despegado en la literatura, sí en el cine. Me pareció que era una suerte de género abandonado. Y como tiene una carga política fuerte, se me ocurrió que subvertir el western ofrecía la posibilidad de decir algo más o menos nuevo sobre la historia de este país. -¿Entonces, cómo explica al western en la literatura norteamericana? -Tiene que ver con el carácter regionalista del género. No me parece que este provincianismo intencional se conjugue con las ambiciones de universalidad que tiene cierto costado de la cultura norteamericana. Pero es un enigma. El western clásico comienza en 1902 con The Virginian de Owen Wister. Medio siglo después de la “conquista” del oeste y décadas después del telégrafo, el ferrocarril, el alambrado y la Guerra Civil, cuando el oeste estaba ya domesticado. -¿Se puede comparar al western con otros géneros en cuanto a su influencia en la literatura? -Si lo comparamos con dos otros géneros norteamericanos, el policial y la ciencia ficción, decimos que nunca llegó a tener una influencia mayor en la literatura. El policial evolucionó y tuvo un impacto inmenso en autores más allá de ese género. Nos enseñó que la realidad no está dada sino que es un enigma ser descifrado a través de la lectura de indicios. Lo mismo en la ciencia ficción, que muestra los límites y paradojas de la razón. El western no hizo nada por el estilo. -¿Nos daría ejemplos de cómo su novela subvierte el western clásico?
-La mayor parte del libro transcurre antes de la Guerra Civil (1861-65) y la mayoría de los westerns transcurren alrededor de la década de 1880. En el período de mi novela, todavía no se había desarrollado la industria ganadera. En vez de vacas había búfalos en las planicies. Y como no había vacas, no había vaqueros. El mío es un western sin cowboys. El libro toma
El racismo, las armas, el machismo, el y otros defectos de los Estados Unidos aparecen como virtudes en el western”
varias escenas estereotípicas del género y las distorsiona. Hay un duelo sin revólveres, indios que no son indios, caballos lerdos y enfermos… Otro elemento importante: durante casi toda la novela, el protagonista no está, en un sentido estricto, en los Estados Unidos. Su derrotero es a través de lo que se conocía entonces como los unorganized territories -inmensas extensiones que no habían sido incorporadas a la Unión, por ende, no eran parte del país-. Quería que Håkan fuera un extranjero total, hasta el punto de ser un extraño en lugar que ni siquiera es un país. -En varios pasajes de la novela usted hace hincapié en el aislamiento de Håkan. ¿Podríamos trazar algún paralelismo con su vida personal? -Sí. Hay ciertas correspondencias con mi vida. La principal es la experiencia de la extranjería. Aunque nací en la Argentina, mi familia se mudó a Suecia cuando yo tenía dos años. Si bien fui muy feliz allí, era un extranjero. Y cuando volvimos a Buenos Aires (ciudad de la que no tenía ningún recuerdo) me sentí fuera de lugar durante mucho tiempo. Ni bien terminé mi licenciatura en Letras me mudé a Londres y después a New York, donde vivo hace ya casi veinte años. Håkan está totalmente aislado. Tiene una soledad radical. Pasa años en la inmensidad de las planicies sin hablar con nadie. Y en cierto punto el paisaje lo devora casi literalmente: cava un túnel y vive bajo tierra durante un largo tiempo. Me interesaba esa tensión entre su soledad y la extensión virtualmente infinita del paisaje. -¿Podríamos decir que hay un resurgimiento del western como ficción literaria a partir de In The Distance? -Eso sería demasiado. También debería aclarar que el western sigue teniendo una presencia en las letras estadounidenses: se publican docenas de novelas al año. En general son libros comerciales que se venden en supermercados y estaciones de servicio y no están en librerías o en bibliotecas. Es un género que ha sido marginado institucionalmente por la crítica, la academia, las editoriales. -¿Tiene planeado venir a la Argentina para presentar su libro?
-Desde luego. No me lo perdería por nada.