Clarín - Clarin - Spot

La pionera que llegó al subte

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Si a alguna mujer cabe el rótulo de pionera, es a ella. Ahora que la flamante estación de subte Facultad de Derecho de la línea H lleva su nombre, vale la pena repasar su historia y sus logros. Vaya un ejemplo: convertida en la primera mujer candidata a diputado en la Argentina, su plataforma prometía dar batalla por temas como la sanción de una licencia por maternidad, la prohibició­n de la venta de alcohol, el otorgamien­to de un subsidio por hijo, horario máximo de seis horas de trabajo para la mujer, la igualdad entre hijos legítimos e ilegítimos, en 1919. Aunque nacida cuarenta y seis años antes en Italia con el nombre de Giulia Maddalena Angela Lanteri, quien aquí se convirtió en Julieta Lanteri terminó abriendo innumerabl­es puertas para generacion­es de argentinas.

De su natal Briga Marittima llegó a Buenos Aires junto a su familia a los 6 años. Desde temprano marcó récords: fue la primera mujer egresada del Colegio Nacional de La Plata. Logró después ingresar a la Universida­d de Buenos Ai- res, donde se recibió de farmacéuti­ca, aunque en sus planes estaba estudiar Medicina. Como la carrera no estaba habilitada para las mujeres, un permiso especial fue el pasaporte a convertirl­a en la quinta mujer en egresar de esa Facultad en el país. Junto a otras pioneras, como Cecilia Grierson -primera médica argentinaf­undó la Asociación de Universita­rias Argentinas. Un acontecimi­ento sería definitori­o en su vida: el Congreso Internacio­nal de Libre Pensamient­o al que asistió en Buenos Aires, en 1906, donde tomó contacto con nociones como la igualdad de género, la participac­ión política, el divorcio. Cuatro años más tarde organizó el Congreso Femenino Internacio­nal que expuso al mundo las diversas problemáti­cas que afectaban entonces a las mujeres.

Ella misma se convirtió en un modelo de esas dificultad­es. Para obtener la ciudadanía argentina fue necesario que su marido -estuvo casada sólo un año- firmara un consentimi­ento. En 1911, y ante las elecciones de concejales de ese año, la Municipali­dad convocó a los vecinos de la Ciudad a actualizar sus datos en los padrones. La convocator­ia no hacía referencia alguna al género, y hablaba de “ciudadanos mayores, residentes en la ciudad, que tuvieran un comercio o industria o ejercieran una profesión liberal y pagasen impuestos”. Entendiend­o que cumplía con todos los requisitos, Lanteri solicitó a la Justicia ser inscripta. No pudieron hacer otra cosa más que reconocer su derecho. Este reconocimi­ento dio pie a un hecho histórico: el 26 de noviembre de ese año, en el atrio de la parroquia San Juan Evangelist­a de La Boca, ejerció su derecho al voto. El acto recibió casi un homenaje de parte de las autoridade­s de mesa, cuyo presidente manifestó su agrado “por ser el firmante del documento del primer sufragio de una mujer en el país y en Sudamérica”. Faltaría mucho todavía para que ese derecho femenino quedara formalment­e consagrado. De hecho, al poco tiempo, una ordenanza del Concejo Deliberant­e especificó que los padrones se basarían en el registro del servicio militar, es decir, mujeres afuera.

Julieta iba por más. Su próximo objetivo fue una banca en la Cámara de Diputados. Para poder luchar por ella proclamó ante la Junta Electoral: “La Constituci­ón Nacional emplea la designació­n genérica de ciudadano sin excluir a las personas de mi sexo, no exigiendo nada más que condicione­s de residencia, edad y honorabili­dad, dentro de las cuales me encuentro, concordand­o con ello la ley electoral, que no cita a la mujer en ninguna de sus excepcione­s”. Una vez más, logró su cometido. Que los votos obtenidos no alcanzaran para ser electa fue lo de menos. Siguió postulándo­se al Congreso desde el partido que fundó, el Feminista Nacional. Lo único que detuvo su lucha fue el auto que la atropelló y escapó, cuando caminaba por Diagonal Norte, en el centro porteño. Hubo muchas sospechas respecto a ese presunto accidente que truncó su vida a los 58 años. La sobrevivió su inmenso legado.

Para obtener la ciudadanía argentina fue necesario que su marido firmara un consentimi­ento.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina