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Yo grafiteo, tú grafiteas, o cómo hacer arte urbano

Esta vez, el cronista trata de aprender los secretos para convertir un muro en arte callejero.

- Pablo Raimondi praimondi@clarin.com Producción: Daniela Gutiérrez

Luego de una fallida incursión periodísti­ca -intentando dibujar croquis de edificios emblema de la Ciudad de Buenos Aires- aparecería la revancha en materia de trazo y pintura. Pero esta vez, con aerosol, látex y pincel.

Muy lejos de las cualidades artísticas paternales (padre, dibujante publicitar­io y eximio tallador en madera), lo mío sólo se limitó, en mi infancia, a copiar dibujitos de historieta­s, desde célebres personajes de Disney hasta los de la tira Patoruzito. Ya en la adolescenc­ia pude recrear -a gran escala- logos de grupos musicales como AC/DC y Guns n’roses como así también manufactur­ar banderas en tela: una de Iron Maiden (con la tapa del disco A Read Dead One) y otra con la figura calavérica de Zorlac, un modelo skater adoptado por Metallica.

En esta ocasión, mi reencuentr­o con el diseño sería en el bajo puente de la autopista Illia, con el muralista Alfredo Pelado Segatori y su grupo de trabajo. “¡Vamos junto a la tropa!”, me dice este histriónic­o pionero de la pintura urban, que tiene su bunker de trabajo en Andén 2222, los galpones ferroviari­os de Salguero (estación Saldías, Palermo).

El me presenta al grupo, que se divide entre los que van a pintar con látex y los dedicados a “aerosolear” paredes. Pero, antes de eso, hay que elegir un color: selecciono el violeta, lo más parecido al borravino, mi preferido. Una vez reunidos los grafiteros, el Pelado nos lleva frente a un muro al aire libre, que bordea la autopista. Y allí explica los rudimentos de este arte que tuvo su explosión a mediados de los años años ‘60 en Filadelfia.

“El aerosol tiene tres picos -intercambi­ables entre sí- que definen el tipo de trazo que queremos hacer. Para arrancar, primero hay que colocar el aerosol a 45 grados de la pared con la parte superior del envase raspándola. Hagan grandes movimiento­s circulares, pero sin pintar”, indica nuestro gurú, mientras trato de no despegar el aerosol del granito.

La fase “imitación” fue pan comido, pero se venía lo difícil: pintar. Para ello, Segatori explicaba lo básico. “Cuanto más cerca -y también según el pico- se esté de la pared, el trazo será más fino”. Añadiendo también un factor clave, la velocidad con la que movamos el aerosol con el brazo. Nota mental: a mayor impulso, más fino y firme será el trazo.

Llega el debut. Aprieto el aerosol y se hace una mancha densa de pintura sobre la pared. “Tenés que batir bien el aerosol y apenas apretás el pico, que no sea sobre la pared, así lográs una mejor consistenc­ia”, me acota una alumna más experiment­ada.

Pruebo de vuelta haciendo trazos verticales rápidos, sin resultado: salen gruesos. “Acercá más el aerosol a la pared”, me indica. Intento de nuevo. Y nada. “No es mi día”, pienso. Al notar cierta resignació­n en mí, la chica me dice que el secreto no es apretar con fuerza el pico, sino regular la presión con la yema del dedo.

El resultado es inmediato. Las líneas fluyen finas y firmes en la superficie. Entonces voy cambiando de picos y probando líneas rectas, serpentean­tes, círculos, lo que fuese.

Luego, Pelado -que no está tan presente sobre el alumno, sino que es más bien un motivador grafitero grupalnos enseña cómo esfumar un grafiti (tomando distancia) y remarcar los contornos de las letras. “Con dominar estas técnicas ya saben lo más importante”, dice, mientras nos invita a ir bajo el puente de la autopista y agarrar varios aerosoles. Y arreglate como puedas con este arte.

Los “grafiteros” tenemos disponible­s toda una pared lateral que sostiene el puente de la autopista. Y me dirijo hacia la parte más elevada, al borde de un guardarrai­l. “¡Qué heavy que es esto!”, pienso en plena subida.

Entonces, comienzo a delinear esa palabra anglo en color rojo y plateado, enmarcadas con algo de tono violeta. Pero antes, fondeo ese pequeño sector con aerosol blanco para que resalte más la leyenda. La tipografía se deforma, se pone gruesa, chorrea, entonces aplico velocidad y acerco el aerosol para afinar el trazo. Va queriendo. Y para darle cierta impronta propia a la letra, mezclo colores.

Mientras los autos me pasan cerquita por la ruta, en cuclillas, hago malabares con el aerosol dándole los últimos trazos a mi último rastro de intervenci­ón urbana. Luego me convocan a pintar con brocha, que la cargo mucho con un rojo furioso para rellenar la base de la letra I, de la palabra Reciclator, que cruza la pared del bajo puente. Es más fácil que grafitear.

Al igual que en mi experienci­a periodísti­ca forjando un cuchillo -en donde aún tengo un cosquilleo molesto en el brazo derecho-, acá también tuve mi consecuenc­ia, aunque temporal: una leve tendinitis en la parte inferior del antebrazo izquierdo por apretar con demasiada fuerza el pico del aerosol. No hay caso.

 ?? R. ANDRADE STRACUZZI ?? El pequeño gran detalle de saber apretar. El cronista tiene claro que el trazo del aerosol dependerá del pico que use, pero sobre todo de con cuánta fuerza lo realice.
R. ANDRADE STRACUZZI El pequeño gran detalle de saber apretar. El cronista tiene claro que el trazo del aerosol dependerá del pico que use, pero sobre todo de con cuánta fuerza lo realice.

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