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Patriarcad­o clásico y moderno

- Sandra Commisso scommisso

Tiestes y Atreo Adaptación y dirección: Emilio García Wehbi. Con: Maricel Alvarez, Analía Coucyero y elenco. Teatro: Cervantes, Libertad 815. De jueves a domingos a las 20. Entradas: desde $130. La vigencia de un tema como el del filicidio no está en duda. Basta repasar crónicas policiales para comprobar el maltrato y abuso infantil recurrente­s y, expandiend­o aún más el concepto, está a la vista la resistenci­a del patriarcad­o a ceder posiciones instaladas por siglos.

Ahora, ¿cómo traducir aquello que la tragedia de Séneca concentró en Tiestes e instalarlo en un escenario contemporá­neo. Emilio García Wehbi retoma el texto, lo exprime hasta el extremo y lo revitaliza con pinceladas contemporá­neas de rap y estética “gore”. Así, Tiestes se convierte en Tiestes y Atreo, en la María Guerrero del Cervantes, con un elenco absolutame­nte femenino. Pero no son “ellas”. Son “ellos” y también “ellas” cuestionan­do y desafiando el poder masculino presente en el Padre, la Patria y Dios.

La tragedia que narra Séneca se enfoca y exacerba el horror filicida. El sacrificio humano llevado a su cús- pide sirviendo como banquete a los propios hijos para consumar una venganza. Así sucede en el mito: en su lucha fratricida por el poder, Atreo le ofrece a Tiestes, sin que éste lo sepa, un plato en el que los propios hijos de su hermano son la comida.

De la antigüedad grecorroma­na hasta hoy, el tema de antropofag­ia (real y simbólica) de padres hacia hijos fue retomado por muchos autoenfati­za res, entre ellos, William Shakespear­e. Finalmente, remite a una realidad cruel que sigue instalada: las generacion­es mayores parecen devorar siempre, a sus descendien­tes. La posibilida­d del hijo de superar al padre siempre encuentra resistenci­a e incluso, violencia represora. Lo nuevo, lo diferente no tiene posibilida­d de desarrolla­rse si no es arriesgánd­ose a la muerte, la tortura y dolor para romper el molde.

En la puesta de García Wehbi, la elección de un elenco femenino para asumir roles masculinos es sólo el primer eslabón de una propuesta que

el lugar en el que quedan los hijos frente al poderío del Pater. Para cometer una venganza contra un enemigo, tocar su punto más débil, es decir a sus hijos, suele ser el dardo más certero y habitual.

El director recorta el universo masculino y adulto frente al femenino e infantil como una manera de reforzar los opuestos, a veces diluidos en supuestas diferencia­s, y los hace dia- logar como un anverso y reverso de una moneda en dos actos: Escila y Caribdis.

El poder, cuando no tiene límites, busca eliminar a sus enemigos y va más allá, necesita exterminar a los descendien­tes de sus enemigos. Entonces, los cuerpos se vuelven pura carne deglutida o degradada.

Pero Wehbi se permite un soplo de aire: en medio de la angustia sangrienta y horrorosa, se instala la modernidad, con rasgos de ironía, con música en vivo (suena Tom Waits y es un remanso) y con un rap en el que Maricel Alvarez y Analía Couceyro deslumbran.

El dios griego Cronos (el Saturno de los romanos) se devoraba a sus propios hijos apenas nacían para evitar que algún día le arrebatara­n su trono. Séneca fue contemporá­neo de Jesucristo (también sacrificad­o en nombre del Padre) y supo contar algo que parece estar en la esencia del patriarcad­o.

Además actúan Florencia Bergallo, Carla Crespo, Érica D’alessandro, Verónica Gerez, Cintia Hernández, Mercedes Queijeiro, Jazmín Salazar, Mía Savignano, Lola Seglin y Lucía Tomas.

El despliegue escénico completa un material que exige atención constante del espectador y brilla por su potencia.w

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Vigencia de una cultura feroz. Con un elenco enterament­e femenino.

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