HALSEY, EN LA CIMA DEL POP
A los 23 años y en la cima del pop, habla del lado oscuro de la fama, de sus pares y de su manera de crecer.
La estadounidense de 23 años, que canta esta noche en el Teatro Gran Rex, habla del lado oscuro de la fama.
En una industria musical atiborrada de cantantes pop femeninas, Ashley Nicolette Frangipane, alias Halsey, cumple con los estándares básicos: un aspecto de modelo -además de protagonizar sus videos es una de las nuevas embajadoras de Yves Saint Laurent-, una voz con un toque personal y una empatía con el público millennial.
Pero, a sus 23 años, esta joven de Nueva Jersey muestra un rasgo de rebeldía que la distingue de la media. “Somos la nueva (generación) americana, bajo el efecto de la marihuana legal”, canta en New Americana, su primer gran hit, que seguramente será parte del setlist que ofrecerá esta noche en el Teatro Gran Rex.
A dos años de su primera visita a Buenos Aires -fue parte del line up del Lollapalooza 2016-, llega con nuevo disco bajo el brazo (Hopeless Kingdom Fountain, su segundo) y varios singles que lideraron los charts en su país (Bad at Love, Alone o Him & I, que escribió junto a su novio, el rapero G-eazy).
Antes de este meteórico éxito que empezó con Closer, canción de The Chainsmokers al que le puso su voz, Halsey tuvo una adolescencia complicada por un desorden bipolar y relaciones tóxicas que la llevaron a tener problemas con drogas. Digamos: la chica quizá tenga algo que decir, si la comparamos con estrellas como Ariana Grande, Taylor Swift o Zara Larsson.
De hecho, la primera excusa para componer fue ponerle música a sus poesías. Quien no quiera bucear en sus canciones, puede ver su poderoso discurso rapeado en una multitudinaria marcha por los derechos de la mujer que se celebró en enero en Nueva York, y que recorrió el mundo.
-¿Cómo le describirías “Hopeless Fountain Kingdom” a alguien que nunca lo escuchó?
-Como un álbum de pop interesante. Traté de hacerlo de una manera bastante única, contar una historia de principio a fin, de gente joven que está enamorada y que luego empieza a llevarse mal; y te das cuenta que no todo es lo que parecía ser. Como una suerte de historia de Romeo y Julieta.
-Como muchas artistas jóvenes, lograste notoriedad a través de las re- des sociales. Ahora que sos parte de la industria de la música, ¿cómo se logra sobresalir en un negocio plagado de artistas pop femeninas?
-Creo que soy una afortunada. Crecí pudiendo ver y escuchar a Britney Spears, Christina Aguilera, Pink, Beyoncé. Luego, ya más grande, a Rihanna, Lady Gaga. Y ahora tengo a pares contemporáneas increíbles como Lorde, Charli XCX y muchas otras. Lo más importante es que nos cuidamos unas a otras en vez de generar competencia.
-Tuviste un crecimiento meteórico desde tu primer álbum, en 2015. Y tenés sólo 23 años. ¿Ya experimentaste el lado oscuro de la fama? Hace poco confesaste que solías ser una mujer sociable y que ahora le tenés terror a la gente.
-Con la exposición mee volví más temerosa con la gente. Porque fue todo muy rápido: pasás de vivir en un mundo chiquito a que conozcan todo sobre lo que te rodea, y entonces todo cambia constantemente. Tenés que estar creciendo continuamente, tenés que ser esa persona que se mira a sí misma y piensa todo el día cómo puede mejorar. Y uno lo hace bajo mucha presión.
-Dijiste que la música es como una terapia para vos. ¿Sos partidaria de esa idea del arte como una forma de liberar demonios internos?
-Definitivamente. Escribir algo es una manera de entenderlo. Porque estás escribiendo canciones desde tu subconsciente, desde una parte tuya que no piensa, sólo surge. Y de pronto, podés leer tus pensamientos. Como escribí en Devil In Me: “No voy a derribar a nadie si me arrastro esta noche / Pero igual voy a decepcionar a todos cuando cambie de tamaño”. Ahí hablo de mí queriendo ser más pequeña o más grande o lo que fuere, para mejorar mi entorno, sin decepcionar a la gente que realmente me importa.w