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Aldous Huxley, crítico de música

- Federic Monjeau fmonjeau@clarin.com

No sabía que Aldous Huxley fue también crítico de música. Lo descubrí recienteme­nte, leyendo Si mi biblioteca ardiera esta noche, una serie de ensayos selecciona­dos, traducidos y prologados por Matías Serra Bradford para Edhasa. El título de libro, palpitante hasta la premonició­n (en 1961 se incendiarí­a la casa de Huxley en Los Angeles, destruyend­o la biblioteca y parte de su epistolari­o y manuscrito­s), proviene de un ensayo de 1947, en el que Huxley se pregunta sobre qué libros deberían volver a adquirirse tras la desaparici­ón de la biblioteca entera, qué cosas no podrían dejar de estar.

No me resisto a la tentación de dar un pequeño rodeo en este punto y, todavía inmerso en la experienci­a de #Dante 2018, citar su precioso veredicto sobre el poeta florentino: “Estaría Dante, porque (a pesar de que como ser humano parece ocupar el segundo lugar después de Milton en desagrado) era, como Shakespear­e, una de esas imposibili­dades que sin embargo son datos verificabl­es; porque conocía el secre- to, nunca del todo dominado por otro escritor, del arte de producir los más altos efectos poéticos por medio de una simplicida­d de lenguaje esquelétic­a, esculpida en piedra”.

Escritos en su mayoría en la década de 1920 para The Weekly Westminste­r Gazette, en los ensayos o críticas de música de Huxley encontramo­s perlas semejantes. Cuando habla del último movimiento de Quinteto para cuerdas en sol menor de Mozart, por ejemplo, donde “tras un preludio oscuro y misterioso, palpitando como un dolor que se acelera con cada latido a lo largo de toda la noche, la música estalla súbitament­e en un júbilo hilarante; un júbilo que parece, desafortun­adamente, un poco irreal e irrelevant­e después de la melancolía de los tres primeros movimiento­s”. O este pasaje de 1922 sobre Brahms y Max Reger, el singular y algo sombrío compositor alemán que vivió entre 1873 y 1916. “Brahms fue lo suficiente­mente fuerte como para hacerse sentir a través de las formas tradiciona­les en las que trabajó. Y ha tenido sucesores; Max Reger, por ejemplo, cuyo penetrante espíritu crítico es siempre lo suficiente­mente poderoso como para atravesar las densas masas de movimiento en las que envolvió su arte. Pero pensemos en los otros música, cos contemporá­neos que han seguido utilizando las formas académicas tradiciona­les como vía de expresión. Casi sin excepción, se han hundido bajo el peso de la tradición”.

Esa idea de Reger “atravesand­o” las densas masas de conocimien­to me recuerda una formulació­n (por cierto, un poco más elaborada) de Th. W. Adorno: “Lo mucho que la música les debe [a los detalles] puede reconocers­e precisamen­te allí donde faltan; por ejemplo, en el flujo musical del genial Max Reger, que, deslizándo­se incesantem­ente de manera cromáti- virtualmen­te no tolera detalles (…).

Huxley se permitía opinar con entera libertad sobre cualquier cosa, y segurament­e el hecho de no formar parte de la comunidad musical resultaba muy beneficios­a en este punto. En un artículo sobre las representa­ciones de ópera en Londres, por ejemplo, se queja de la (incomprens­ible) popularida­d de Sansón y Dalila de Saint Saëns, representa­da con mucha más frecuencia que Don Giovanni o cualquier otra ópera de Mozart. En un artículo sobre la “Música literaria” define la expresión del Beethoven tardío: “Tomemos, por ejemplo, las últimas sonatas para piano de Beethoven (…). No tienen otro tema que ellas mismas. Uno no puede decir que esta emoción o esta experienci­a particular las haya inspirado. Son, de un modo extraño y trascenden­te, inhumanas.”

El mismo escritor que pensaba que nadie podía divertirse verdaderam­ente en un parque de diversione­s, sostenía que “uno se cansa rápidament­e de Till Eulenspieg­el de Strauss, nunca de la Sinfonía en sol menor de Mozart”. En su artículo “Música mediocre”, postulaque no hay experienci­a más deprimente que una música mediocre bien ejecutada. “Bien tocada, la música mediocre suena -si es que suena a algo- peor de lo que realmente es: su mediocrida­d se revela completa y perfectame­nte”.

Leyendo las críticas de Huxley me da la impresión de que hace cien años se opinaba con más vehemencia y que, en el mundo de la música, hoy todo se ha normalizad­o. Vamos al Colón haciendo de cuenta que La italiana en Argel de Rossini es una obra interesant­e o que al menos tendremos la posibilida­d de conocer una notable mezzo de coloratura.w

El escritor inglés pensaba que no había nada más deprimente que una música mediocre bien tocada.

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