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Cómo hacer de la ciudad un lugar mejor

El analista global vino al país a hablar sobre el mundo del trabajo y a recibir un Honoris Causa en la UBA.

- Héctor Pavón hpavon@clarin.com

“Estoy en el final de la vida” asusta un vitalísimo Richard Sennett, ese gran sociólogo estadounid­ense que hoy enseña en Londres. Vino a Buenos Aires (invitado por Fundación Medifé) para brindar la conferenci­a “El trabajo y sus relatos” en la UBA. Allí recibió el doctorado Honoris Causa de manos de la ensayista Leonor Arfuch y Carolina Mera, decana de la Facultad de Ciencias Sociales. Amable y agudo, Sennet analizó el presente en clave de crisis, esperanza, fascismo y neoliberal­ismo.

-Vivimos en una crisis larga, aquí y en muchos puntos del planeta. ¿En qué punto cree que estamos?

-Le doy una respuesta tal vez sor- prendente. Estoy viviendo en Europa y creo que el continentt­e está en un estado más terminal de la crisis que ustedes aquí y que va a haber muy poco desarrollo en el campo del trabajo, por ejemplo. Cada vez que vengo a Latinoamér­ica veo que hay un potencial que para nosotros no está más. Cierto desarrollo de un modo más socializad­o y abierto. Que para ustedes es posible, y que para nosotros ya no lo es. Veo un agotamient­o en los campos que conozco en Europa: la gente no tiene ideas nuevas.

-¿No hay ideas?

-No hay ideas nuevas sobre qué hacer con la crisis del neoliberal­ismo, etcétera. Cuando era chico en Gran Bretaña oía las mismas cosas que estoy oyendo ahora.

-Y ahora más con el Brexit, ¿no?

-Sí, el Brexit... Eso de que los extranjero­s nos están hundiendo o que la Unión Europea es una conspiraci­ón del capitalism­o. Esos eran discursos de los ochenta. Y no se ha pensado mucho sobre cómo usar internet o cómo lidiar con el cambio climático. Y por supuesto que se hablaba de los migrantes. Pero entonces había movimiento­s migratorio­s del sur de Europa hacia el norte de Europa. Italianos y griegos venían a Gran Bretaña, Francia, Alemania, etcétera. Hoy ese discurso -de intoleranc­ia- está dirigido a los musulmanes. A eso me refiero, a que ustedes no tienen este tipo de agotamient­o, en el que dicen las cosas una y otra vez. Tal vez me equivoque. ¿Usted no lo cree?

-No lo sé… estamos en crisis todo el tiempo. Esa es la sensación. Y tal vez la gente joven no puede imaginar un futuro aquí, en la región...

-Entonces tal vez ocurra en todas partes. Tal vez me equivoque. Entonces, eso también es cierto para nosotros. La gente no puede imaginar un futuro. Yo estoy al final de mi vida, de algún modo, lo que más deseo dejar como legado, es imaginar algo diferente. Tener treinta años y no poder mirar para adelante... No, no se puede vivir así. Se supone que la gente mayor es más sería más pesimista pero yo no lo siento así. Me gustaría que algo nuevo ocurra. Por eso, en mi libro Juntos, hablo de la cooperació­n.

-¿Cómo llama a esta época? ¿La de la crisis, del odio, de la cooperació­n?

-Bueno, no le daría un solo nombre. Hay distintas cuestiones. Para muchas partes de Europa, y Norteaméri­ca, esta es una edad del regreso del fascismo. Trump, Hungría, Polonia… Son nuestras sociedades las que están rechazando una noción de un super-ego de la ilustració­n… ¿Vio el eslogan del abrigo de Melania Trump, hoy? “La verdad es que no me importa”, dice. Esto es del tipo de cosas del fascismo. Pero no todo el mundo piensa así. Norte Amé- rica esta regresando a otros valores. Pero esto bien podría ser el lema de Trump.

-¿Pero esta postura es el clima de época?

-En algunos lugares. No en todo el mundo. No diría que todos los ciudadanos estadounid­enses piensen así, por ejemplo. Ni tampoco todos los ciudadanos británicos son favorables al Brexit. Está dividido. El problema es que la parte fascista habla como si representa­ra a todos. Y eso es un aspecto del fascismo, que se universali­za la propia posición, que no hay otro. Es una transgresi­ón fundamenta­l de la Ilustració­n, que no hay otro, no hay oposición, una vez que se toma el poder todo es universal. Y ese es el problema. Pero no es el caso, hay mucha gente que se opone.

- ¿Cómo se desarrolla el concepto de comunidad en esta etapa del capitalism­o?

-Puede tener una consecuenc­ia muy perversa, que la comunidad se componga de una sola clase de persona. Por eso no me gusta esa palabra. Porque con frecuencia la gente habla de exclusión, sobre todo la clase media, en nombre de la comunidad. En Estados Unidos o en Europa la palabra comunidad significa: “basta de musulmanes”. Como ellos no comparten ciertos valores entonces no son parte de la comunidad.

-Usted es socialista ¿este es un buen momento para serlo?

-Sí. Más que nunca.

-¿Cómo se lo practica?

-Mire, mis padres trabajaban para el Partido Comunista con la idea de que los sufrimient­os de la gente eran un modo de organizar… Hoy creo que los que son profesiona­les, por ejemplo los jóvenes arquitecto­s, no tienen seguridad laboral. Junto con los sindicatos deberíamos encontrar una manera de concebir un modo distinto de la carrera profesiona­l. Y eso quiere decir que la organizaci­ón sea mucho más personal, no basada en el sufrimient­o, sino más mirando hacia afuera. Preguntars­e qué querés hacer, donde querés estar dentro de 10 años, cómo podría una organizaci­ón ayudarte a hacer eso. Tradiciona­lmente no pensamos que el socialismo podría ayudar a la gente a organizar sus vidas privadas. Ahora, ayudar a la gente a organizar su cobertura médica, por ejemplo, es una forma de socialismo.

Veo un agotamient­o en los campos que conozco en Europa: la gente no tiene ideas nuevas.

El problema es que la parte fascista habla como si representa­ra a todos.

 ?? LUCIANO THIEBERGER ?? Un artesano del pensamient­o complejo. “Volvieron los discursos de los años ochenta”, dice Richard Sennett.
LUCIANO THIEBERGER Un artesano del pensamient­o complejo. “Volvieron los discursos de los años ochenta”, dice Richard Sennett.

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