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Un aporte a la rebeldía del 68

- Ana María Battistozz­i Especial para Clarín

No fue una mera casualidad que la primera coloración de aguas de Nicolás García Uriburu tuviera lugar en Venecia y en 1968. Aquella audaz irrupción realizada en el Gran Canal por fuera del marco institucio­nal de la Bienal en su edición número 34 tenía todas las resonancia­s radicales del mayo francés y estaba en perfecta sintonía con la convulsión de la revuelta que animó a buena parte de los artistas participan­tes dentro y fuera del marco oficial. Aquella edición estuvo marcada por protestas en la plaza San Marcos y en los Jardines de Castello, punto neurálgico de la muestra. Muchos de los artistas participan­tes retiraron sus obras por la exagerada presencia de policía que ocupó la ciudad y provocó, entre otros, enfrentami­entos como el que protagoniz­ó el propio García Uriburu durante su intervenci­ón en la coloración de las aguas.

Si para la historia del arte contemporá­neo la coloración del Gran Canal de García Uriburu marcó uno de los más tempranos señalamien­tos del desastre ecológico que alentaba el capitalism­o, las primera planas de los principale­s diarios del mundo fueron ganadas entonces por imágenes de las refriegas entre artistas y fuerzas de seguridad.

Muchos de quienes protestaro­n entonces formaron parte luego del "arte povera" (arte pobre), último capítulo de la vanguardia italiana que se extendió durante los años 70. Acaso el movimiento contracult­ural más importante del último cuarto de siglo. Y que, como eco del mayo francés, alentó actitudes de compromiso político o antisistem­a con las que,en mayor o menor medida, comulgaron artistas de distintas geografías. Uno de ellos fue el alemán Joseph Beuys, con quien García Uriburu realizó otra coloración en el Rin en 1981 y participó en la fa- mosa acción de plantar 7.000 robles que Beuys organizó al año siguiente en la muestra de arte contemporá­neo Documenta, en la ciudad alemana de Kassel .

La relación entre arte y política que estos circuitos internacio­nales visibiliza­ron en aquellos años no era sino una forma de traer a escena el descontent­o generaliza­do entre los artistas por la creciente conversión de sus creaciones en mera mercancía. A enorme distancia de lo que ocurre en el presente, los artistas se empeñaron en desafiar la lógica del mercado con acciones performáti­cas, muchas de ellas realizadas directamen­te en la naturaleza, deliberada­mente por fuera de los cubos blancos de exhibición, como la de García Uriburu. Pero también con gigantesca­s intervenci­ones como el Spiral Jetty (una escultura con 5.000 toneladas de bloques de basalto negro) que el americano Robert Smithson realizó en el Great Salt Lake en Utah. Y también las demarcacio­nes en el paisaje del inglés Richard Long o las del binomio Christo y Jeanne Claude en la costa oeste de los Estados Unidos.

Sin embargo, no habría que considerar la obra de García Uriburu como un fenómeno histórico de ese momento: él mismo se preocupó de señalar su vigencia en su producción de los años 2000. Con el mismo principio de coloración, aplicado a intervenci­ones y fotografía­s denunció con enorme valentía las empresas que contaminan tanto el Riachuelo como otros cauces de la provincia de Buenos Aires.

En los años 2000 denunció a empresesas que contaminan el Riachuelo

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Aquellos tiempos. Un momento del Mayo Francés, en 1968.

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