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Fútbol mixto, al fin una que pateamos todas y todos

Canilleras, cortos y zapatillas uniforman a a la hora de compartir el terreno. Vestuarios separados, por ahora.

- Federico Ladrón de Guevara flguevara@clarin.com

Con pecheras blancas o negras, son equipos de seis jugadores. Y todos, de común acuerdo, usan la misma táctica: tres hombres y tres mujeres. Los viernes a la noche, en Central Fútbol, pleno Palermo, se organizan partidos de fútbol “mixto”. Sin árbitro ni entretiemp­o, se juega durante una hora. Según explican los organizado­res, la idea es que sea “un momento de encuentro, lúdico, absolutame­nte recreativo”. Lo único que no se comparte es el vestuario. Allí, como cantaban Las Primas, la distribuci­ón sigue siendo así: los nenes con los nenes, las nenas con las nenas.

“Seamos pares donde antes no lo éramos. El futuro es mixto y vamos por él”, señala Ariadna Fainbich, de 31 años, una de las fundadoras del Club de Fútbol Mixto, este grupo de amantes de la pelota que se empezó a armar a través de Facebook y hoy, entre hombres y mujeres, ya cuenta con más de 1.500 miembros. O, como les dicen ellos, “mixters”.

“Podés venir a jugar solo o con tu equipo”, sigue Ariadna, que cuando no se pone los pantalonci­tos cortos es “artista” y “maestra mayor de obras”. “Los partidos son todos amistosos... Muchos varones, que no se animaban a jugar con sus amigos porque considerab­an que no estaban a la misma altura en cuanto a las condicione­s técnicas, acá lo hacen sin ningún problema”, profundiza.

Ariadna, que a veces comparte equipo con su novio Agustín, juega al fútbol desde el 2011. Pero al principio lo hacía sólo con mujeres. “Ahora prefiero jugar con hombres y mujeres. Es mucho más divertido”, comenta, entusiasma­da.

-¿En qué posición jugás?

-No tengo una posición fija. Voy y vengo por todas partes.

En Club de Fútbol Mixto, amplía Ariadna, los que juegan tienen “de 20 a 45 años”. Y después de los partidos, “se arma un tercer tiempo power”.

-¿Usás las mismas zapatillas que los hombres?

-Sí, pueden ser zapatillas negras. O de colores. Y además, como soy coqueta, uso canilleras: no me gusta que me salgan moretones en las piernas por los pelotazos que me pegan...

Ahora, sobre el césped sintético, patea Andrea y cabecea Ernesto, patea Santiago y cabecea Julieta.

Se juega en varias canchas en simultáneo. Hay goles de taco, de rabona. Y de casualidad... Se festejan con abrazos más o menos apasionado­s. O con besos a la pasada.

Hay hombres que intentan emular a Messi. Y mujeres que admiran a Marta, la leyenda brasileña. Después de jugar, algunos se hidratan. Otros elongan con rigor de profesiona­l.

Tomás Bonifacio tiene 28 años y es hincha de Racing. También prioriza distenders­e en el fútbol mixto de los viernes. Músico, detalla: “Acá no vas a ver a nadie con ganas de pelearse... Nadie protesta ni reclama nada. Es fútbol 100% fair play”. Y amplía: “A veces, si es muy bueno, hasta se puede aplaudir un gol del equipo rival”.

A su lado, Sol Sánchez Miño, hermana de Juan, el jugador de Independie­nte, cuenta que tiene 33 años y juega al fútbol desde hace tres. “También soy instructor­a de taekwondo”, describe. “Y jugué al tenis”.

-¿Vas a la cancha a ver al Rojo?

-Sí, claro. Voy a ver a mi hermano. Pero soy fana de Boca. Y mi ídolo es Juan Román Riquelme.

“Contadora y licenciada en marketing egresada de la UADE”, Sol se define como una jugadora “polifuncio­nal”. Como su hermano Juan, puede jugar “atrás o en el medio”. Y tiene muy buena pegada. “Las mujeres mejoran al jugar con los hombres... Es una cuestión de práctica: a medida que vayan jugando más y más, el nivel se va a ir emparejand­o”.

-¿Estás de novia?

-No, ahora estoy sola. Tenía un novio, pero me separé.

-¿Jugaba al fútbol con vos?

-No, no le gustaba el fútbol.

“A las mujeres, a veces, se les va la pierna”, dice, entre risas, Manuel Taíbi. “No es que lo hagan a propósito: pero a veces, por torpeza, pegan de más”. “Lo mismo pasa con algunos hombres...”, se planta Sánchez Miño.

Manuel tiene 31 años, es italiano (de Sicilia) y vive desde hace seis en Buenos Aires, más precisamen­te, en Villa Urquiza. “Soy economista, vine

por un intercambi­o con la Universida­d de Belgrano y me quedé”, relata, en un español muy claro, como si hubiera nacido en Barracas.

Hincha del Inter, Manuel admira a Diego Milito y Mauro Icardi. Y cuando se le pregunta a quién considera el mejor jugador italiano de todos los tiempos, no duda: “Roby Baggio”. -¿De qué jugás?

-Soy un 3 ambidiestr­o. -¿Cómo llegaste al fútbol mixto?

-Como la mayoría: a través de un amigo. Me gustó la onda y trato de venir casi siempre.

Ahora estamos en El Gigante de Villa Crespo, en el estadio Eber Ludueña, otra de las sedes donde el Club de Fútbol Mixto organiza partidos de estas caracterís­ticas. También de césped sintético, es una cancha techada. Y me toca jugar a mí.

Es un duelo cinco contra cinco: dos hombres y tres mujeres de cada lado. Sin “trabajo en la semana”, “dinámica de la impensado”, comparto equipo con Juan, Mica, Maca y Wendy.

“La idea es que se diviertan”, dice Sánchez Miño”. Y reparte pecheras.

Hace frío. Mientras entro en calor, voy al arco. En el equipo rival, Titu y Stella forman una dupla de ataque letal, con mucha eficacia. Titu, una rubia con velocidad de Claudio Paul Caniggia, le pega con el empeine y la clava junto a un palo. “Gol”, festeja con los puños apretados.

Debajo de la pechera blanca, Titu lleva puesta la camiseta celeste y blanca de la Selección, la que fue diseñada para el Mundial de Rusia 2018. Como si ya estuviera preparada para salir a la cancha en caso de que el entrenador la convocara. Stella, potente como Romario, no se queda atrás: gambetea y define con clase.

Al verlas tocar de primera, pienso: ”¡Qué bien vendría sumarlas a La Calesa!”, por el equipo que formé con mis amigos para jugar en el torneo de ex alumnos del La Salle Florida, el mejor equipo, sin dudas, pero que abusa del traslado y el pelotazo.

Salgo del arco. Toco con Mica, toco con Maca. Las chicas entienden el juego. Saben que, como diría el Flaco Menotti, para poder entrar hay que saber salir. Y Wendy anota el 5-4.

“¡Perdón!”, le dice Juan a Stella: le acaba de pegar un bochazo en la cara. “No es nada”, le responde la delantera. Además de pases cortos, lo que abunda es la camaraderí­a.

Trabo con Titu: no voy con plancha, como Pedro Damián Monzón contra Klinsman en la final de Italia ‘90, pero tampoco voy con la pierna floja. Gana ella.

El partido es parejo, de ida y vuelta. Y termina 6-6. El resultado, queda dicho, es lo de menos.

Las mujeres mejoran al jugar con los hombres. Es cuestión de práctica, el nivel se va a ir emparejand­o”. Sol Sánchez Miño

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ANDRES D’ ELIA Ballet unisex. La jugadora corta hacia la izquierda y el jugador sigue de largo.
 ?? ANDRÉS D’ ELÍA ?? Pelota dividida. Nuestro cronista, hombre de canas llevar, en la disputa con una rival leal.
ANDRÉS D’ ELÍA Pelota dividida. Nuestro cronista, hombre de canas llevar, en la disputa con una rival leal.
 ?? ANDRÉS D’ ELÍA ?? Tercer tiempo. La hora de reponer fuerzas, comentar el partido y, cómo no, chamuyar.
ANDRÉS D’ ELÍA Tercer tiempo. La hora de reponer fuerzas, comentar el partido y, cómo no, chamuyar.

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