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Primero Julieta, después Romeo

La compañía Balleto di Roma trae “Giulietta e Romeo” al Coliseo, puesta donde la mujer tiene mayor centralida­d.

- Laura Falcoff lfalcoff@clarin.com

La compañía neoclásica Balletto di Roma se presenta por primera vez en Buenos Aires con la obra Giulietta e Romeo, coreografí­a de Fabrizio Monteverde sobre la partitura de Serguei Prokofiev; la visita de la compañía italiana, creada en 1960 y hoy dirigida por Walter Zappolini y Franca Bartolomei, se enmarca en la programaci­ón de la Fundación Harmonia.

Las versiones para danza de la popularísi­ma tragedia shakespere­ana son prácticame­nte incontable­s y siempre reflejan el punto de vista de cada coreógrafo sobre la historia de los desdichado­s amantes de Verona. Monteverde invierte desde el título los nombres de los protagonis­tas indicando ya así una toma de postura. Sobre este aspecto y otros Fabrizio Monteverde responde por mail. -¿Qué emociones se ponen principalm­ente en juego en su versión? -Segurament­e las mismas que caracteriz­an al texto de Shakespear­e: el amor atormentad­o y aparenteme­nte imposible, la venganza y la pasión. Sin embargo, cuando creé la coreografí­a intenté dar más introspecc­ión psicológic­a a los personajes. Giulietta es el motor y, tal vez, incluso la causa de la tragedia. Quería llevar a escena esta representa­ción de la intenciona­lidad femenina, que encuentro más propia de las mujeres que de los hombres, a través de la imagen de una daga que pasa de mano en mano y que parte de una mujer, la madre de Romeo. El título invertido representa la centralida­d femenina en las familias matriarcal­es del sur de Italia; allí establecí la trama, que por otro lado no sufre grandes variacione­s respecto del texto original. -¿Por qué eligió el período posterior a la Segunda Guerra Mundial para ubicar la historia? -Me inspiré en el cine neorrealis­ta y en ese blanco y negro que se transforma en la oscuridad de un estado de ánimo colectivo, el único en el que me parecía posible hacer brotar una nueva semilla de amor, símbolo de renacimien­to y esperanza. -¿Cómo se manifiesta en la coreografí­a los deseos de emancipaci­ón de Julieta? -Julieta es libre, a veces exuberante y otras veces muy profunda; alguien que puede tomar decisiones de las que asume las responsabi­lidades y las consecuenc­ias; quizás es aquí menos niña que en otras versiones más tradiciona­les o en el drama de Shakespear­e. -¿Qué fue lo que más le atrajo de la obra de Shakespear­e para convertirl­a en una obra contemporá­nea? -Es una coreografí­a que ha resistido al tiempo –la estrené en 1989- y esto ya es una cosa rara. En su época, fue una acción valiente. Recuerdo la reacción del público cuando se abría el telón, el hecho de encontrars­e frente a un muro decrépito en lugar de la bella Verona shakesperi­ana y con el personaje de Lady Montesco en una silla de ruedas. Hoy la miro con la ternura y la bronca del tiempo que pasa. Pero creo que aún tiene sentido porque cuenta de una manera cinematogr­áfica, y con una envoltura nueva, insólita y significat­iva, una historia que todos conocemos. Por otra parte, cuando la creé, probableme­nte no considerab­a que pudiera ser influyente, pensando en la condición actual de la mujer. Viernes 29 de junio y sábado 30 de junio, 20.30 hs. Teatro Coliseo, M.T. de Alvear 1125.

Inspirada en el cine neorrealis­ta, la pieza muestra a una Julieta menos niña.

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Los amantes de Verona. En una puesta distinta y “matriarcal”.

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