Los secretos que dejó el chef Bourdain
La madre del chef Anthony Bourdain acaba de reconocer que su hijo no la estaba pasando bien los últimos días de su vida, de acuerdo a lo que le contó el chef Eric Ripert, con quien Anthony grababa en Francia el que sería su ultimo capítulo del ciclo Parts Unknown (CNN).
Desde que se supo que se había ahorcado el 8 de junio, en la habitación de un hotel cinco estrellas igual a los que acostumbraba habitar en sus viajes, sin dejar ninguna carta, comenzó la carrera por encontrar respuestas.
Es más fácil cuando hay sustancias peligrosas involucradas. La revista Rolling Stone, en su flamante edición mensual, acaba de hacer un informe sobre el fentanyl, el narcótico que mató a Prince y a Tom Petty entre otros músicos. Pero los informes toxicológicos, recién arribados, aseguran que no había rastros de narcóticos en el cuerpo del famoso chef que pasaba su vida viajando por el mundo, filmando sus intercambios culturales con desconocidos.
El suicidio golpea, sorprende, especialmente cuando se trata de personas que uno cree que lo tienen todo. Eso dice Gladys, la mamá de Bourdain: “No lo puedo creer. Lo tenía todo, fortuna, fama, mucho más allá de sus expectativas”.
Tres días antes se había suicidado en Nueva York la diseñadora Kate Spade, famosa por sus carteras coloridas y porque siempre posaba en las fotos sonriendo. Ambos dejaron niñas preadolescentes. En el caso de Bourdain, se supo esta semana que en su testamento le había dado casi toda su fortuna a Ariane, de 11 años. Se había divorciado en 2016 de su madre, Ottavia Busia, una experta en artes marciales.
El Centro de Enfermedades de Estados Unidos se apuró a avisar que desde hace dos décadas los suicidios aumentaron un 30%. Y la revista Psychology Today sorprendió contando que las tres cuartas partes de suicidios en el mundo son de hombres y que sólo un tercio de ellos buscan ayuda psicológica.
Buscando respuestas, los medios estadounidenses se encuentran con el capítulo que Anthony Bourdain grabó en Buenos Aires y que salió al aire en noviembre de 2016, donde acostado en un diván le contaba a una psicoanalista argentina lo solo que se sentía. “A veces me traen una mala hamburguesa en un aeropuerto y eso me hace entrar en una espiral depresiva que me dura por días”, confesaba.
Había visitado la ciudad en enero, casi vacía, y le gustaba la tristeza y la calma que “hace juego con la arquitectura”. Comió chorizos en la Costanera viendo gente juntarse para ver despegar los aviones, recorrió La Boca, se juntó con Francis Mallmann. Y aprovechó a psicoanalizarse. Cuando era adolescente sus padres lo encontraron con drogas y le hicieron hacer terapia, pero duró poco.
De Buenos Aires el chef viajó a filmar un episodio en Roma, donde se enamoraría de la actriz Asia Argento, su última pareja. La actriz Rose Mcgowan, íntima amiga de Asia desde que ambas denunciaron haber sido violadas por Harvey Weinstein, está pidiendo que no se culpe a su amiga por lo que le pasó a Bourdain. Cuenta que ambos peleaban con demonios internos y que habían buscado ayuda profesional el año pasado. Pero Rose dice que mientras Asia siguió el tratamiento, Anthony lo abandonó.
“Sueño todo el tiempo que no puedo salir de un hotel victoriano con muchos pasillos y habitaciones. Paso mucho tiempo en los hoteles, pero éste es amenazante, no lo puedo dejar. Y hay otra parte de este sueño donde trato de ir a casa y no puedo recordar adónde queda”, decía Bourdain a la psicoanalista en Buenos Aires. “Me siento como Cuasimodo, el jorobado de Notre Dame, como un freak, muy aislado”, le confesaba.
Los periodistas que lo entrevistaron lo recuerdan fumando mucho, asegurando que lo hacía por stress. “La vida no es más que un sueño”, reconocería en el reino budista de Bhután, donde filmó el capítulo que cerraría la onceava y última temporada de su ciclo en CNN.