Clarín - Clarin - Spot

Lo que no se vio de la fiesta del 4 de julio en el Palacio Bosch

El detrás de escena del exclusivo cocktail en la residencia del embajador, con mil selectos invitados.

- Carmen Ercegovich cercegovic­h@clarin.com

A las 7 de la tarde del martes 3 de julio, la entrada del imponente Palacio Bosch, vallada e iluminada con potentes reflectore­s, se parece bastante a la alfombra roja de cualquier evento artístico. Pero aquí el espectácul­o es otro. El público que circula por la esquina de Avenida Libertador y Kennedy no pide selfies con los invitados que ingresan al edificio porque no los reconoce fácilmente, aunque muchos de ellos sean poderosos empresario­s, jueces, funcionari­os de gobierno, miembros de alto rango de las Fuerzas Armadas. Una influyente elite convocada por Edward Prado, embajador de los Estados Unidos en la Argentina, quien les abre las puertas de su residencia para festejar el Día de la Independen­cia de su país.

Aunque se trata de un evento formal y tradiciona­l, no es una fiesta de gala, por eso el dress code (código de vestimenta, según marcan las reglas de etiqueta) no indica ir “de largo” ni smoking sino traje y vestido cocktail. El detalle de esta edición es que, como en muchas celebracio­nes temáticas, se sugiere llevar accesorios de la moda de los años 20, una consigna que se repetirá en toda la ambientaci­ón de la velada. La elección de la época no es caprichosa: este año, la fecha patria estadounid­ense -que en rigor es el 4 de julio, día después de la fiesta- coincide con los 100 años de la mansión Bosch, inaugurada en 1918. Es por esto que todo el personal de la embajada -unas 150 personas divididas en diversas áreas- planifica desde hace seis meses este evento, el de mayor despliegue entre los muchos que conforman la agenda habitual.

Basta atravesar la puerta principal para entender por qué. Sólo el sistema de acreditaci­ón de los mil asistentes es un complejo proceso que involucra un multitudin­ario scanneo digital de las invitacion­es, personales e intransfer­ibles, y las pertenenci­as con las que se accede al primer piso. Las escalera, ornamentad­a con los colores rojo, azul y blanco de la bandera americana, se divide en dos y ordena el ingreso: quienes quieren saludar personalme­nte al embajador tienen que hacer fila de uno de los lados y rogar que les toque un turno a lo lar- go de los 45 minutos que Prado dedicará a esa tarea. Naturalmen­te, algunos se quedarán con las ganas.

Aunque la residencia tiene cuatro pisos y varios salones, parece quedar chica en el momento en el que Prado da su discurso de bienvenida y se entonan los himnos de la Argentina y los Estados Unidos. Andrés Massari, manager de la residencia, cuenta que acondicion­ar los espacios implica un movimiento similar al de una mudanza, porque los muebles se trasladan de sus sitios habituales a las habitacion­es de huéspedes vacías. “Sólo para mover la alfombra del comedor se necesitan catorce personas”, revela.

El catering es otro verdadero desafío. Aunque Massari es chef y sommelier y normalment­e está a cargo del equipo de cocina que abastece las recepcione­s, en esta ocasión pide refuerzos externos. Los famosos hermanos Christian y Roberto Petersen, con un staff adicional de 180 personas, son los responsabl­es del menú de la noche, todo en formato “finger food” -se come de parado, sin cubiertosy en voluminosa­s cantidades. A saber: 1.000 bruschetas veggie con pan de masa madre, 1.200 mini hamburgues­as con queso cheddar y panceta, 120 lomos de novillo Angus servidos en pequeñas camisas crocantes, 6.000 colas de langostino­s de Puerto Madryn servidos con seis kilos de salsa, 800 porciones de humita, 1.000 empanadas tucumanas. Los vinos que se sirven para acompañar son de Bodegas Casarena, desarrolla­dos en viñedos de Mendoza con capitales de su dueño neoyorquin­o, Peter Dartley. Entre descorche y descorche, el dato más sorprenden­te es que las burbujas le ganan al Malbec y el Chardonnay. A lo largo de las cuatro horas que se extiende la fiesta se consumen 500 botellas de espumantes Brut Nature. Mucho brindis protocolar, tal vez.

Aunque hay opción de bebidas sin alcohol, nadie deja de pasar por el salón decorado como uno de los bares secretos o speakeasy de los tiempos de la Ley Seca. Allí, en la barra se preparan generosas jarras de ponche de frutos rojos y Torrontés, pero lo que más sale es el clásico Old Fashioned. “Se tomaron 45 litros del cocktail, no lo podemos creer”, aportará el bartender Sebastián Atienza más tarde.

Animados por los tragos y la música, los invitados más jóvenes bajan a la carpa montada sobre el jardín de la casa. En ese sector, después de un show de bailarines de tango y otro de charleston, se abre la pista de baile y las rigideces del ámbito diplomátic­o se aflojan. Oficiales uniformado­s se menean al ritmo de Despacito y hacen trencito con ex pasantes de la embajada y directivos de ONGS. Vuelan las corbatas, los moños, las plumas y las vinchas vintage y reinan las selfies grupales en medio de la euforia. En el backstage, un ejército de empleados -mozos, cocineros, asistentes, personal de mantenimie­nto y seguridad- continúa su trabajo febril yendo y viniendo por los centenario­s pasillos del Bosch, recogiendo platos, limpiando, controland­o la salida de los invitados. Algunos miran la hora contando los minutos que faltan para las 23, cuando todo termine. El 4 de julio para ellos será feriado y, por fin, momento de descansar.w

 ??  ?? Copas flauta. Más de la mitad de los vinos que se tomaron fueron espumantes: 500 botellas de Brut Nature de Bodegas Casarena.
Copas flauta. Más de la mitad de los vinos que se tomaron fueron espumantes: 500 botellas de Brut Nature de Bodegas Casarena.
 ?? MARTÍN BONETTO ?? Cola en la escalera. Para saludar al embajador Edward Prado.
MARTÍN BONETTO Cola en la escalera. Para saludar al embajador Edward Prado.
 ??  ?? Cocina. Casi 200 personas prepararon 1.200 mini hamburgues­as.
Cocina. Casi 200 personas prepararon 1.200 mini hamburgues­as.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina