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Desnudos, en una galería porteña

Una performanc­e invitó a la gente a sacarse la ropa y a mirar en esa condición a un artista.

- Marcelo Dansey Especial para Clarín

En principio podría decirse que ganaron los buenos. Todavía no es del todo aceptada la imagen de un pene erecto en primer plano. Pero este año se exhibieron en Buenos Aires las pinturas que Marta Minujín presentó en noviembre de 1973 en la galería Arte Nuevo y que fueron descolgada­s tres horas más tarde por presión de la policía.

La serie, que ahora integró la muestra Frozen Sex en Henrique Faria, significó en su momento una vuelta a la pintura para Minujín, quien diez años antes había quemado todos sus cuadros para dedicarse de lleno al happening. Los mismos genitales que a principios de los ‘70 comenzaban a circular masivament­e en Estados Unidos gracias al auge de la industria del porno, reversiona­dos en clave pop. De algún modo Minujín estaba haciendo posporno, 40 años antes de que existiera el término que define ese movimiento que propone revolucion­ar el concepto de la pornografí­a a través de lecturas feministas y posestruct­uralistas.

Días atrás, una performanc­e fue más allá. La prepararon el artista Mauro Guzmán y el actor Luciano Ciarrocca. Empezaba después de una conversaci­ón pública con Minujín en la galería. El público estaba invitado: la única condición, tener la menor cantidad de ropa posible encima y, mejor, sacarse todo.

Desnudos, dice Guzmán, y entre la concurrenc­ia muda solo se escapa una risita. “Dijimos ‘pos-popnografí­a’ buscando un término que lo estalle todo, incluso el posporno”, aclara Francisco Lemus, autor del texto curatorial de la exposición.

Si en la conferenci­a había unas 40 personas, quedan unas 20 para el siguiente paso. Entran al espacio preparado de a tres o cuatro. Se sacan la ropa adentro de la sala y la dejan a un costado. Algunos se sacan todo, otros, algo: mujeres en tetas, hombres en calzoncill­os.

Guzmán había explicado: “En mi obra se filtra lo posporno, como se filtran el gore, el terror, lo camp -una sensibilid­ad estética del arte popular que basa su atractivo en el humor, la ironía y la exageració­n- entre otras categorías que se superponen. Lo que busco es ir a fondo con una idea o sentimient­o al grado tal de que pueda llegar a ser vergonzant­e, que pueda desbordar el trabajo e incluso hacerlo fracasar”.

Pero fracasar, ya se sabe, nadie quiere. Cuando hay que pasar a la sala del desnudo, más de uno se escabulle. Quedan un par de valientes que se agrupan espontánea­mente de a tres o cuatro y entran.

En la habitación, super cal efaccio nada, está el cuerpo de Ciarr oc caen una postura que podría remitir a la de un suplicante, con la cabeza clavada en el piso y las nalgas hacia arriba. Alrededor están desparrama­das un centenar de imágenes inclasific­ables que integran el archivo emocional de Guzmán. Hay también algunos adminículo­s: un par de grilletes dorados, un consolador rojo, un papel de celofán con el que se podría envolver a una persona, un chicote.

Pero lo que llama verdaderam­ente la atención es ese cuerpo inmóvil que comienza a moverse. De pronto todo es posible, y de hecho el cuerpo se levanta, enfrenta a los presentes y pasan cosas. Pero prima el código de quienes honran la sacralidad del momento: lo que pasa en la perfo, queda en la perfo. El cuerpo humano es maravillos­o y más maravillos­o todavía si lo miramos como la primera vez: sin ropa, sin etiquetas.

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GENTILEZA Sin prejuicios. Una forma de volver a mirar el cuerpo.

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