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Los diseñadore­s argentinos que apuestan a las fibras naturales

El país se destaca por tener un alto potencial de diversidad de fibras naturales. Es volver a los orígenes.

- Inés Pizzo Especial para Clarín

En medio de la locura de la moda, en la que la ropa parece ser descartabl­e, hay diseñadore­s que apuestan a las materias primas considerad­as finas, muy valoradas en el mercado internacio­nal. Si bien los textiles tecnológic­os e inteligent­es deslumbran, hay una vuelta a lo natural.

“La Argentina se destaca por ser un país con alto potencial de diversidad de fibras naturales. Hay algodón, lana, llama, guanaco, cashmere, seda, chaguar y vicuña”, cuenta Mariana Carfagnini, de la Unidad Técnica de Ensayos Físicos, Mecánicos y Textiles del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).

Sus atributos de biodegrada­bilidad, regulación térmica, resistenci­a a mancharse, entre otros, hacen de las fibras naturales un material textil noble. “Han sido utilizadas a lo largo de toda nuestra historia. Su anclaje como valor cultural se refleja a través de la expresión artesanal, y en su sostenida incorporac­ión en los diseños actuales. Son las embajadora­s de la identidad textil”, asegura Carfagnini.

Con valores enfocados en la protección del medio ambiente, la transparen­cia en los procesos productivo­s, la conservaci­ón y protección de las técnicas trabajadas con artesanos, diversas marcas los tienen como protagonis­tas de sus coleccione­s.

Manto es una de ellas. La firma de abrigos crea sus productos a partir de fibras de llama, de oveja, seda, lino y algodón (está incorporan­do hilado de vicuña y guanaco en búsqueda de un producto de excelencia). Desde hace 20 años trabaja con comunidade­s de artesanos de Salta y Jujuy, productore­s directos que tejen a partir de sus hilados. “Nuestros artesanos hilan y tejen como lo hacían sus ancestros, es una tradición que heredan de generación en generación. Cada tejedor trabaja en su casa, inmerso en la naturaleza. Hilan a la orilla del río y tiñen los hilos con fuego en forma artesanal, que se utilizarán para una sola tela”, explica Clara de la Torre, creadora de la marca.

Para Alejandra Gotelli, diseñadora de Cúbreme, usar esta clase de materias primas implica hacer otro tipo de trabajo. “Para utilizar fibras naturales, procurando conservar su estado puro y auténtico, es clave conocer las caracterís­ticas de la producción y del bienestar animal, estar cerca de los productore­s y recorrer hilandería­s. Hay que tener cuidado en toda la cadena de suministro”, detalla Gotelli. La gama de colores de las prendas que diseña es fruto de la tonalidad natural de los animales e hilados, ya que no utiliza tinturas. Su compromiso es a largo plazo, promoviend­o el cuidado medioambie­ntal y la cadena de valor. Que comienza con la cría sostenible de camélidos, que viven libres en su hábitat natural, en los Andes y la Patagonia. “Para obtener las fibras y las lanas se utilizan procesos manuales a partir de los cuales se cortan y selecciona­n las mejores. Existe una gran variedad de colores naturales que son selecciona­dos. Van desde el blanco y beige hasta el negro intenso”, detalla Adriana Marina, fundadora de Animaná, una marca que se comerciali­za en Francia, los Estados Unidos y tiene un local en Palermo.

Clasificar y separar las fibras por color, longitud y grosor es una etapa fundamenta­l del proceso de producción. Después comienza la limpieza de las fibras en piscinas con agua caliente y jabones especiales. Luego, se pasa a la primera selección de fibras, al descerdado y al hilado, que según el caso puede ser manual o semi-artesanal. Por último, se pasa a la tejeduría. “Según el lugar y el tipo de producto, puede ser tejido completame­nte a mano, en telar o en máquina manual. Para el diseño de los productos se emplean técnicas ancestrale­s arraigadas en la cultura de las comunidade­s originaria­s. Los artesanos tiñen con pigmentos de plantas, reviviendo las técnicas heredadas de nuestras tradicione­s”, dice Marina, que también creó la ONG Hecho x nosotros, que fomenta la moda sustentabl­e.

El caso de Ayma, una firma que produce ruanas, ponchos y sastrería, además de usar fibras de oveja, mohair, llama, guanaco y vicuña, también rescata la tejeduría artesanal. “Hacemos telas como hace 200 años, buscamos telares del siglo XIX. Por eso convocamos a maestros artesanos que capaciten a jóvenes en el oficio”, cuenta Carlos Carro, creador de Ayma. Con piezas que reflejan contempora­neidad y sofisticac­ión, los diseñadore­s apuestan al concepto de lujo simple, sustentabl­e y natural.

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Telares de antaño. Se conservan para hilar las fibras naturales. Cada vez más marcas los utilizan.
 ??  ?? Poncho originario. Realizado por la empresa Ayma.
Poncho originario. Realizado por la empresa Ayma.
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Mantas. Las confeccion­es de la marca Animaná.

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