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“Todos quieren ser estereotip­os”

Es nieto de Luis Alberto. Debutó en cine hace cuatro años y a los 17 encarna a El Principito en teatro. Tiene una banda de trap y una curiosa forma de ver la vida: “No me gusta el materialis­mo”.

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

Cómo encontrar a Luis Alberto Spinetta en Ángelo, su nieto: hablando. Al fondo de la mirada de “Ange”, asoma la cosecha de “El Flaco”. La

delgadez y la sensilidad lo hacen parecido, pero mucho más la dialéctica. No entiende cómo le piden “cantate una canción de Luis”, sólo por llevar su sangre. “No tengo que llenarle los zapatos

a nadie. ¡Sería como pedirle al nieto de un peluquero que te cortara el pelo!”.

En el archivo está toda su prehistori­a. El Suplemento Espectácul­os de Clarín del 30 de noviembre de 2000 da cuenta de que “El Flaco” se había presentado en San Carlos de Bariloche, con un trío formado por el baterista Marcelo Wirtz y el bajista Javier Malosetti. Cantó Ana

no duerme y Los libros de la buena memoria y le dedicó un tema por entonces “sin título” a su primer nieto, nacido siete días antes.

Escondida, entre la colección de papel, hay una perla: un suplemento de moda en el que Angelo, de menos de un año, posa para una marca infantil con un jean minúsculo. Su primera aparición pública.

Vive en Maschwitz, tiene 17 años y tenía 12 cuando se despidió del poeta del rock. Está

aprendiend­o a manejar. Cursa sexto año del secundario, ama la historia y jamás se llevó una materia. No piensa en la universida­d: su plan más próximo es tatuarse un dibujo trazado por su abuelo.

Hijo de Catarina Spinetta y de Nahuel Mutti, cuenta que al año de nacido un amigo dela familia (Nico Pauls) le obsequió El Principito. Tardó diez años en leerlo. Ahora protagoniz­a la historia de Saint-exupéry, en el Apolo.

Dice que podría escuchar hasta morir Cantata de puentes amarillos. Y que Luis Alberto le dejó varios recuerdos “a fuego”. La comida japonesa que él le preparaba, sukiyaki. O las “clases” espontánea­s, como cuando Ángelo tocaba el tema aprendido en casa de un profesor

(Post crucifixió­n) y “El Flaco” -que detectaba al instante el error- le cambiaba con dulzura la ubicación de los dedos en la guitarra.

“Tengo un flash de cuando tenía tres años. Imágenes de choclos. Y yo pidiéndole: ‘Cortámelo como un trencito’. Él hacía todo lo que yo quería. Me malcriaba en el buen sentido”, se ríe. Está leyendo Tokio blues, de Haruki Murakami y comparte con uno de sus mejores amigos, su hermano Benicio, la banda de hip hop Órbita Crew, con la que organizan competenci­as de Freestyle. El tío Dante los guía.

Su primer rol teatral, en la obra Odette, que apenas alcanzó a estrenarse para “amigos y familiares”, fue el de Marcel Proust, en 2013. En cine debutó en 2014, en Anagramas, de Santiago Giralt. Dos años después le siguió Primaveras, del mismo director. A El principito llegó luego de que los productore­s lo vieran por Internet: “Hasta que se dieron cuenta de que era mucho más alto y más grande que en las fotos y les terminó convencien­do la energía”, deduce. “Me estoy adaptando al personaje, pero no me cuesta porque fui niño hace muy poco”. -En plena adolescenc­ia: ¿Qué sentís que vas

perdiendo de la niñez? -La inocencia, la responsabi­lidad te quita las ganas de jugar. Yo creo que uno extraña descubrir todo por primera vez. Ver el mundo con otros ojos, de manera más positiva. -¿Y ahora que sos más grande qué estás descubrien­do por primera vez?

-Hace poco estuve de novio por primera vez. Fue una experienci­a linda. Y descubro cómo funciona el sistema. Que hay tantas injusticia­s. Y ahora estoy aprendiend­o a relacionar­me con gente más grande, de distintas edades. -¿Por qué decís que tenés la energía de El Principito?

-Me lo dicen usualmente. Quizá es un poco mi forma de hablar. Es una energía de preguntars­e todo. El Principito es introverti­do con sus pensamient­os pero extroverti­do a la hora de animarse a preguntar. El Principito tiene que ver con eso de preguntars­e más alla de lo material. También me gusta pensar más allá de lo material. ¿Te sentís diferente al común de los adolescent­es?

-Sí. Bueno, todos somos diferentes. Me siento diferente en un sentido de madurez. Cómo uno se va construyen­do se basa en sus experienci­as y yo estuve experienci­as laburando que te hacen ver las cosas de otra forma. Mi entorno me influyó un montón desde la música. ¿Hay algo de “El principito” que te liga a tu abuelo?

-Si, en el sentido más místico se pueden relacionar. No quiero spoilear, pero tiene que ver con el sentido de la muerte , el amor a lo más simple que puede ser una rosa. ¿Tu abuelo Luis Alberto fue quien te regaló la primera guitarra?

-Sí. La toco todos los días. Es una criolla. Me la regaló a mis 10 u 11 años. La trajo desde los Angeles. Un regalazo. Antes yo iba a clases de vio-

lín, porque él me había regalado un violín. Quería fomentar eso él, no desde la presión sino desde la buena onda. En un futuro planeo componer y a él lo siento como buena influencia. Porque es un artista tremendo y porque tiene canciones muy difíciles. Cuanto más difícil, mejor. -Buen punto. No ir a lo fácil. Hoy es común querer apostar a la cultura d el atajo...

-Es que todos buscan pegarla con lo mas fácil, con lo que más visualizac­iones tenga en Youtube. Todo se vuelve viral de repente. Hay mucho vago. Yo busco un camino lo más sincero posible conmigo. Mis papás me fueron guiando en que yo sea lo mejor que pueda en calidad artística. Podría usar el apellido para cualquier cosa, pero no. -¿Creés que a tu abuelo le gustaría verte haciendo trap?

-La verdad es que no sé cómo reaccionar­ía, porque lo nuestro es un trap diferente: la mayoría

de los los traperos se basan en drogas y putas. Nosotros vamos por algo más místico, sin bardear a nadie porque no tenemos la necesidad. -¿Te gusta que para presentart­e usen el slogan “el nieto del rock”?

-No. Soy el nieto de mi abuelo. Soy yo.

-¿Y quién sos, Angelo?

-Un chico al que le gusta mucho estar solo. Me encanta también estar con amigos, pero la llevo muy bien solo. Me gusta tener tiempo para mí, pensar, escribir. Y como ahora me estoy metiendo en un proyecto musical con mi hermano, la soledad te hace más observador para sacar ideas de lo que te rodea. -¿Qué te gusta de tu generación y qué no?

-No me gusta que quizá hay mucha copia. Todos quieren ser un estereotip­o. Y hay mucho materialis­mo. Todo el tiempo te meten informació­n por el celular: “Tenés que comprar esto para ser feliz”. Pero bueno... no puedo tampoco decir tanto lo que no me gusta, porque no conozco a tantos chicos de distintos lugares como para medir a una generación como concepto. Lo que me gusta es que las redes sociales informan más rápido y si uno salta a atacar a otro, eso se castiga y se genera un cambio social. -¿Saben tus amigos quién fue realmente tu abuelo?

-De mis amigos los reales, la mayoría sí. Es como un Dios de alguna forma.

-¿Un libro que te haya marcado?

-Marcó mi pensamient­o místico Muchas vidas, muchos maestros (de Brian Weiss). Trata de un caso real. Reencarnac­iones… -¿Eso significa creer en que?

-Yo creo que vivimos para aprender, para poder evoluciona­r espiritual­mente, desde la empatía y el amor. En el fondo todos somos diamantes, cubiertos, tapados por mayores o menores capas.w

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GERMÁN GARCÍA ADRASTI GERMÁN GARCIA ADRASTI Alma de diamante. “Mi abuelo es como Dios de alguna forma”, dice Angelo que cursa sexto año del secundario.

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