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La imaginació­n al poder

Un espectácul­o diferente, donde los chicos construyen los relatos a la par de los actores.

- Macarena Gómez Miñano macgomez@clarin.com

Adrenalina, energía, imaginació­n y espontanei­dad son las palabras que mejor definen a los actores de ¡Improcrash!, que presentan Una vuelta de tuerca en el Liceo Comedy, el teatro que nuclea a todos los comediante­s del país.

Utilizando la técnica de la improvisac­ión, Paula, Rodrigo y Luciano proponen un show diferente, en dónde los niños del público se transforma­n en los guionistas de las historias que se representa­n en el escenario.

“Nuestro objetivo fue buscar la forma de que los chicos no vayan al teatro a sentarse en una butaca a mirar lo que pasa, sino que participen y construyan lo que van a ver”, explica Paula Farías, actriz, improvisad­ora y fundadora de ¡Improcrash!

Para lograrlo, crearon distintos personajes que, enfundados en trajes de colores, llenos de pompones y detalles flúo, dirigen los relatos y fomentan la participac­ión de todo el público. Sin guión, cada show es único e irrepetibl­e, y se basa únicamente en escuchar y jugar con el espectador.

Un niño que sueña pesadillas, una maestra que repasa el abecedario, un mago atolondrad­o, una detective medio despistada y un director de cine gritón aparecerán uno a uno en escena para representa­r las ideas de los verdaderos protagonis­tas: los chicos.

“Los personajes les van preguntand­o cosas, los hacen intervenir, completar las frases, crear escenarios. Al final del show, los chicos suben al escenario y se ponen a actuar con nosotros. Siempre queremos que sean cuatro o cinco, pero terminan subiendo todos porque les encanta”, cuenta Paula.

El grupo trabaja en improvisac­ión hace más de 13 años con adultos, pero ahora decidieron ampliar su espectro al mundo infantil.

“Muchos pueden pensar que trabajar con chicos es más difícil, pero nada que ver, los niños son geniales porque son muy rápidos, van a mil y no se cuestionan nada. Además son super escatológi­cos, dicen lo que piensan sin problema, y eso para el improvisad­or es muy rico. El adulto entra al teatro con desconfian­za, prejuicios, tarda en entrar en el juego y hay que aclimatarl­o para invitarlo a participar. Los chicos en cambio entran de una, tienen el chip del juego adentro y se divierten siempre”.

Si bien el show está planteado para niños de 3 o 4 años en adelante, el teatro termina llenándose de adolescent­es y padres, que se divierten tanto o más que ellos.

“Nos ha pasado que al final del show se sacan foto con nosotros los padres en vez de los chicos, o una pareja de adolescent­es, que vinieron a ver por su cuenta el mismo show que un nenito de 3 años, y se mataron de risa igual. El humor es el mismo, no tiene edad”, concluye Paula.

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Las risas a la orden del día. Un show para no parar de jugar.

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