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Merel Hatenboer Holanda

- Docente y emprendedo­ra Plato: Bitterball­en

Hace dos años, cuando Merel Hatenboer llegó al país desde Amsterdam con su marido Mark, no sabía que su familia se adaptaría tan bien a la gastronomí­a argentina que su pequeño hijo Felix se convertirí­a en un fervoroso entusiasta del choripan. La cocina siempre fue uno de los hábitats favoritos de esta psicopedag­oga que hoy trabaja como docente: “Siempre cociné mucho, tanto comida de mi país como asiática. Hago platos con ingredient­es frescos porque no me gustan los enlatados y acá consigo muy buenas materias primas”, comenta.

De las recetas holandesas, una de las que prepara con más frecuencia son las Bitterball­en, unas mini croquetas que en su país son un aperitivo infaltable. Rellenas de carne estofada y una especie de salsa bechamel, se empanan, se fríen y se acompañan con mostaza y cerveza. “Para nosotros es como una picada. Se comen mientras se mira un partido de fútbol o durante los cumpleaños en los bruine kroeg, unos bares típicos holandeses. Acá consigo todos los ingredient­es de la receta original salvo un agregado que a mí me gusta incorporar: se llama kejtap y es una especie de salsa de soja dulce de Indonesia. En mi país hay versiones vegetarian­as de la misma receta, pero yo prefiero hacerlas con carne vacuna”, cuenta.

Stamppot (papas pisadas con verdura), Erwtensoep (sopa crema de arvejas con salchicha ahumada) y Boerenkool (puré de papas y coles) son algunos de los platos típicos holandeses de los que muy poco se sabe en Argentina. De hecho, Merel sólo tiene registro de un solo restaurant­e porteño que ofrece platos de su tierra, Lekker Smokehouse (Honduras 4416), donde se pueden probar las Bitterball­en. Entre los principale­s ingredient­es de la cocina de Holanda enumera a las papas, los vegetales y las carnes: “Por eso puedo hacer todos los platos tradiciona­les aquí, aunque debo reemplazar algunos ingredient­es. Por ejemplo, en vez de la salchicha ahumada del Erwtensoep, uso chorizo. Y también tengo que recorrer mucho para encontrar la cantidad de hierbas y condimento­s que usamos nosotros. Los argentinos son más simples: les basta con la sal y el ají molido”, enumera.

Desde esta relación culinaria bilateral entre Argentina y Holanda, la familia de Merel adoptó el ritual de la parrilla. “Es gracioso porque en Amsterdam está lleno de parrillas que dicen ser argentinas. Hay unos diez lugares así, pero yo me pregunto si los dueños alguna vez estuvieron acá o si le pusieron el nombre solo por marketing. Ni siquiera la carne es tan buena en esos lugares. Es que en mi país la costumbre es usar una barbacoa en el jardín y asar pollo o hamburgues­as porque los bifes son carísimos. Por suerte acá sí tenemos una parrilla enorme donde mi marido aprendió a hacer desde entraña hasta bifes de chorizo”, comenta orgullosa.

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