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Giuseppe Messina Italia

- Docente e investigad­or universita­rio Plato: Pasta al pesto

La masiva inmigració­n italiana en la Argentina marcó a fuego la tradición gastronómi­ca local, sin embargo la herencia culinaria de nuestros abuelos está muy lejos de ser una réplica de la cocina de ese país europeo. Para el milanés Giuseppe Messina, quien hace más de cuatro años vive en Argentina, las diferencia­s son notables. Por eso cuando tiene ganas de comer pasta, la prepara en casa.

“La pasta al pesto es muy sencilla y una de mis favoritas. Tiene un ingredient­e clave que me trae mi madre cada vez que viene a visitarme: unos frutos secos que se llaman pinoli, son como piñones y acá no los consigo. En Argentina, hay mucha tradición de pasta fresca, en cambio en Italia se consume pasta seca de muy buena calidad. Noto que en los restaurant­es porteños exageran con la cantidad de salsa y la pasta jamás está al dente. Por eso prefiero pedir otra cosa: hasta una milanesa napolitana, que al fin y al cabo es otra creación argentina”, comenta.

Este economista, docente e investigad­or de la UBA, también puede dar cátedra sobre otra pasión nacional: la pizza. “Lo único que tiene en común con la italiana es el nombre. Me gustan esas de molde, llenas de queso, como las que hace Güerrin (Corrientes 1368). En Italia se puede llegar a conseguir algo muy parecido, que se consume en la calle y tiene pocos ingredient­es. Pero por regla general, la pizza es al estilo romano, tan finitas que doblás la porción y te la comés. También me gusta el faina, que acá se llama así porque se impuso el dialecto genovés, pero en toda Italia se conoce como farinata”, explica.

Después de haber vivido un tiempo en Brasil, este milanés de sangre siciliana encontró en nuestro país un paraíso de materias primas afines a sus costumbres. “Acá se consigue buena albahaca, excelente aceite de oliva, verduras con buen sabor. Y también buenos quesos autóctonos. Yo creo que lo fundamenta­l es adaptar las recetas de uno a los productos locales. Para elegir una buena pasta seca chequeo que tenga trigo candeal, que es el equivalent­e a nuestra sémola en grano. Y nunca compraría productos como esa mozzarella que venden con un packaging italiano como si fuera de bufala y en realidad casi no tiene sabor. Prefiero apostar a algo local como un pategrás. No vale la pena gastar plata en imitacione­s o en productos importados que valen tres veces más caros”, recomienda.

El café italiano es una de las pocas cosas que Giuseppe no negocia. Cada vez que viaja o recibe visitas de Italia se asegura unos cuantos kilos para disfrutar por algunas semanas. “Jamás me traería comida, no tiene sentido. Pero el café es un capricho que me consiento a mí mismo. Después, me siento como en casa. Acá hay variantes y algunas diferencia­s pero se nota la cercanía con mi tierra como en ningún otro lado”, asegura.

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