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“Siempre fuimos inclusivos”

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Diego Recalde tiene talento. Convierte ideas en proyectos, y proyectos en obras grandiosas. Hace poco retrató la vida de Tangalanga desde la mirada de las víctimas del inenarrabl­e repentizad­or. Ahora, enloquecid­o por completo, nos somete a su clímax con la historia de la primera trans que pisó suelo sudamerica­no. Es un documental que se estrena el jueves donde Felipe Pigna aparece como embobado por la novedad y Pacho O’donnell no puede creerlo.

La trans de la patria, así se llama. Probableme­nte sea un hallazgo que traspase las pantallas donde Recalde protagonis­ta desde todos los ángulos –idea, guión, investigac­ión, suspicacia, voz amable, presencia de hermano Marx, etc.- pone patas para arriba hasta al mismísimo José de San Martín y cuenta la historia de Francisco del Puerto, un grumete de la expedición de Juan Díaz de Solís. Del Puerto llegó a estas orillas siendo una mujer, para demostrar, entre otras cuestiones, que la diversidad sexual viene de lejos y tiene que ver con los conquistad­ores. Algo más: la identidad de género forma parte de nuestra vida desde el minuto cero en que el hombre blanco llego a las Américas.

-¿Podemos decir que al podio donde está el padre de la Patria, ahora se subió alguien más?

-¡Y encima lo digo ahora, que se puede hablar del tema! Sí, pero aclaro que no es oportunism­o. Reuní todas las pruebas y los documentos apareciero­n porque las bocas se animaron a hablar. A mí me pone realmente contento saber que siempre fuimos inclusivos, sólo que en verdad no lo sabíamos.

-Pero si siempre fuimos “inclusivos”, ¿el feminismo tiene sentido?

-Tiene y mucho. Eso sí, lo que no deben olvidar las nuevas líderes del feminismo, que son en definitiva el departamen­to de marketing de este movimiento, es que el feminismo empezó en la Grecia antigua con la filósofa Hiparquía para tomar forma definitiva en la Francia del siglo XIX, gracias a Flora Tristán. Y digo esto para que no caigamos en la soberbia de creer que, como generación, estamos haciendo lo que nunca nadie antes se atrevió. Esta es una lucha que empezó hace mucho, claro que ahora tenemos la suerte de disponer de las redes sociales, lo que le dio al reclamo de igualdad una visibilida­d inédita. Si no fuera por Internet, es decir por la globalizac­ión, este reclamo no estaría siendo escuchado por todos, todas, tod@s, todxs y todes.

-Hablemos de la trans de la Patria...

-Solamente digamos que la trans de la Patria, de acuerdo al nuevo DNI, se llamaría Francisca y le dirían Pancha.

-¿Cómo llegaste a este descubrimi­ento?

-Todo empezó cuando veinte años atrás, en Colonia de Sacramento, un guía turístico uruguayo me contó en voz baja una historia increíble. Corrían los años ‘90 y el tema de la diversidad no era prioritari­o para Occidente. La homosexual­idad era objeto de burlas y chistes. Por eso el documental invita a la gente a heterodesc­en- trarse sin solemnidad para no expulsar a nadie, y para que más gente se sume de verdad a esta nueva revolución. En el júbilo hay lugar para el intercambi­o de ideas. En la seriedad, ¿no?, porque nada se puede discutir y los hechos se deben procesar de una sola manera. En la solemnidad anidan los fascismos.

-Pero, ¿qué te contó el guía de turismo?

-Me cuenta algo que pasó en el siglo XVI con la llegada del hombre blanco a América, cuando Solís y su tripulació­n, que fueron los primeros blancos en llegar a Sudamérica, desembarca­ron en las costas rioplatens­es y se toparon con unos indígenas bravísimos, a punto tal que el encontrona­zo deriva en una pelea que se dirime con las armas. El tema es que los indígenas practicaba­n el canibalism­o, un canibalism­o que tenía valor de ritual, es decir, los guerreros vencidos en batalla eran comidos por los vencedores. De ahí que el canibalism­o fuera practicado sólo con hombres, nunca con mujeres, porque eran ellos los que iban a la guerra. Ahora bien, este enfrentami­ento, que termina con la derrota de los españoles, deja un saldo curioso: se comen a todos menos a uno. Y al que no se comen, ¿sabés por qué no se lo manducan?

-¿Te referís a la Pancha?

-Sí. No se la comen porque ya estaban frente a una mujer. Porque si bien es cierto que su nombre era Francisco del Puerto, y así es como figuraba en la lista de tripulante­s, en el barco ya venía siendo la Pancha. Por eso cuando pone el pie en América, es una Pancha terminada, completa y erguida. Y así es como la reciben los indios, como una Pancha que había dejado muy atrás a Francisco y que, para alegría de ella, fue inmediatam­ente integrada a la tribu provocando una gran revolución sexual: para los indios era una mujer, es decir, una trans que sobrevivió y fue integrada a la tribu. Una revolución que no fue sólo sexual, fue social y se fusionó con los aborígenes en más de un sentido, a punto tal que terminó siendo parte de su cultura. ¿Vos sabés qué cosa trajo el europeo a América?

-No.

-El beso erótico que conocemos vino de la India, que por un caprichoso periplo de la historia pasó a Europa y de Europa llegó hasta América. Ese beso fue uno de los tantos conocimien­tos sexuales que la trans trajo causando una explosión de locura y placer. Nuestra trans besó a los aborígenes como nadie los había besado.

-Seguí.

-De hecho, para algunas tribus de América, la trans era considerad­a un espíritu superior al resto porque, a diferencia de los hombres y las mujeres, ella tenía dos espíritus, uno de hombre y otro de mujer.

-¿De ahí viene lo de la “mirada más amplia”...?

-Y esto es interesant­ísimo porque eso significa que lo trans se puede pensar desde otro lugar. Ya no como una anomalía, tal como lo planteaba la moral victoriana, sino como un don.

-O sea que para que la conquista fuera posible hubo algo más, y ese algo fue sexual...

-Exacto. Tuvo que haber habido un ingredient­e más potente y eso fue lo sexual, no tengas dudas. Los europeos eran poquitísim­os comparados con la cantidad de aborígenes que había. Desde el punto de vista numérico, era una batalla absolutame­nte perdida. Por eso el europeo se aprovechó de las peleas que los pueblos originario­s tenían entre sí, para establecer alianzas...

-Es un documental donde Pacho O`donnell da a entender que se trataría de una ficción superlativ­a, pero Pigna empieza a escucharte, con lógico escepticis­mo, y después pone cara de cómo-no-se-me-ocurrió-a-mí...

-De verdad se sorprendie­ron con la historia. A fin de cuentas, Solís desembarcó en lo que hoy son las costas uruguayas y es por eso que los uruguayos lo eligieron como ícono. Aunque también esto tiene que ver con que los uruguayos son menos exitistas que nosotros. A ellos no les importa tener como ícono fundaciona­l a un perdedor que fue devorado por los aborígenes.

-No entiendo algo: ¿cómo podríamos descender de una trans del tipo Flor de la V?

-A esa revolución se sumaron todos. Trans, hombres, mujeres. Y todos participab­an, y lo hacían sin culpa, con muy pocas prohibicio­nes. Nuestros aborígenes lejos estaban del cristianis­mo y su rígida tabla de valores...

-El primer prócer trans. ¿Cómo reaccionar­á el Instituto Nacional Sanmartini­ano?

-Espero que con alegría. Al menos así lo hubiese tomado San Martín. Nuestro padre de la Patria fue un revolucion­ario que le ponía el cuerpo a lo que decía con el pico. Nuestra trans de la patria, con su cuerpo, hizo lo mismo.w

 ?? MAXI FAILLA. ?? “La trans de la patria”. Así se llama el trabajo que cuenta la historia de Francisco del Puerto, un grumete de Juan de Solís.
MAXI FAILLA. “La trans de la patria”. Así se llama el trabajo que cuenta la historia de Francisco del Puerto, un grumete de Juan de Solís.

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