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Morton Feldman, el genio por triplicado

- Federico Monjeau fmonjeau@clarin.com

Tengo la impresión de que esta nueva versión de Three Voices (1982), la pieza de Morton Feldman que la soprano francesa Donatienne Michel-dansac acaba de ofrecer en el teatro Margarita Xirgu, fue un poco más lenta que la que hizo Joan La Barbara en 2008 en la Sala Casacubert­a del Teatro San Martín. Aunque no podría asegurarlo, ya que no medí el tiempo, ni antes ni ahora (mi colega Napoleón Cabrera nunca dejaba de cronometra­r una ejecución; menos todavía si se trataba de un estreno, lo que no carece de sentido, ya que la duración es un primer marco de referencia, a veces casi un rasgo de estilo; la mayor parte de las composicio­nes argentinas de los años ‘80, por ejemplo, rondaban los 10 minutos).

La pieza de Feldman es una incógnita destinada a su amiga la soprano estadounid­ense Joan La Barbara. La partitura mantiene el caracterís­tico agrupamien­to feldmanian­o de sistemas de nueve compases cada uno, pero a diferencia de otras composicio­nes de esos años, en las que el tiempo está marcado con mucha precisión (negra 60-63, por lo general), aquí no hay ninguna indicación de velocidad. Segurament­e Feldman haya querido dejar el tempo a criterio de La Barbara. No es lo único que la partitura deja abierto, porque en teoría la obra se podría interpreta­r por tres voces diferentes, o bien, como lo ha hecho La Barbara y se sigue haciendo casi siempre, por una única voz que canta en vivo junto con dos voces grabadas (grabadas por esa misma voz, como lo hizo Michel-dansac en esta ocasión). Una voz canta en vivo y las otras suenan por dos parlantes ubicados a ambos lados de la intérprete; no se trata de un concierto electroacú­stico más, sino de un auténtico ritual: los parlantes-lápidas representa­n las voces de dos amigos muertos, el poeta Frank O’hara y el pintor Philip Guston.

La pieza está compuesta sobre la base del solapamien­to de las voces. Las tres entonan algo parecido, que sin embargo nunca es del todo igual. O’ Hara no sólo está presente bajo la forma del parlante. Three Voices retoma el mismo poema que Feldman había usado en unas canciones de 1962, The O’hara songs. El poema es Wind, y está dedicado al compositor. Esa segunda canción es el punto de partida de Three Voices, que también está basada en esas dos primeras líneas: Who’d have thought/ that snow falls (Quién hubiera pensado que la nieve cae). No se trata de una interpreta­ción del poema, sino de una mirada parcial, de una perspectiv­a.

En principio, no podría decirse que esas líneas del poema formen un “punto de partida”, ya que las tres voces no pronuncian esas palabras hasta promediar la obra. Aunque al escuchar la ejecución en vivo por segunda vez me doy cuenta de que esas palabras, mudas todavía, son un virtual punto de partida, ya que desde el inicio la vocalizaci­ón se mueve en pequeñas células de dos, tres, cuatro, cinco o seis notas, como los motivos melódicos se agruparán después con las palabras del poema. Es como si se estuviera pensando en esas palabras desde el vamos. Son muchas las figuras que el músico crea con ellas, aunque siempre retiene algo de la cadencia original, e incluso sobre el final esas palabras se columpian cómodament­e sobre un motivo de seis notas. No hay nada aquí que recuerde los experiment­os verbales de la escuela italiana o francesa de posguerra. Feldman se mantiene lejos de trivialida­des polisémica­s e inventario­s técnicos, y es posible que Three Voices haya realizado un sentido del poema, en el sentido de algo efectivame­nte suspendido, llevado por el viento.

Volviendo al punto del comienzo, tal vez esta versión un poco más lenta haya carecido de la vivacidad que creo recordar en La Barbara. Aunque en su defensa hay que decir que el marco no pudo ser más adecuado. Bajo la dirección general de Martín Bauer, Three Voices fue interpreta­da tras una pieza de Samuel Beckett, That Time, que podría considerar­se prima hermana suya: por la afinidad de los autores (Feldman y Beckett compusiero­n dos obras juntos, la pieza radiofónic­a Words and Music y la ópera Neither) y por la afinidad de la forma. That Time es una obra en un acto para un intérprete (mudo) y tres voces en off, que se oyen por tres parlantes.

La interpreta­ción estuvo a cargo de Alfredo Arias, también responsabl­e de las voces en off, grabadas con exactitud expresiva, casi neutra. Y That Time fue introducid­a por una breve pieza audiovisua­l de Minou Maguna sobre dos sonetos de Shakespear­e que también aluden a “aquella vez”. En fin, Shakespear­e-beckett-feldman, en una lograda progresión. Lo que no termino de entender es por qué enfundaron a la cantante Donatienne Michel-dansac en ese gigantesco y horrible miriñaque.w

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