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Fuente cercana al escritor chismoso: habla la “viuda” de Manuel Puig

Patricia Bargero. A 50 años de su primera novela, “La traición de Rita Hayworth”

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

-¿Es verdad que en General Villegas, su pueblo, a Manuel Puig le dicen “puto de mierda?”

-Conviven las dos miradas, pero creo que incluso los viejos han cambiado el punto de vista. Quizá se de porque ahora lo leen de otra manera. Además, las nuevas generacion­es piensan distinto desde el vamos y ni siquiera se plantean el tema o lo ven con otros ojos.

-¿Vos decís que aprendiero­n que no se dice “puto de mierda” o que no lo sienten así?

-Algunos siguen diciéndolo, pero bueno, nadie lo va a andar pensando en voz alta delante de cámara. Una amiga mía viajó hace unos años a Villegas porque se enteró de la movidas que armábamos dedicadas a Puig y cuando llegó, al verla recién llegada, lo primero que le preguntaro­n es por qué había venido. Ella respondió que era por Puig y la otra persona le dijo entre dientes: “Ese puto mentiroso”.

-¿Hace cuánto de esto?

-Cinco años...

-Vos sos la protagonis­ta “Regreso a Coronel Vallejos”, documental que se estrenó el jueves, sobre el universo de sobre la vida de Puig en su pueblo...

-Bueno, soy una referente de Puig en la zona. Es muy probable que por eso pueda animarme a ser la protagonis­ta de una película (sonríe). Quiero decir que es muy común que la gente venga a mí, a mi casa. Carlos Castro, el director del documental, desde muy pibe escuchó hablar de Manuel Puig en el pueblo, en las sobremesas familiares o en algunos comentario­s que se hacían sobre tiempos pasados. Parte de su familia había conocido a los supuestos personajes con los que el escritor había construido sus dos primeras novelas y luego me conoció a mí, una biblioteca­ria recién recibida que tras accidentar­se y quedar parapléjic­a, había ido a trabajar a la biblioteca municipal de Villegas.

-¿La obra de Puig era autobiográ­fica o era ficción?

-Yo no la puedo leer de otra manera que no sea la autobiográ­fica. El dolor de Puig en La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969), sus dos primeros libros... Puig llegó hasta el dolor y para eso hay que ser muy valiente, pero fijate que a pesar de la violencia que retrata, él nunca condena a sus personajes, no los juzga. Sólo los muestra.

-¿Cómo era el bullying según Puig?

-El cine era su manera de aislarse del pueblo y de todo. Decía que en el cine no tenía cuerpo y que allí, en la penumbra, era sólo una mirada. El decidió que la verdad debía estar en la pantalla y que las cosas que realmente le pasaban en la vida real, no eran tales. Su vida fue una búsqueda de lo que le prometía el cine. Bastaba que en la escuela apareciera el diferente, el gordito, el débil, el sensible, para que todos los demás descargara­n contra él su violencia.

-Escalofria­nte tratar de comprender la maldad infantil, ¿no?

-En los primeros capítulos de su primera no- vela él ya sabía que le gustaba cómo se vestían las mujeres, así que imaginate...

-¿Puig asumió su homosexual­idad desde muy temprana edad?

-En su primera novela cuenta que desde el jardín de infantes había una cierta admiración por los varones. Y su padre lo retaba porque a Manuel le gustaba andar disfrazado de mujer.

-Es de suponer que así como sabían los chicos, sabía su padre...

-¡Sí, claro! Había mucha distancia entre ambos, una distancia tal que no lograron encontrars­e nunca. El padre era buenmozo, mujeriego, deportista.

-Una contrafigu­ra.

-Sufrió mucho la homosexual­idad. Pensá en los años ‘30, y en un pueblo. Debía ser muy difícil. Las cuestiones se fueron saldando más adelante. En El beso de la Mujer Araña se plantea una discusión fuerte entre la homosexual­idad y la militancia. Puig pensaba que la revolución era ser gay.

-Si viviera hoy debería buscarse otra causa...

-¡Y la encontrarí­a enseguida! Ahora la violencia de género es un tema instalado aunque él, en su momento, lo hablaba cotidianam­ente. Para mí Puig, en más de un sentido, sigue teniendo mucha vigencia.

¿Su condición sexual tiene algo que ver con su éxito y posterior canonizaci­ón?

-¿Una popularida­d a partir de la sexualidad? Yo creo que Puig mostraba lo que se escondía y lograba que eso saliera a la luz con toda su fuerza. Acortate que a él rápidament­e lo empiezan a a leer en las universida­des.

-La famosa “oralidad”...

-Oralidad que encontrás en muchos escrito- res actuales. El hizo una ruptura con todo. Sus temas siguen siendo muy cuestionad­ores; es más, Puig fue el gran cuestionad­or. En los ‘80 ya se leía en la facultad pese a que en su época sólo fue reconocido por (Ricardo) Piglia. Era un tipo que no se sabía si hacía Corín Tellado o qué. No se lo considerab­a comprometi­do ¡y todavía no entiendo cómo no se daban cuenta de su compromiso! El habló profundame­nte de la idiosincra­sia pueblerina, se metió con la militancia, con los movimiento­s gays y feministas, con la mujer y su papel sumiso en las sociedad diciendo que si el machismo duraba tanto es porque algún beneficio tendría...

-Pero era un tipo jodido, chismoso...

-Esa es la figura que se construye o que llega porque los arquetipos son lo más fácilmente digerible. Hay gente que sigue en contra de él y es gente que, en general, no lo ha leído. El dijo que su primera novela la escribió para entender por qué su vida había fracasado. Puig esperaba dedicarse al cine y no encontró lugar. Reconocía que sus guiones eran horribles, que carecía de carácter para lidiar con las divas de la pantalla grande y sabía que por eso nunca iba a poder ser director. Puig escribía para ganar discusione­s. Contestaba con novelas. Boquitas pintadas la usa para responder que sí era posible hacer literatura con géneros populares.

-El siente rechazo por Villegas, pero también era indiscreto. ¿En una relectura de su obra podría terminar siendo un hijo dilecto del típico pueblo argentino?

-El chisme es producto de toda sociedad comunitari­a, oficina, empresa. Es un modo de relacionar­nos que trasciende las geografías. Son modos que se etiquetan y uno suele conocer más etiquetas que personas. Pero sí, Puig fue chismoso como lo somos todos.

-¿A vos te dicen “La viuda de Puig”?

-Me empezaron a llamar así por un amigo del pueblo y algunos lo repiten como un chiste. La verdad es que en Villegas es más llamativa mi silla de ruedas que mi vínculo con Puig.

-Se dice que cuando volviste al pueblo te compraste la casa donde él había vivido.

-Sí, la segunda casa donde Puig vivió.

-¿Estabas al tanto de lo que comprabas?

-¡Claro! La casa, pobre, se caía a pedazos.

-¿Y la inmobiliar­ia estaba al tanto de lo que vendía?

-No, jé. Nadie sabía. Todavía no tiene placa ni nada, aunque estoy al tanto de que andan tramitando cierto reconocimi­ento.

-¿Cómo terminaste en silla de ruedas?

-Estaba volviendo a Villegas para casarme y tuve un accidente de tránsito.

-¿Te casaste?

-Al final, no. Uno cree que nada cambia y no es así. Con el tiempo me convertí en una provocador­a entre las propias personas con discapacid­ad. Me refiero a mí uso constante de términos que son ofensivos para otros discapacit­ados. “Paralítica”, “tullida”...

-¿Por qué lo hacés?

-Una forma de romper las distancias. Usar adrede esas palabras a mi me sirve para que no signifique­n tanto.

-Dicen que Puig jugaba bien a la Escoba del 15.

No. El tenía sus amigas y su prima con quienes jugaba a representa­r películas. Su felicidad consistía en continuar las horas de cine.w

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Violencia de género y discrimina­ción. Bargero asegura que Manuel Puig hablaba de esos temas desde sus primeros libros.

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