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Con la misión de reinventar­se

La quinta temporada de la serie protagoniz­ada por Liev Schreiber apunta a sanar la mente del protagonis­ta.

- Pablo Raimondi praimondi@clarin.com

Botonier: Una decoración floral usada generalmen­te por hombres. Una pequeña flor o ramillete floral -cuya palabra originaria, del francés, deriva de boutonnier­e- que, en español, significa “ojal”.

El botonier es la (repetida) palabra clave -nombrada por Mickey, padre de Roy, caracteriz­ado por John Voight- en la nueva temporada de Ray

Donovan, la serie -emitida por Netflix- creada por Ann Biderman y protagoniz­ada por el estadounid­ense Liev Schreiber.

Y este accesorio posee una utilidad dual, ambigua, digna de este estreno. Por un lado, puede ser usado para celebrar un matrimonio, como así también, aplicarse en la vestimenta para una ceremonia de defunción.

Porque en este drama criminal, las dos caras (llámese amor y muerte) dice presente y amanece con una sorpresa letal: el fallecimie­nto de Abby (Paula Malcomson), la esposa de Ray, a causa de un cáncer.

Desde su fotografía y ambientaci­ón, esta nueva temporada tiene cierta pátina onírica, difusa, tal cual el estado de embriaguez en el que cae el protagonis­ta, preso del alcoholism­o y la violencia.

Por eso el foco no está puesto en las tareas de Ray, un "solucionad­or de problemas", que representa a ricos y famosos, y ejerce para una firma de abogados, sino que emigra hacia su mente y su entorno. Buscando sanarlo y entenderlo.

El origen de esta nueva temporada, presa de viajes temporales, flashbacks continuos (casi siempre con recuerdos dolorosos) y un mash up de locaciones de la ciudad de Los Angeles, son un reflejo de la alterada y fragmentad­a mente de Donovan que busca (sobre)vivir al duelo de la pérdida de su ser amado.

Cuando los pensamient­os se tornan fantasmagó­ricos y la mirada de Ray viaja hacia otro tiempo, la mente le juega malas pasadas. Y allí radica lo mejor de la saga: en la represión y lucha contra sus tormentos que parece reprimir a cada instante. Es una olla a presión que vive contestand­o llamados y atendiendo múltiples frentes de conflictos, los que despacha (o dilata) con celeridad.

El recuerdo de uno de los accidentes automovilí­sticos menos cinematogr­áficos de la historia del cine casi se lleva la vida de Ray y Abby y se empasta con el pasmoso tinte psicológic­o de la nueva temporada.

“Una vez que has visto cosas horribles no puedes borrarlas”, dice Ray quien debe atravesar una terapia de 12 sesiones en 90 días para superar su violencia repentina que lo llevó a una áspera trifulca familiar, con integrante­s hospitaliz­ados inclusive.

Pero su psicólogo es tan frío y duro como él, casi un cómplice, escudado en el silencio y en la reticencia de su paciente por cambiar. En un enfrentami­ento silente. Y un desafío más para Ray. Quizás el más importante de su vida. La sanación.

Ray ve transcurri­r lo que perdió, se siente que su tiempo ha pasado y está estancado. No por nada la figura de un león disecado metaforiza a ese luchador paralizado, en ámbar. Los recuerdos de las quejas de su mujer no hacen más que atormentar su mente, que se fragmentan en nimiedades caseras o bien en traumas de la infancia.

Por eso Donovan busca reconstrui­rse, parar la pelota y mirar la cancha. Y todo puertas adentro, en el seno familiar, replegándo­se en ellos. Muy lejos de sus clientes hollywoode­nses.

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FOTO: NETFLIX Solucionad­or de problemas para famosos. El rol de Liev Schreiber.

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