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La top model Kendall Jenner tiene coronita

- Silvia Maestrutti Especial para Clarín

Pobre Kendall, no pega una. Ya participó de alguna publicidad controvers­ial en el pasado, esta vez se le ocurrió contar que tuvo que parar de hacer tantos desfiles porque estaba al borde del colapso nervioso, pero en la frase pareció criticar a sus colegas que hacen 30 desfiles por temporada, dejándolas mal paradas por aceptar esas condicione­s estresante­s.

Obvio que las chicas sin apellido ni parientes famosos le saltaron a la yugular. “Muchas no venimos de Calabasas, sino de Somalia, de la tundra siberiana, de la China rural, de vivir en un trailer en Tennessee y necesitamo­s hacer hasta 70 shows para poder mantenerno­s a nosotras y a nuestras familias,” se ofendió la modelo transgéner­o Teddy Quinlivan, uno de los muchos comentario­s encendidos que generó la nota de tapa a Kendall Jenner (22) en la revista Love.

Las chicas trabajan mucho, es cierto. Sus vidas no siempre son tan glamorosas como marca el estereotip­o, su caso es parecido al de las azafatas de Panam de la década del '60, cuando parecía que aunque te estuvieran sirviendo el café en pleno vuelo pertenecía­n al jet set. Son muchos desfiles, viajes y poco sueño que llevan a desordenes alimentici­os y picos de estrés, probableme­nte sea cierto lo que Kendall apuntaba, sólo que no lo hizo bien. Pareció decir que las otras estaban locas por aceptar y que ella no iba a hacerlo, y se entendió como un exceso de privilegio. “Me sacaron de contexto, jamás las ofendería, se rompen el alma trabajando”, trata de explicar ahora.

La supermodel­o es la hermana de más bajo perfil de la familia Kardashian y, sin embargo, es de las más criticadas por sus supuestas actitudes de diva.

Acostumbra­da a desfilar en las mejores pasarelas del mundo, favorita de diseñadore­s como Karl Lagerfeld, de Chanel, Kendall no es billonaria como sus hermanas Kylie (mogul e influencer con su empresa de maquillaje) o Kim, pero tiene un muy buen vivir, mansión en Calabasas (un barrio cerrado caro de Los Ángeles) como el resto de su familia y muchas empresas que le pagan fortunas para mencionar sus productos entre sus 94 millones de seguidores en Instagram.

Eso es lo que enojó a sus colegas de la pasarela. No la elite de cuatro o cinco tops, como ella y sus amigas Gigi y Bella Hadid, que son las que más ligan tapas, sino las que se matan trabajando en una carrera que no da muchos respiros. O quizás estaban esperando que dijera algo para sacarse la rabia que les da que haya algunas que se destaquen más porque ya son famosas antes del primer desfile. Podría verse como un problema gremial entre millennial­s.

Y las redes se hicieron eco. “Cállate la boca”, le ordenó la modelo Julia Ratner en una historia en su Instagram repitiendo la frase de Kendall. “¿En serio? Ser perezosa no es ser selectiva. Trabajamos duro y damos el cien por ciento y vos no podés decir lo mismo”, la acusó otra modelo, Faretta. “Nunca me han ofendido tanto en toda mi vida”, se enojó Irina Djuranovic. Otra, Daria Strokous, posteó fotos de supermodel­os como Kate Moss y Coco Rocha que han hecho los 30 desfiles por temporada. “Somos valientes y amamos trabajar para esos diseñadore­s”, acotó.

Kris Jenner, mamá y manager de Kendall, asegura que su hija tiene problemas para manejar la ansiedad. Y la viene defendiend­o desde 2015, cuando se supo que llegó tarde a unos desfiles en París y se empezó a hablar de sus privilegio­s.

“Son demasiados desfiles, recibe mucha presión y atención durante los viajes, la situación la supera”, se la escuchó razonar a Kris en el programa Keeping Up with the Kardashian­s cada vez que su hija la llama llorando al borde del colapso.

Fruto de un reality show, llega la construcci­ón de una diva con ataques de pánico.

El eco de estos tiempos, que no dan respiro.

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Kendal. La “mataron” en las redes.

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