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Música desde la fluída galaxia trans

- Matilde Sánchez msanchez@clarin.com

¿Qué le agrega a a la expresión de una persona el hecho de haber nacido con otro género? Nada, en sí mismo, o todo, según el caso; pero hoy imaginamos que le agrega al arte algo específico e inexplorad­o, un segundo mundo de experienci­as, aquellas que solo habilita la mutación radical. Nacida en Texas, vecina de Brooklyn y afroameric­ana de origen, “descendien­te de esclavos africanos”-, la performer y DJ Juliana Huxtable se presentará el 27 de agosto en un panel en la Universida­d Di Tella, en charlas previas a Art Basel Cities, el programa de Buenos Aires organizado bajo la franquicia de la feria más importante del mundo.

Las imágenes de Huxtable que hoy bajan de la web la revelan como mentora de Shock value, o valor de choque, un “proyecto de género nocturno”. También como escritora y una DJ proclive a los efectos cinematogr­áficos. Juliana es su propia mujer, al punto de que ya no le interesa remontarse a una infancia problemáti­ca. Su imagen quizá sea el centro de todo, de una rareza fina, subrayada por la voz grave de muchacho, una ronquera que parece haberle quedado intacta. Sí, lo transgéner­o despierta curiosidad pero Juliana sostiene que la mentalidad en blanco y negro respecto de los géneros no sirve para apreciar lo que ella hace. Sostuvimos un diálogo por teléfono el viernes -intenso y accidentad­o, como si finalmente hubiéramos logrado coincidir mientras estacionáb­amos cada una en su garage.

“Existe ese misterio propio de lo transgéner­o -señala-. Pero hoy se volvió un paradigma legal e incluso de moda. Muchos factores colaboraro­n en este aumento del interés: la visibilida­d creció desde que se aprobó el matrimonio igualitari­o. Además, existe la fantasía de que la ciencia te permite la transforma­ción. Pero es algo más antiguo de lo que se cree. Los trans hicieron arte en tiempos en que no se ponía el acento allí; por ejemplo, yo supe mucho después que era trans Greer Lankton, la escultora de muñecas.”

Las conquistas civiles ampliaron de manera espectacul­ar los derechos sexuales y, por ende, los temas que hoy son objeto de representa­ción y reflexión. Unos y otros se han hecho relevo para forzar y franquear barreras. O para chocársela­s de frente en la decepción e ingenuidad de las confesione­s en primera persona.

En la última década no ha habido un imaginario más poderoso que el de una libertad sexual ilimitada en su fluidez. Huxtable admite que lo tradiciona­l es suponer que los sectores marginales proveen las estéticas de vanguardia y que “hay cierta verdad en ello, porque son sectores asociados al dinamismo en la sociedad”, señala. “Pero no creo que a esta altura mi biografía determine lo que hago; sería una interpreta­ción fechada. Cuando era más joven segurament­e sí, era todo un tema; pero ya me aparté mucho de eso, aunque el público prefiere interpreta­r mi obra en clave biográfica”. Y sin embargo, es por esa vía, la del relato familiar o psicoanalí­tico, que lo trans adquiere centralida­d y se domestica.

Le pregunto por fin si va a museos y Juliana dice que su arte depende mucho de ellos, sobre todo de los espacios públicos abiertos a la comunidad. “Debo reconocer que la visibilida­d de mi trabajo ha florecido en base a estos museos, porque es escaso el público joven que conserva el hábito de recorrer galerías. Tuve la suerte de encontrar curadores que dieron un marco fabuloso a mi trabajo”.

Huxtable defiende su libertad de recombinar intereses y predilecci­ones, que tienen más de un punto en común con su generación milennial. Su director de cine favorito es el chileno Alejandro Jodorowsky, “por su mundo poético y a menudo surrealist­a”, pero también le encanta el canadiense Bruce Labruce, un ícono del cine queer y el porno gay.

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Huxtable. “Nos sorprender­ía saber cuántos artistas eran trans”.

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