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Nicolás Cabré 2 x 1

Desde el lunes se pondrá en la piel de dos personajes opuestos, en “Mi hermano es un clon” (El Trece). Habla de su hija, del regreso a la comedia y de su infancia.

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

Su hija duerme en el camarín y él entonces pide uno prestado para realizar la nota. Prepara unos mates, disimula el cansancio de la larga jornada de grabación, se quita las ropas y los gestos de los dos personajes que lo llevarán a disociarse en pantalla, y se muestra más parecido al que la gente que lo quiere dice que es, que al que algunos insisten en describir intenciona­damente. Amable, distendido y sensible. Así se lo percibe, al menos, en esta hora de charla, en la previa al debut de Mi hermano es un clon, la comedia romántica que empezará el lunes a las 21.30, por El Trece. Nicolás Cabré ceba y habla, sin agenda ni condicione­s, de la pequeña Rufina que descansa a unos metros, de la tira y de cómo lleva las etiquetas que cada tanto le pegan a su modo. Y repite: “Que digan lo que quieran, yo sé muy bien cómo soy. En mi casa nunca tuve que aclarar nada”.

Dice que ya vio “parte del cuarto capítulo y siento que tenemos un programa muy prolijo, con una idea clara (un personaje central que de grande descubre que tiene un hermano... al que intenta borrar del mapa). Noto que está logrado lo que se quiere contar, que no es nada fácil. Estoy orgulloso... Bueno, también estoy más grande, y contento de haber vuelto a Pol-ka (viene de protagoniz­ar Cuéntame cómo pasó, por Canal 7) y de tener la posibilida­d

de vivir esta experienci­a con otra cabeza”. -¿Cómo sería esta cabeza?

-Estoy cambiado, tengo 38 años... Hacía mucho que no estaba acá y volver significa reencontra­rme con afectos y eso me está haciendo bien. Disfruto de muchas cosas que antes no disfrutaba, por la rapidez y el vértigo con que se vive todo. Hoy tengo otras prioridade­s y vivo todo esto más desde lo afectivo que desde la presión que alguien podría meterle a un programa diario. -¿Esto significa que no trabajaría­s en un proyecto en el que no hubiera afecto? -Tampoco sé si tanto, no digo que sólo trabajo con el corazón. El hecho de estar acá me remueve un montón de cosas que por ahí antes las pasaba por alto. Hoy puedo decir ‘Ey, necesito ayuda’. Y nos miramos y nos conocemos y todo fluye bien. Digamos que estoy con alegría. -Se te intuye emocional, pero hay como una insistenci­a de algunos en mostrarte como frío... -Si quiero soy frío. Pero la verdad es que ahora aprendí a pedir ayuda, pensá que acá hago dos personajes y con el correr de las horas digo ‘¿Cuál soy?’. Y enseguida jugamos todos en equipo. Me da placer venir y acercar a mi hija. Estoy cómodo. Vine a hacer un programa y me doy cuenta de que, si me manco, enseguida aparece la mano conocida, amable, la confianza. -¿Y eso no te pasaba antes?

-Nunca creí saberlo todo, pero sí me costaba pedir ayuda. Hoy es distinto: no estoy muy pendiente del yo. Busco lugares donde me sienta bien, donde poder estar sereno. Para pasarla mal me quedo en mi casa. -Pero a veces todo arranca amable y con el trabajo en marcha puede haber sorpresas. -Sí, por supuesto. No pierdo de vista que estamos hablando de laburo, tengo claro que no vengo a la colonia. Pero sí me fijo mucho en las condicione­s de arranque, qué se busca... Soy un tipo exigente. -¿Qué sentís cuando a veces se te describe públicamen­te como un tipo especial, y no tomado lo especial como un elogio? -Eso se armó con el tiempo, me da lo mismo. Ahí es donde entra la frialdad de la que te hablaba recién. Muchas veces se dicen cosas para que salgas a aclarar y te enganches en una bola que nunca termina. -¿Como un mecanismo de provocació­n, decís?

-Claro, la mayoría de las veces funciona así. Dicen “no, él es mala onda”, para que vos digas “no, yo soy

buena onda, lo que pasa es tal cosa”. Por mí pueden decir lo que quieran. La gente que me conoce sabe perfectame­nte quién soy. Lo que pasa es que cuando vas en contra de los intereses de otros de golpe sos el diablo. -¿Eso te duele?

-No. Al contrario, me da orgullo que algunas personas que hacen chimentos hablen mal de mí. Han llegado a decir que soy mala gente, mala leche y sucio. -¿Sucio también?

-Sí. Y mis viejos sufrían un poco cuando escuchaban algo feo de mí, pero esa vez que alguien me definió como sucio sintieron alivio, porque entendiero­n entonces que decían cualquiera. Soy un obsesivo de la limpieza, imaginate. -¿Cómo te cae cuando te pintan como un “latin lover”, un seductor implacable en cada elenco nuevo? -No es lo mejor, porque a veces las relaciones se resienten un poco. Pero no me afecta. Insisto: digan de mí lo que quieran, no tengo necesidad de aclarar. Hay cosas que me causan gracia, pero por suerte ya no se me persigue tanto... Como que perdió la gracia provocarme.

Hablar de los que hablan mal de él no es el tema que más le gusta, prefiere no dar nombres y sigue: “Cuando

nos separamos con la China (María Eugenia Suárez, madre de su hija, de 5 años) pensaban ‘Ahora nos hacemos un festín, padre abandónico...’. Y no había por dónde entrarnos. No tuvieron más remedio, después de seis o siete meses, que aceptar que era buen padre”. Pasada la hora de la merienda, la nena duerme una envidiable siesta

post colegio. Hoy le tocó hacerla en los Estudios Pampa, donde Cabré graba la tira. “Rufi es mi gran compañerit­a. Pasamos mucho tiempo juntos, nos repartimos bien con la

China. Pertenece a una generación de niños muy despiertos, son aviones. Con la tecnología, por ejemplo, yo me encuentro preguntánd­ole cosas a ella. Y no te estoy mintiendo.

‘Chiru, ¿cómo sería esto?’. Nacen con ese dedito deslizapan­talla que es tremendo. Tengo que empezar a aggiornarm­e con lo tecno, porque si no me quedo atrás. -¿Qué devolucion­es te hace cuando te ve trabajar?

-Tiene una mirada impresiona­nte sobre este trabajo. Y fue toda una decisión contarle de qué laburamos nosotros dos... Porque fue como sacarle la careta a los muñecos, como que, sin querer, le matás la ilusión. Ella ya sabe lo que es la ficción. De golpe te dice ‘Ay, papá, son actores,

por favor’. Acá entendió cómo es el truco para los dos personajes. Cuando me iba a ver a Sugar y la encontraba bailando con sus zapatitos de tap me daba una alegría inmensa. -¿Trabaja de hija de famosos?

-Para nada, creció viéndonos hacer esto y lo vive con naturalida­d. Aparte no nos movemos como gente especial, ni la China ni yo. Mis raíces están en el mismo lugar, mis amigos son los de siempre, entre ellos mi hermano. No cambié de gustos, soy el que iba a comer asado con su papá y su hermano al club. Tengo una exposición, sí, pero eso no me modificó en nada. Actúo y punto. No hago público lo que opino de cada cosa... Sí respeto a los que lo hacen. Lo que pasa es que hoy vas a un estreno y te terminan preguntand­o de todo. -¿Y qué contestas?

-No voy a los estrenos.

Habla claro, Cabré. Dice que entre el nene que fue y el hombre que es hoy “sólo pasó tiempo, pero soy el mismo de la infancia. De chico yo quería ser como Olmedo. Tenía en claro que me gustaba actuar. Y, mirá, de (Carlitos) Balá a (Alfredó) Alcón laburé con medio mundo... soy un afortunado”.

Así prefiere definirse el hombre del que se dice demasiado.

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Maduro. Así se siente Cabré a los 38. Confiesa que la paternidad le reordenó las prioridade­s. Rufina tiene 5 años: “Es mi gran compañerit­a”.
 ?? GERMÁN GARCÍA ADRASTI ?? Confesión de parte. Cabré dice que con la paternidad cambiaron sus prioridade­s: “No estoy tan pendiente del yo”. Y que ahora no tiene pudor en pedir ayuda.
GERMÁN GARCÍA ADRASTI Confesión de parte. Cabré dice que con la paternidad cambiaron sus prioridade­s: “No estoy tan pendiente del yo”. Y que ahora no tiene pudor en pedir ayuda.

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