Alfredo Arias y una familia de artistas profanos
Su nuevo espectáculo “Divino amore”, es un melodrama religioso y un homenaje al teatro artesanal.
Una familia teatral, casi aislada del mundo, dedica sus días a representaciones sagradas en el sótano de una iglesia, a metros del Vaticano. Divino amore, la nueva creación de Alfredo Arias se estrena este sábado en el Teatro de la Ribera. Para el director se trata de una “sacra comedia con canciones”, en la que actúan Carlos Casella, María Merlino, Marcos Montes y Alejandra Radano.
A fines de la década del ‘70, en Roma, la familia Doriglia-palmi representa melodramas religiosos. Pero el escenario minúsculo que los alberga no puede contener los palacios, grutas, explosiones de minas, ascensiones o naufragios que estos espectáculos proponen. Su público no es menos curioso: un grupo de feligreses que ellos consideran comunistas.
“Creo que la palabra que resume y define a estos personajes es inocencia. Es la historia de una familia teatral en decadencia que se aferra a un pasado y a una forma de arte que ya no existe. Ahora hacen un teatro que quedó afuera del mundo y esa marginalidad sacra da como resultado algo absurdo”, dice el director.
Arias conoce muy bien el mundo que describe Divino Amore. Participó de la movida del Instituto Di Tella en los ‘60 y luego repartió su vida y su trabajo entre París y Buenos Aires con espectáculos donde la danza, lo visual y lo teatral forman una amalgama única.
“Mis proyectos los concibo al estilo cinematográfico en todo todo se fusiona. En esta obra mezclé esos cosmos teatrales con mucha libertad y resultó una suerte de homenaje a ese teatro artesanal, de autor que aún mantenemos aquí que resiste frente a la aplanadora al estilo americano de Broadway”, describe. “Todo lo que está al borde del precipicio es interesante”.
Por otra parte, el equipo que forma junto a los artistas y al grupo técnico también funciona como una familia de artistas. “Tenemos una misma ideología, nos gusta tocar temas poco habituales, nos sentimos fervientes adoradores de las utopías”.
Arias escribió el texto junto a René de Ceccatty; el espacio escénico y las luces son de Gonzalo Córdova, el vestuario es de Pablo Ramírez, los arreglos musicales son de Diego Vila, el diseño de sonido es de Leo Leverone y la asistencia artística es de Luciana Milione. Las funciones serán los viernes a las 20 y los sábados y domingos a las 19.
Trabajar durante décadas con un pie a cada lado del Atlántico ya es lo habitual para Arias. “Aunque te vaya bien, siempre resulta complicado. Creo que Francia me ayudó a ser más argentino porque siempre respetaron mi identidad y yo nunca me despegué de mi origen. Creo que pude hacer dialogar ambas cosas y pensando en el futuro”.
En momentos de crisis como el actual, Arias encuentra el sentido y explica la potencia que tiene el teatro para sobrevivir en el hecho de ser algo colectivo. “El teatro es algo vivo. Es una manera de responder a la realidad, es algo que está en el inconciente colectivo, una ilusión compartida que nos permite descubrir otra cara de la sociedad menos visible”.w