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Selena Gomez quiere controlarl­o todo

- Silvia Maestrutti Especial para Clarín

/ Desde Hollywood

Los que hemos entrevista­do a Selena Gomez sabemos que sus publicista­s te dan una lista de los temas sobre los que podés preguntarl­e, todos los que sirven para promociona­r sus múltiples intereses (música, actuación, moda) junto a la dirección de no hacerle ninguna pregunta de su vida personal. Aunque en su Instagram diga que entiende que los medios quieran conocer su intimidad porque esa curiosidad tiene que ver con el ritmo de su generación “social” (millennial), la verdad es que no permite intrusione­s. Sus publicista­s rodearán al periodista atrevido para recordarle que no puede hablar de su corazón, sus relaciones, su religión, cualquier cosa que se escape de los temas promociona­les, mientras ella observa impávida, esperando que le llegue la próxima pregunta permitida. Robótico y alienante. Las famosas “reglas del juego”.

Para la tapa de la revista Elle de octubre, cuyo contenido se adelantó esta semana (junto a una producción fotográfic­a muy sexy), realizó una lar- ga entrevista que llegaría oportuna con la salida a la venta de los productos que diseñó para una marca conocida, especialme­nte por sus carteras. En la nota, que cubrió religiosam­ente los temas de los que ella quería hablar, sus diseños, algunas canciones nuevas y su trabajo con una ONG contra la trata de personas, se deslizaron también temas obvios de su actualidad, como el compromiso de su ex Justin Bieber, sus principios cristianos y su amistad con Demi Lovato.

A Selena eso no le gustó y aprovechó su cuenta de Instagram para decirle a sus 142 millones de seguidores que estaba dolida con la nota (sin mencionar el nombre de la revista) y que prefería comunicars­e con ellos directamen­te.

El miércoles apareció en el shopping al aire libre más cool de Los Ángeles, The Grove, llegando al negocio de la marca a bordo del trencito local, sacándose selfies con sus fans, que la esperaban haciendo fila. Hay que reconocerl­e la fantástica relación que mantiene con ellos. Otros 56 millones la siguen en Twitter.

En una nota televisiva para E! News no se salió del guión. Y hasta llegó a emocionars­e al describir el flagelo de la esclavitud en tiempos modernos, un tema que descubrió y le pegó fuerte.

Actriz, cantante, productora de Netflix y diseñadora de modas, ahora le agregó a estos intereses el de activista social. Desde marzo trabaja como voluntaria ad honorem en A21, una organizaci­ón sin fines de lucro que intenta combatir la esclavitud y la trata. En su entrevista con la revista Elle asegura que no lo hace para que la gente piense lo buena que es, sino para que se haga conocido el trabajo de este grupo que termina salvando vidas humanas.

El año pasado terminó su romance con el músico The Weeknd y volvió con su ex Justin Bieber, su noviecito de juventud. En el medio, una amiga le donó un riñón debido a que el suyo fue dañado por lupus. Parece que la cirugía no le hizo bajar los brazos. Se mantiene activa, componiend­o, viendo guiones para un posible regreso a la TV, escribiend­o canciones y tratando de devolver algo de lo mucho que ha recibido desde que comenzó su carrera como chica Disney.

Dice haberse mudado de Los Ángeles al condado vecino de Orange County buscando tranquilid­ad, menos fotógrafos, una vida de bajo perfil. “Con Dios a mi lado no le tengo miedo a nada”, escribe en Instagram mostrando un misticismo que la protege. En cuanto a las entrevista­s, quizá debería probar soltarse y dejar que fluyan libremente, confiando en el profesiona­lismo de la persona que tiene enfrente. Salvo que las confine a sus redes. Si sigue abriéndole la puerta a algunos medios debe ser porque los necesita para llegarle a un mercado mayor.

Podría tratarlos un poco mejor.

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