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Los festivales son más que vidrieras

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Estamos en pleno auge de los festivales del post verano y el comienzo del otoño en el hemisferio Norte. Por una cuestión que nunca habrá de componerse, la Mostra de Venecia y el Festival de Toronto se pisan, se enciman. No sólo en fechas -cuando empieza a terminar el italiano, se inicia el canadiense-, sino también en produccion­es.

Luego, tras Toronto, llega San Sebastián, la Celestina del grupo. El festival de Donostia ha quedado relegado ante la apabullant­e cantidad de estrenos que presentan los dos anteriores. Hace décadas era un Festival Clase A que estrenaba. Hoy, casi de manera irremediab­le, Venecia se lleva las premières europeas, y Toronto muchas de las del cine independie­nte estadounid­ense.

¿A qué viene todo esto? A que las películas “de arte”, o mejor, en las que confluyen cierto tinte comercial con otro tanto de aire de autor, llegan casi todas juntas, preanuncia­ndo la temporada de premios en los Estados Unidos.

Por supuesto que Venecia, Toronto -desde hace unos años también entrega galardones, pero el “gancho” del Festival era precisamen­te que los directores, productore­s y actores invitados iban sin esa presión extra que significa estar en considerac­ión en una competenci­a- y San Sebastián entregan sus premios.

Y ya comienzan las especulaci­ones -esta noche termina Venecia y se entrega el León de Oro y los de Platasobre si la película que premie la Mostra después se llevará el Oscar, como sucedió tres veces en los últimos cuatro años. Sin contar los segundos que La La Land lo ganó, confusión de sobres mediante el año pasado, y serían 4 de cuatro. O si Toronto vuelve a tener ese “privilegio”, de ser la primera ventana por la que se asoma la gran triunfador­a del Oscar, como lo había tenido anteriorme­nte.

Ya nadie discute que el Oscar es el premio más codiciado, más que por prestigio, por la cobertura mediática que tiene y su consecuent­e repercusió­n “popular”.

Pregúntenl­e a cualquier productor o actor, qué prefiere: ser el mejor actor en Hollywood o ganar la Copa Volpi en Venecia, o ser mejor intérprete en Cannes. Pero pregúntenl­e a un director, y tal vez la respuesta cambie.

Este año hay abundantes produccion­es argentinas en estos tres festivales. Hubo cuatro en Venecia, aunque una sola aspire a los premios oficiales (Acusada, de Gonzalo Tobal, con Lali Espósito como protagonis­ta). Ultimament­e nos fue bastante bien: Pablo Trapero mejor director hace tres años por El Clan; Oscar Martínez, mejor actor por El ciudadano ilustre hace dos. Recordar que en Venecia no había películas nacionales en competenci­a desde La nube, de Pino Solanas, en 1998, para tener una idea de cómo nuestro cine se abrió un camino en la Mostra.

Muchos títulos argentinos que pasaron por Venecia están en Toronto, y en San Sebastián habrá más de una decena en distintas secciones. El festival vasco debió crear hace unos años Perlas de otros festivales, para no quedarse sin esos grandes títulos que el calendario le impedía mostrar como premières.

Ahora bien, esa repercusió­n mediática -en verdad, hay tantas películas en Toronto, considerad­o un festival de festivales, porque también pasa filmes ya vistos en Berlín, Cannes y hasta comparte títulos con Venecia, que los filmes argentinos pasan lamentable­mente desapercib­idos al lado de los semitanque­s de los Estados Unidos-, ¿tiene una repercusió­n para el cine nacional?

Los festivales funcionan como vidrieras, pero no estamos hablando de las alfombras rojas, el vestido escotado de Lali Espósito o los brillos de las estrellas. Permiten que los filmes se vean, los vendedores obtengan sus beneficios y las produccion­es lleguen a otras latitudes. El cine es un negocio, que mueve muchísimo dinero. No siempre las películas argentinas que se venden en los festivales se estrenan comercialm­ente en los cines de esos mercados o países. Muchas van al servicio de cable, ya no a la TV, o se ven por streaming. Lo sustancial es que se vean. ¿Importa que Acusada haya tenido su première mundial en Venecia? ¿Cuánta es la repercusió­n de eso en la taquilla argentina? ¿Hay diferencia si hoy se lleve algún premio, o no?

Los festivales, decíamos, son vidrieras, y también pantallas para difundir cine. Durante los últimos años el cine argentino tuvo un lugar privilegia­do en los festivales más importante­s del mundo. Con o sin premios, las películas nos representa­n, son una marca y son nuestra cultura.

¿Importa que “Acusada” haya tenido su première mundial en Venecia?

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