¿Quién dijo que los museos no son para los niños?
Una propuesta para que toda la familia experimente el Malba de una manera más sensorial y divertida.
Si se piensa un poco, la música está presente en casi todos los momentos de la vida. En la radio, en las ceremonias, en el auto y en la calle, las canciones acompañan en todas las circunstancias. Pero no sólo eso, las melodías se esconden en los sonidos de los quehaceres cotidianos: el de las sábanas al levantarse de la cama, el del cepillo de dientes haciendo cosquillas en las encías, el de las hojas secas que el viento se las lleva volando, y hasta el latido del corazón.
En las obras de arte, también hay música presente; sólo hay que despertar los oídos y la imaginación para poder escuchar lo que surge de ellas.
Familias musicales es un recorrido ofrecido por el museo Malba, llevado a cabo por Daniela Secco, licenciada en Artes Visuales del UNA. Durante 90 minutos, Secco guiará a los adul- tos y a los chicos a través de la obra de grandes artistas como Pedro Figari, Diego Rivera, María Martins y Gyula Kosice, jugando a descubrir los cuentos y la música que se esconde detrás de cada pieza.
“Con mi compañera siempre estamos trabajando para detectar cuáles son los temas que atraviesan y conectan a las obras, sin importar la nacionalidad de los artistas o el momento en el que fueron creadas. En esta oportunidad descubrimos que muchas tenían en común lo musical: en algunas aparecen como protagonista, como en las obras de Pedro Figari, donde vemos algunos hombres tocando los tambores y gente bailando. Y en otras, donde los ruidos podrían estar circundando su contexto, como el caso de la gran escultura de María Martins, en la que nos imaginamos que los personajes podrían estar viviendo en algún rincón de la selva amazónica”, explica Secco, que además de educadora en el museo trabaja con los chicos dando clases de arte en un jardín de infantes.
Al finalizar la visita, los niños van a participar de un taller donde podrán construir su propio instrumento a partir del reciclado de elementos cotidianos, como cucharas, vasitos, sorbetes, cuentas de madera, globos, cajas de cartón y palitos de helado, entre otros materiales.
“Lo que diferencia este recorrido es la forma en que está planteado. Nos gusta llamarlos recorridos, visitas pedagógicas o vivenciadas. Y decimos que no es sólo para chicos, esta metodología funciona muy bien con el público adulto -cuenta la guía-. Los padres o adultos acompañantes también se van a divertir. Son invitados, al igual que los niños, a experimentar y jugar”.