Pan y ficción: el segundo trabajo que eligen los escritores
Trabajador del Subte, manicura o piletero: de qué viven los autores que no viven de su obra.
Hay autores que comparten el oficio de escribir con actividades laborales como la gastronomía, el trabajo en el subte, la actuación en ficciones de TV y hasta la ventriloquia. En algunos casos les dedican la misma pasión. En otros, buscan ganarle tiempo a sus segundos trabajos para dedicarlo a la creación literaria.
Roberto Arlt ya había escrito toda su obra y seguía obsesionado con una idea ajena al mundo de las letras: la producción industrial de medias de mujer reforzadas con caucho que no se corrieran ni rompieran. Cerca de cumplir cuarenta años y a pocos meses de la muerte de su padre, Borges inauguró su vida como asalariado en la Biblioteca Miguel Cané, del barrio de Boedo. El primer día clasificó 400 ejemplares y sus compañeros tuvieron que pedirle discreción en la cantidad, para no dejar en evidencia las limitaciones del resto. Cortázar y Alfonsina Storni fueron maestros de escuela. Antes de la consagración, está claro, también hay que pagar las cuentas.
El popular actor Gonzalo Heredia cuenta cómo se volcó a la letras y llegó a su novela Construcción de la
mentira: “No puedo evitarlo, no es una elección, no es que ahora me dedico a esto; fue algo que siempre estuvo y en algún punto, por momentos, me ardía de tan presionado y escondido o reprimido que estaba. Y ahora diría que no puedo elegir, es una necesidad”.
La escritora Claudia Aboaf, reconoce: “Cuando publiqué Pichonas aún tenía el restaurante Museo Evita y no logré impedir que un personaje proveniente de un linaje gastronómico se metiera en la novela”. Luego, se ale-
jo de los restaurantes porque “los dos oficios comenzaron a competir por mi cabeza”.
Kike Ferrari es autor, entre otros títulos, de las novelas Que de lejos parecen moscas, reconocida en la prestigiosa Semana Negra de Gijón (España) y Lo que no fue, destacada por el jurado del Premio Casa de las Américas. Mientras sigue escribiendo, se desempeña en el área de mantenimiento de la línea B del Subte de Buenos Aires.
“Empecé a escribir como una huida hacia adelante, en un momento en el que no parecía haber demasiados planes”, cuenta Ferrari. “Encuentro una analogía entre la escritura y los
trabajos manuales: más que nada en la mecánica, en la herrería y, en especial, en la carpintería. En ambos casos hay que saber usar los materiales, conocer las herramientas y de qué va cada cosa”
¿Y las leyes? “En la escritura hay leyes, pero a mí no me interesan”, afirma Paula Vázquez, autora de La suerte de las mujeres, abogada especialista en Derecho Penal. “Se puede aprender y enseñar a escribir. Pero no creo que sea útil para nadie conocer las reglas del cuento fantástico y, menos aún, intentar seguirlas. Quizás este rechazo sea porque mi primer oficio está lleno de pautas que sí o sí tengo que acatar. La literatura es para mí un espacio de libertad”.
El periodista y escritor Daniel Riera comparte el tiempo con otra pasión, pero “lamentablemente -resaltaes un poco más difícil vivir de la ventriloquia que vivir del periodismo, incluso es más complicado que mantenerse con la literatura, algo que ya de por sí es bastante improbable”.
Para el escritor Félix Bruzzone el entrecruzamiento entre sus dos actividades, la literaria y la limpieza de piletas, se hace evidente ya desde dos títulos de sus libros: Barrefondo y el todavía más explícito Piletas. “Limpiarle la pileta a Bruce Willis. A Mel Gibson. A Wanda Nara. El piletero de los famosos. Una tarde te entra un mensajito de Maradona y vas a limpiarle todas sus piletas, todas sus fuentes”, soñó en grande alguna vez
“Mi primer oficio está lleno de pautas que sí o sí tengo que acatar. La literatura es para mí un espacio de libertad.”
Paula Vázquez Abogada penalista
“Lo más parecido entre bailar y escribir es la disciplina en el cuerpo, su dimensión física.”
Florencia Werchowsky Bailarina clásica
el autor de 76, Las chanchas y Los topos, que trabaja en distintos barrios de la zona norte de la Provincia de Buenos Aires en el mantenimiento de piscinas pero también, en algunos casos, como profesor de escritura de sus antiguos clientes.
La escritora Florencia Werchowsky trabajó en publicidad y periodismo pero también, desde muy chica, se formó como bailarina clásica en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y luego ingresó a su ballet estable. “Supongo que lo más parecido entre bailar y escribir es la disciplina en el cuerpo, su dimensión física. La escritura también pretende todo lo que exige domesticar al cuerpo en el movimiento, como las posturas, la resistencia y la flexibilidad aunque en negativo, desde el estatismo”, sostiene la autora del libro Las bailarinas no
hablan. “Dirigir es una articulación genial de las dos actividades. Todo por esta dimensión física de bailar y escribir, donde encontré un balance”, cuenta.
Riera vuelve al placer de complementar el trabajo de escritor con otra actividad artística: la ventriloquia. En ambos casos, dice, hay que hacer foco en la creación del personaje. “Sobre todo cuando se escribe una novela, más que con un cuento; estar en el escenario con el muñeco es como la literatura en 3D, porque el personaje está frente a vos, dialogando, y a menudo tomando iniciativas e improvisando a la par tuya, eso nadie que no fue ventrílocuo lo puede entender o explicar”.
Algo similar le sucede a Heredia: “Cuando escribí la novela tomé de mi experiencia en la actuación la posibilidad de crear un universo, las atmósferas y algunas particularidades de la construcción del personaje mismo”.
En cuanto al equilibrio entre las dos actividades, Vázquez señala: “Creo que estoy en un momento de transición. Ahora me tomé casi un mes para escribir un libro, usé parte de la feria judicial...”
Dijo Ray Bradbury que “lo que funda toda escritura es el amor, es hacer lo que amamos y amar lo que hacemos. Y olvidarse del dinero”. La escritora y periodista Miriam Molero parece haber tomado esta máxima al pie de la letra, y despojado a la actividad intelectual de su responsabilidad como sostén económico. “Un día cobré una plata importante de un trabajo del área de publicidad y en vez de irme de viaje se me ocurrió abrir un negocio de algo que a mí me gustara”, cuenta.
Junto a una socia instaló en el barrio de Belgrano un local destinado a la belleza de pies, manos y depilación de alta gama. Buena parte del público que frecuenta el local conoce su doble vida: “Muchas se llevan mis recomendaciones de libros anotadas en papelitos”.
También están las clientas que compran su novela El rapto y le piden que la firme. “Tener un ingreso fijo a un periodista o escritor le da la libertad de poder decir no, basta, o hasta acá llego. Sin libertad económica no hay libertad ideológica”, sostiene.
“Usted escribe como hay animales que excavan guaridas”, señaló Italo Calvino en Si una noche de invierno un viajero. Escribir, en numerosas ocasiones, es una necesidad. Pero las cuentas a pagar también lo son.
“Esa forma establecida de considerar a los artistas -bailarines y escritores, en este caso- como una especie de seres extraterrenales abstraídos de las necesidades mundanas es tan falaz como perjudicial”, dice Werchowsky.
“Como si bailar en un escenario o publicar un libro fuesen la paga en sí, la oportunidad como retribución. La mayoría de los bailarines y escritores financiamos nuestra formación y nuestro trabajo de forma particular, estamos solos con nuestras vocaciones... Si no insistimos nosotros en lograr ser considerados trabajadores nunca vamos a mejorar las condiciones laborales”, sostiene.
“Me parece que la actividad literaria está bastante proletarizada y precarizada”, dice por su parte Ferrari. “En estos días se organizan reuniones en las que distintos escritores, editores y periodistas se encuentran a pensar juntos los problemas que tienen que ver con la pauperización del trabajo, del oficio de escribir”.
Realidad y ficción. Ocupación y vocación. No es fácil en estas épocas vivir de la literatura en Argentina y tampoco lo fue en otras.
Una muestra histórica puede ser el discurso que el socialista Alfredo Palacios brindó el 21 de noviembre de 1938 en el Senado durante el homenaje a Alfonsina Storni, fallecida pocas semanas antes: “Nuestro progreso material asombra a propios y extraños. Hemos construido urbes inmensas. Centenares de millones de cabezas de ganado pacen en la inmensurable planicie argentina, la más fecunda de la tierra; pero frecuentemente subordinamos los valores del espíritu a los valores utilitarios y no hemos conseguido, con toda nuestra riqueza, crear una atmósfera propicia donde puede prosperar esa planta delicada que es un poeta”.